Aprender a atemperar y llevarse bien, aceptando y respetando las diferencias, es un fundamento cardinal para sortear los malos momentos y evitar el naufragio de ese romance que un día nació lleno de pasiones.
Este principio básico o más bien regla de oro de la comunicación (como aparecen en el sitio español de Internet terra. mujer. es) es aplicable no solo a la pareja, sino a toda tu vida personal, con la familia o los amigos. Si tienes en cuenta las siguientes recomendaciones, serán muchos los desencuentros que te evites y conocerás cuáles son tus límites y te servirán, además, para controlar las emociones. Medita sobre ellas e incorpora a tu esquema mental aquellas que te resulten de valor:
Reglas de oro de la comunicación:
ü Mira a los ojos de la otra persona a la hora de expresar tus ideas. Una mirada esquiva produce en el contrario suspicacias y dudas. No denota seguridad en quien está exponiendo su idea y quien escucha, puede dudar sobre tus intenciones.
ü Mantén una distancia prudencial. Si estamos demasiado lejos tendremos que gritar y se puede perder alguna información por el camino. Si estamos demasiado cerca, el otro puede sentirse cohibido o invadido en su espacio.
ü Deja hablar a la otra persona y no cortes sus frases. Cuando el otro termine, date unos segundos para comprobar que realmente no tiene más que decir y entonces empieza tú. Si avasallamos a la otra persona echándonos encima de sus frases sentir á que le estamos agrediendo y la discusión se irá por mal camino.
ü No termines las frases del otro con lo que tú crees que va a decir o con coletillas. Puede que estés equivocada y no ayudas a la otra persona a comunicarse bien.
ü Respeta el turno de palabra y deja hablar también a la otra persona. El monólogo difícilmente sirve para llegar a una conclusión satisfactoria para los dos.
ü Aprende a expresar tus sentimientos. A veces pretendemos que la otra persona presagie lo que estamos sintiendo, o lo que queremos decir y esto puede dar lugar a equívocos. Intentemos verbalizar nuestros sentimientos y emociones aunque al principio nos cueste; pero la práctica de este estilo de comunicación nos brindará la posibilidad de poder ser claros y precisar lo que nos interesa.
Además de estas reglas básicas necesarias para cualquier tipo de comunicación, tendremos que aprender a expresar con cordura y seriedad los sentimientos negativos.
Esto realmente es difícil. Hay mucha gente que cuando está molesta no tiene otra manera de expresar su rabieta que no sea gritando y diciendo malas palabras, como si con ello, lograra amasar la verdad o la razón. Con esto solo se logra apabullar a la otra persona, pero no se llega a aclarar nada en buenas lides en una discusión.
Cuando alguien habla a gritos, la persona que está oyendo, realmente no escucha; las palabras pasan de largo por sus oídos; sin embargo, cuando se le habla bajito o de manera normal, las palabras penetran por los oídos de la persona, y es receptiva a lo que le quiere decir o por lo menos, logramos que escuche.
Así, teniendo en cuenta esta sabiduría, veamos también otros consejos prácticos:
ü No grites nunca. Si no tienes la razón, con ello no vas a ganarla, y si la tienes, entonces, ¿para qué gritas?
ü Expresa tu disconformidad de forma directa, sin dar rodeos, explica tus sentimientos a la otra persona sin miedo; el otro no es un ogro y podrá ponerse en nuestro lugar si nosotros le explicamos qué es realmente lo que nos ocurre.
ü Intenta no guardar resentimientos y malas caras para luego. Esto se volverá en tu contra y será contraproducente para los dos. Expresa tus sentimientos y lo que te ocurre en el momento, sin esperar a después. Guardar resentimientos solo servirá para que salgan todos a la vez en la siguiente discusión. Para entonces el otro estará descolocado y no entenderá el porqué se le sacan juntos todos los «trapos sucios».
ü Evita las malas formas y la agresividad. No ayudan a la hora de comunicarte con tu pareja. El que recibe esta agresividad se pondrá a la defensiva y entrarán en una batalla campal que puede ser fatal. Por otro lado puedes cohibir a la otra persona o lograr que se cierre de tal manera que tampoco conseguirás tu objetivo. Además, una vez pasado todo, quedará en ti un sentimiento de culpabilidad y arrepentimiento por las palabras utilizadas, por haber herido a la persona que amas. Para evitar esto, intenta discutir con tu pareja de forma tranquila y pausada. Si en esos momentos estás demasiado alterada y tienes miedo de perder el control, es preferible que le digas: Ahora no puedo hablar sobre esto. Y pospones la discusión para cuando te sientas en mejores condiciones.
