Vengo a nombre del Comité Central y de cada uno de los integrantes del Partido Comunista de Chile, a rendir nuestro sincero, cariñoso y solemne homenaje, a quien fuera un activo y destacado militante de sus filas, colaborador del diario El Siglo y la revista Ramona, que al 11 de septiembre de 1973 se encontraba destacado en Chuquicamata cumpliendo labores en el ámbito de las comunicaciones, en estrecha relación con los trabajadores y la CUT, para lo que hacía escuchar su voz, en defensa de la obra del gobierno, que encabezaba nuestro Presidente Salvador Allende Gossens, a través de las ondas de radio Loa.
Me referiero a nuestro querido compañero Carlos Berger Guralnik, periodista y cineasta, quien, por su calidad y lealtad con el proceso de cambios revolucionarios, cumplía con la misión de poner de relieve ante el país y el mundo el proceso de nacionalización del cobre, que tenía una trascendental importancia para el desarrollo de nuestro país.
La trágica historia de su asesinato se ha transformado en uno de los símbolos del asombro de millones de chilenos y chilenas conmocionados y golpeados por la cruda y terrible realidad de los crímenes cometidos por la dictadura que encabezó Augusto Pinochet.
Carmen Hertz, destacada abogada, reconocida defensora de los derechos humanos, que era su compañera y que lo defendió desde el momento mismo de su detención el 11 de septiembre de 1973 y ante el Consejo de Guerra al que fue sometido, pudo al fin, después de 40 años, con motivo de la conmemoración del Golpe de Estado, dar a conocer su testimonio a todo el país, en especial por las pantallas de televisión, sobre los nefastos hechos ocurridos el 19 de octubre de 1973, cuando Carlos Berger, que había sido condenado a una pena de apenas 60 días de prisión, es raptado y ejecutado de manera alevosa, en pleno desierto de Atacama, junto a otras 25 personas, por la criminal Caravana de la Muerte comandada por el general Arellano Stark, quien actuaba por orden directa de Pinochet; Caravana que, como sabemos, recorrió Chile sembrando el terror con el asesinato de personas inocentes.
Son miles los ejecutados políticos, son miles los detenidos desaparecidos, son decenas de miles los torturados, centenares de miles los detenidos, exiliados, exonerados, provocados por la dictadura. Aún no conocemos exactamente la cuantía de los crímenes de lesa humanidad cometidos por el régimen dictatorial, pero sabemos del dolor y de la impotencia ante la falta de verdad y de justicia en la mayoría de los casos.
Cómo no reconocer ante ello, en primer lugar, la labor extraordinaria de las agrupaciones de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados, de abogados de derechos humanos y a magistrados que han logrado notables avances en las investigaciones y búsquedas de los restos de los compatriotas víctimas de la represión, así como la colaboración del Servicio Médico Legal, del Departamento correspondiente de la PDI y otros servicios.
Pero ello no basta, porque hay casos de denegación de justicia y reparación y una falta de verdad que hace imposible cerrar las heridas. La impunidad aún condiciona nuestra convivencia democrática.
El lado más oscuro de esta impunidad es la falta de moral y de ética de quienes no han sabido reconocer sus responsabilidades ni dar muestras de arrepentimiento y ofrecer su colaboración en la construcción de una democracia no condicionada al peligro de otra aventura golpista. Confunde, preocupa y crea desconfianza que parlamentarios de derecha vayan a otro país a “solidarizar” con quienes propician la violencia, la desestabilización y el golpe como salida a las diferencias políticas. Al parecer no quieren aprender de la lección de Chile o es que entienden las cosas absolutamente al revés.
Es del todo válida esta reflexión cuando estamos en un momento político distinto en nuestro país, con un gobierno electo por una amplia mayoría que se propone transformaciones profundas y un proceso de democratización y de más justicia social que choca con lo instalado como casi inamovible e inalterable bajo dictadura, más aun cuando en un diario reconocidamente partidario del golpe y de la dictadura se editorializa afirmando que la mayoría no puede cambiar un país y además, en primera instancia se niega a publicar en su obituario la convocatoria al funeral de Carlos Berger.
Nuestra esperanza está puesta en que millones hoy en Chile estamos unidos en la necesidad de verdad y justicia, que rechazamos la impunidad.
Carmen Hertz tiene todo ese respaldo solidario cuando reclama por más justicia, así como la tienen todos los familiares de víctimas de la dictadura. Ya no es la soledad de lo que en algún momento fue un grito testimonial, porque es la causa de todo un pueblo.
Deben tomar nota de ello el Poder Judicial, el Parlamento, el Ejecutivo y todos los partidos políticos.
Sabemos que hoy estamos dando sepultura a minúsculos restos óseos porque consciente de sus crímenes el tirano mandó a hacer desaparecer los restos ya destruidos por sus esbirros al momento de la ejecución. No sé si la palabra exacta es dar sepultura, más bien me parece que estamos sembrando una luz de verdad y esperanza, porque los pequeños restos, los huesos minúsculos de nuestros compañeros tienen tanta fuerza como las ideas justas que se anidan en nuestras mentes y que son las que nos mueven a seguir luchando con más fuerza por ellas.
Nuestro sinceros sentimientos de solidaridad a la familia de Carlos Berger, nuestro recuerdo siempre presente de su madre nuestra compañera Dora Guralnik.
Gracias por todo compañera y amiga Carmen Hertz.
Compañero Carlos Berger, nuestros respetos y reconocimiento, en tu nombre seguiremos adelante en la lucha. Mil veces venceremos.
Santiago de Chile, 14 de abril 2014
Crónica Digital