En la recta final del Mundial, los equipos que integraban el podio de los cuatro mejores elencos de la cita, permitieron afirmar teorías predictivas, y también renovar ciertas visiones del fútbol.
La primera semifinal la disputó el local, obligado a ganar su Copa del Mundo, y el equipo que hasta ese entonces mostró los mejores lineamientos futbolísticos del campeonato, Alemania.
Ni el más pesimista de los “brazucas” ni el más optimista de los teutones esperaba el desarrollo que se vio en el partido. Un Brasil totalmente sobrepasado por la táctica, el orden, la disciplina futbolística. Y manifestación de eso fueron 5 goles en 29 minutos, y la posterior finalización del marcador a favor de los europeos por 7 goles a 1. Se escribió así en la historia, la derrota más humillante sufrida por el “Scratch”, y el peor fracaso desde el “Maracanazo” de 1950. De esta manera, Alemania ratificaba su condición de mega-candidato a quedarse con la Copa, vislumbrando las bajas del rival, traducidas en no contar con Thiago Silva en la línea defensiva, ni con su delantero estrella, Neymar. El golpe fue demasiado duro, y Brasil mostró su poca inteligencia emocional, y también que no contó nunca con eventos de dicha magnitud. Se resignaban a pelear algo de honor en el encuentro del 3er lugar.
La segunda semifinal encontró a viejos conocidos: Argentina y Holanda. Para los últimos podía servir como una especie de revancha por la final perdida del 78’, e ir en busca de su tan ansiado primer título. Por su parte, los trasandinos habían logrado alcanzar el partido previo a la Gran Final tras 24 años, y esperaban volver a hacerlo tal como en Italia 90’.
El partido se tornó muy parejo, sin un claro dominador y proponedor de juego ofensivo. Argentina se vio más sólido a la hora de atacar y logró ser más incisivo en el pórtico rival, causando temor al holandés Cillesen en lo que pudieron ser momentos claves en el partido. Sin mucho riesgo por parte de Sabella y Van Gaal, los 90 minutos pasaron a ser 120’, y cuando Palacio tuvo la gran chance de sellar la brega, el tiempo no dio para más, y el árbitro marcó lanzamientos penales. Argentina se concentró más, y con las dos atajadas de Romero, mandaron a su rival al partido de desquite, y se timbraron el boleto rumbo a Río de Janeiro.
La medalla de bronce, que a veces suena más digna que la del segundo lugar, juntaba a un Brasil sin ideas y muy herido, frente a una Holanda que con su pragmatismo, brindaba una solidez y temple difícil de derribar.
Rápidamente gracias a Robben, los “tulipanes” consiguieron un penal, y abrieron la cuenta mediante obra de Van Persie. Bordeando los 20’ y para colmo de la vergüenza local, tras un gran contragolpe comandado por el calvo ya mencionado, Daley Blind se matriculaba con el segundo gol del partido y su primera anotación por su selección. Brasil trató de reaccionar, pero siguieron demostrando su falta de creatividad y estrategia ofensiva. Nunca pudieron sobrepasar la muralla defensiva de la Naranja Mecánica, quitándole a los titulares y suplentes ingresados, la ilusión de al menos descontar y meterse en el partido. En los descuentos del segundo lapso, Robben cede a Jaanmat, quien centra de línea de fondo para que Wijnaldum decrete la goleada y la peor semana futbolística que ha tenido Brasil en su historia deportiva. Con el merecido triunfo, culminaron invictos en el Mundial, dejando una buena imagen para el futuro, quedando aprobada su política miscelánea de novatos con experiencia.
La Gran Finalísima, juntó a los rivales que tienen una gran historia de duelos desde 1986 en adelante, el 90’, el 2006, el 2010, y el destino los volvía a reunir en la máxima definición de la presenta cita mundialista.
Por un lado, Alemania venía con un gran cartel tras humillar a Brasil, y Argentina venía a seguir el legado teutón, quería ganar el Mundial organizado por el archirrival y aprovecharse de su mal momento. Parecía la ocasión perfecta.
Y el partido se desarrolló bien vertiginoso, llegadas para ambos lados, pero en un principio con mayor peligro para los sudamericanos, quienes en los pies de Higuaín, Messi y Palacio tuvieron la gran chance de lograr su sueño que manifestaban en su canción: “Brasil decíme que se siente”. Los trasandinos siempre se vieron más peligrosos cuando lograban realizar juego asociado volcado en ofensiva, les anularon un gol, y tuvieron uno cantado a ópera.
Físicamente ambos elencos se fueron desgastando, y a pesar de las buenas oportunidades de anotar, los arqueros se mostraron férreos y fuertes. Así el partido nos daba media hora más de emoción y pasión que albergaban las 70.000 almas del Maracaná. Recién en el segundo tiempo extra a 6 minutos del final, Götze culminó de gran manera el único aprovechamiento de la banda que protegía Zabaleta, y le daba así la alegría a los hinchas teutones de conseguir en ese instante su cuarta Copa Mundial.
El pitazo final dejó al equipo más regular del campeonato con la obtención de la gloria, pero hay que aplaudir la labor y entrega de Argentina, que si bien no jugó el fútbol más lindo, sí mostró la dedicación y garra que tienden a aflorar en la piel de los equipos sudamericanos. Logré comprender el llanto de Rojo y tantos otros, que veían como se les había escapado su momento de fama y honor; pero no tengan duda que no se les irá nunca. Hicieron frente, y en momentos de igual a igual, al equipo más temido en este Mundial, a los obreros de una máquina que no le veíamos techo tras la goleada que propinó al local; ciertamente le costó mucho con Ghana (empatando) y Argelia (ganando en el tiempo extra), pero no deja de ser un elenco extremadamente complicado. Y hoy señores, Argentina sacó la cara por Sudamérica, puso el pecho y frente en alto para soñar con lo imposible y lo lejano. Sin brillar, Messi pudo alcanzar ciertos registros de Maradona, pero dejen de compararlos, nunca será como él. Están comparando etapas futbolísticas muy diferentes, y lo que vale la pena hoy, es comparar el coraje y esfuerzo que dejaron hoy en la cancha, y sin duda, el fútbol retribuye de alguna forma y en algún momento de la vida. “El fútbol siempre da revanchas”. Como dije antes, las batallas épicas tienen a hombres llenos de honor y gloria. Argentina, hoy tenés a 23 caballeros que custodiaron tu historia, dales las gracias y seguílos apoyando por siempre.
Por Vicente Vásquez Feres
Crónica Digital, Santiago 14 de julio 2014