ü Mantén una actitud receptiva. Atiende las explicaciones de la otra persona de forma activa. Intenta incluir sus argumentos en las posibles opciones de solución; tal vez puedas aprender algo de todo su discurso; tú no estás en posesión de la verdad absoluta y puedes estar equivocada. Aprende a escuchar al otro.
ü Reconstruye la escena. Antes de acusar o recriminar intenta describir lo ocurrido con todo detalle a la otra persona.
ü Mientras que tú describes la situación que no te ha gustado, el otro puede ir rectificando algunos detalles que te hayan pasado inadvertidos o algunas interpretaciones a las que tú has llegado y que no son ciertas. De este modo, damos oportunidad al otro de explicarse antes de hacerle un ataque directo. Muy a menudo hacemos malas interpretaciones de lo que el otro hace; creemos estar muy seguras del porqué lo hace a que consideramos que lo conocemos muy bien. Pero tengamos en cuenta que las personas somos muy cambiantes y que podemos estar e q u i v o c á n d o n o s
Pregunta primero sobre los detalles antes de hacerte el juicio final.
ü A la hora de discutir, defiende siempre tu postura aunque sin agredir o faltar el respeto. No critiques al otro ni interpretes su conducta, no eres adivina y no puedes estar segura al ciento por ciento de sus intenciones. Dedícate a escuchar y a defender tu idea hasta el final, pero siempre respetando que el otro puede tener distinta opinión y no por ello está errado.
ü Intenta buscar una solución. Primero delimitar cuál es el problema. Después pensar en varias ideas de solución, todas las que se te vayan ocurriendo. A continuación, valora cada una de ellas con sus aspectos positivos y negativos y por último, elige la más adecuada (la que menos cosas negativas provoque o la que tenga más positivas). Hay que tener en cuenta si la solución será a corto o largo plazo, si es beneficiosa para los dos o solo para uno y si es muy difícil de llevar a cabo o no. En base a estos criterios tendrás que decidir cuál es la opción más adecuada. Ponla en práctica y felicítate si ha funcionado, si no ha sido así, ve hacia atrás y repasa en qué paso te equivocaste. Rectifica y comienza de nuevo.
ü «Pensar» en posibles soluciones, es un ejercicio importante. Cuando estés en problemas, siéntate o acuéstate a meditar tranquilamente. Los psicólogos aconsejan siempre que la cuestión no está en buscar un culpable -no gastes neuronas ni palabras en esto- sino en encontrar la solución.
Tipos de comunicación
Comunicación absolutista:
Es como si siempre buscáramos o encontráramos la forma de imponerle a la pareja nuestro propio criterio. Como la manera de pensar es algo muy personal, a veces, tales pensamientos pueden tener un matiz de rigidez o, por el contrario, de absoluto liberalismo.
Esto es un simple ejemplo de que cargar a otro con nuestros esquemas mentales es no solo despreciar sus juicios y valoraciones sino, además, menoscabar su autoestima y autovalor.
Comunicación extremista:
Se basa en la tendencia que tienen algunas personas de que las cosas son en blanco o negro, sin matices. A la hora de expresar algún defecto o alguna queja, valorará enormemente los puntos negativos de la situación y no nombrará en ningún momento los positivos, cuando todos sabemos que es realmente muy difícil encontrar una situación en esta vida que no tenga cierto aspecto o matiz que beneficie de alguna manera.
Comunicación inflexible:
Quien utiliza este tipo de comunicación piensa que su punto de vista es el mejor, que siempre tiene la razón y la impondrá y defender á por encima de todo. Su objetivo a la hora de discutir no va a ser llegar a la resolución de un problema; el mayor interés estriba en el éxito de vencer a su pareja y el poder que esto le proporciona en las riendas de la relación. Generalmente no le interesa para nada el punto de vista de su pareja y, por lo tanto, se centrará en decir siempre la última palabra. Para ello, buscará ejemplos exagerados y, si fuese necesario, utilizará argumentos extremistas o solo dará importancia a un único aspecto sin importancia, con tal de demostrarle que el otro está equivocado.
Comunicación adivinante:
Existe mucha gente que practica esta forma peculiar de comunicarse con los demás. En primer lugar se dedica a adivinar lo que está pasando por la cabeza de la otra persona, bajo el tamiz de que la conoce muy bien. Luego, actúa en consecuencia, siempre en base a su interpretación personal y a lo que cree haber presentido en el otro. El error de esta forma de expresión es que rara vez se adivina el pensamiento y, por lo tanto, nos equivocaremos con bastante frecuencia en las acciones que llevemos a cabo posteriormente.
Tomado de la revista Mujeres de Cuba.
Santiago de Chile, 28 de noviembre 2012
Crónica Digital