Hoy es un día caluroso en Paine, y tengo que esperar a que abran la ferretería Okey, me comprometí con Carlos, el dueño del negocio por una necesidad puntual que él tiene por uno de los productos que yo vendo. Llegue una hora antes de que abran en su horario de la tarde, después de su horario de colación, en estos pueblos a diferencia de la ciudad se cierra entre las dos y las cuatro de la tarde. El calor es seco y agobiante, pero me comprometí con Carlitos que lo visitaría hoy. En toda la calle Presidente Prieto de paine, hay un solo local que consta de una terraza con sombra natural, el lugar se llama “Lúdico Pub”. Cuando me senté a la mesa, pasaron largos siete minutos antes de que saliera una señora y me preguntara si necesitaba algo, si, le dije con un tono de lánguido producto del calor, un acoca-cola con hielo, la doña mostro cierta extrañeza y me dijo, hay solo botellas pequeñas, sí, quiero una coca pequeña con hielo. Pasaron varios minutos y llego mi coca con hielo, la trajo un tipo de lentes de marco negro, como los del presidente Salvador Allende, el hombre usaba el pelo con una larga cola de caballo, me miro extrañado como preguntándose ¿ por qué este tipo quiere una coca con hielos acá? Me imagino que en paine debe haber muchos lugares en donde se puede beber una coca-cola con hielos. Lo que parece no saber este señor de la cola de caballo es que su local es el único con sombra natural en toda la calle Presidente Prieto de Paine.
En estos últimos días, he pensado mucho en la muerte, incluso hice algo que nunca en mis casi treinta años de trabajo había querido hacer, me compre un seguro de vida. Ahora no se cómo tengo que morir para que mis hijos tengan acceso a la póliza o como quiera que se llame el dinero que dan por morirse, esto de los seguros es como un concurso “muérase y sus hijos recibirán una fortuna que usted nunca les pudo dar”
Tengo cincuenta y cuatro años y me faltan once años de trabajo para jubilarme, o Pensionarme que como se dice desde el año ochenta y uno que es cuando se implemento el sistema de AFP. Me resulta imposible empezar a contar los días para ese momento tan anhelado, el retiro. En el libro La Tregua de don Mario Benedetti, el protagonista Martin Santome, cuenta los días que le quedan para el retiro, el no pensaba en la muerte, lo que lo agobiaba era el haber perdido muy joven a su esposa Isabel, bueno lean el libro, es una belleza. Este personaje se iba a jubilar a los cincuenta años, en una realidad de otro país y otro tiempo. Yo tengo que esperar cumplir sesenta y cinco años para pensionarme.
Tengo la enfermedad de la gota desde los veintiocho años, una enfermedad a la piel llamada vitíligo desde los dieciséis años, síndrome vertiginoso desde los cuarenta años y diabetes detectado a los cincuenta años. Dentro de mí y por sobre el curriculum de males antes detallado, vive un muchacho de unos veintidós años, alegre juguetón, bromista, con un deseo de vivir envidiable, pero este muchacho no puede jugar futbol, no puede andar en bicicleta, in a lugres muy ruidosos ya que el que va por fuera se marea le duelen las rodillas y era malazo para el futbol. Pedí otra coca pequeña con hilos, ahora el tipo de la cola de caballo fue mucho más gentil, le pague las dos coca pequeñas con hielo, ya que en cuanto abran la ferretería Okey voy a salir rajado, como si el muchacho de veintidós años llevara la mochila en donde van los catálogos, listados de precios, listados de stock y algunas muestras.
La muerte hace pensar, escuche en la tele de una señorita norteamericana, esto es en los estados unidas, decidió morir, ya que tenía en su cabeza un tumor cerebral maligno que a la larga la haría morir de todos modos, el tema es la forma de morir, en Chile cuando alguien connotado muere de cáncer en la tele dicen “falleció de una larga y dolorosa enfermedad”, esta señorita estadounidense quiso evitar esta frase en su despedida de la vida. Su decisión no estaba libre de dificultades, ya que la eutanasia se aplica solo en algunos estados de su país, y tuvo que cambiarse de estado para poder realizar su misión, cosa de gringos, aquí no te puedes matar, anda a la otra esquina. Es como si en chile vivieras en la calle matacana en la vereda que queda en la comuna de Santiago y para morin tines que cruzar la calle a la vereda que queda en quinta normal, o sea, anda a morir al frente.
Yo tengo una vocación de sobreviviente, soy el diez de trece hermanos, viví una dictadura de diecisiete años de persecuciones, matanzas, del odio más feroz, una dictadura que despreciaba la vida de, propiciada por la otra América. La azolada del terror empezó cuando yo tenía trece años y termino cuando tenía veintinueve, cualquiera diría , entre los trece y los veintinueve, es la flor de la juventud. Lindo vivir la flor de la juventud entre toque de queda, estado de sitio, estado de excepción, matanzas y persecuciones.
Mi vocación de sobreviviente me hizo ser un sufridor desde muy pequeño, a los siete años me convertí al hinchismo por el futbol y en particular por la cato, cuarenta y siete años de sufrimiento al cual abdique este año dos mil catorce, y pare de sufrir por la pelota por los pelotas por el pelota que ere yo sufriendo por una sociedad anónima.
Hay un libro de Paulo Cohelo, en el que una chica llamada veronika, decide morir. Ella toma esta drástica decisión, después de leer en una revista europea que nadie sabía donde quedaba su país, Eslovenia, se imaginan si en Chile los jóvenes se suicidaran por que en Europa no saben dónde queda chile, la tasa de suicidios sería la más alta de todo el universo, digo universo para satisfacer a aquellos que fuman polvo de estrellas y andan viendo seres de ojo enormes y que miden en algunos casos más de dos metros y en otros a pequeños seres de color verde y orejas puntudas.
Por Miguel González Jara
Crónica Digital, 19 de noviembre 2014
He leído todas tus columnas y esta me parece la más rara, si no te conociera no le encontraría ningún sentido, pero me hiciste acompañarte en un día de trabajo, me sentí como en esos almuerzos de antes.
Un abrazo Miguel.