Cuando ya muchos se preparaban para la tanda de penales apareció Lionel Messi, sorteó a varios defensas rivales, asistió a Ángel Di María y éste, pletórico, batió con un disparo cruzado a Diego Benaglio: Argentina 1, Suiza 0.
Así de sencillo puede relatarse el momento crucial del complejo triunfo de la Celeste y Blanca, que vio peligrar en más de una ocasión su presencia en los cuartos de final de la Copa del Mundo de fútbol, pese a su enorme cartel de favorito.
En esta ocasión el equipo de Alejandro Sabella retrocedió tres pasos en su nivel de juego. Espeso en la salida del balón, escaso de ideas en la zona de creación, algunos errores defensivos graves, delanteros con la pólvora mujada, y lo peor, desconexión total con Messi en muchos pasajes del partido. Las únicas cosas salvables del duelo de hoy son la incesante voluntad de ataque de Di María (Real Madrid) y, por su puesto, las genialidades de Messi (Barcelona), que esta vez no encontraron cómplices hasta el soberbio gol de la victoria allá por el minuto 118.
En el momento del gol Di María, incrédulo, se llevó las manos a la cabeza y después «mostró el corazón» a los miles torcedores argentinos presentes en la Arena Corinthians de Sao Paulo, quienes hicieron temblar la tierra, con un trueno de adrenalina que recorrió el planeta a la velocidad del sonido.
Por cosas de la vida, la eterna rivalidad del Barcelona y el Real Madrid tiene una tregua por estos días, pactada entre Di María y Messi, para llevar a volandas a la Argentina hacia su tercera corona mundial (esa mezcla explosiva posibilitó hoy el triunfo de los albicelestes).
Argentina fue mejor, cierto, especialmente después de comenzar el segundo tiempo, pero ser superior a la rocosa Suiza no da mucho aval para optar por el trono mundial, sobre todo si recordamos que algunas jornadas atrás Francia goleó alevosamente a los helvéticos, por 5-2.
Suiza plantó una defensa muy efectiva con doble marcación sobre Messi, además de proponer fugaces salidas al contragolpe, guiadas casi todas por Xherdan Shaqiri, que bien pudieron desembocar en algún gol en la primera parte del partido, pero Sergio «Chiquitín» Romero detuvo todos los disparos helvéticos y mantuvo en cero su portería.
Argentina también llevaba peligro al arco rival, aunque sus ataques eran tímidos y hasta desorganizados, y para colmo Benaglio (el arquero suizo) estaba inspirado, brillante, como días atrás lo estuvieron los arqueros de Chile, México, Nigeria, Costa Rica, quienes también ayudaron a sus escuadras a aguantar las arremetidas ofensivas de los «Grandes».
Desde la segunda mitad, los discípulos de Sabella controlaron mejor el partido y pudieron abrir el marcador en varias ocasiones, pero actuaciones de mérito de Benaglio lo impidieron. Suiza, en menor cuantía, también tuvo sus chances.
Sin embargo todo quedó 0-0 en el tiempo reglamentario y debió abrirse el período de prórrogas, en el cual los suramericanos dominaron y propusieron, mientras los europeos solo atinaban a defenderse y salir al contragolpe.
Precisamente, Argentina usó la medicina de sus rivales, la contra, para fabricar la jugada del gol: Messi recibió el balón, dejó en el suelo a dos rivales, realizó un pase sublime a Di María, y este cruzó el balón al otro palo para vencer a Benaglio, con un tiro rastrero.
Después de consumar la victoria Argentina toda recobró el aliento y volvieron los pensamientos positivos: «este equipo tiene Ángel, y también lo tiene a Messi, seremos campeones», dijo un hincha a una cadena de televisión brasileña, en medio del júbilo que reinaba en las afueras de la Arena Corinthians.
Argentina jugará en cuartos de final por tercer Mundial consecutivo aunque aún desconoce a su adversario, el cual saldrá del duelo entre Bélgica, líder del grupo H, y Estados Unidos, segundo lugar del G.
Todos los líderes de los grupos eliminatorios siguen invictos en los octavos de final, léase Brasil, Holanda, Colombia, Costa Rica, Francia, Alemania y ahora Argentina.
Por Yasiel Cancio Vilar, enviado especial
Río de Janeiro, 1 de julio 2014
Crónica Digital / PL