La conclusión no puede ser eludida: la diplomacia chilena sufrió un serio revés, tras el rechazo contundente por parte de la Corte Internacional de La Haya a su “objeción preliminar” a que el tribunal examinara la demanda de Bolivia, que busca obligar a Chile a negociar “de buena fe” un acceso soberano al mar dalm país altiplánico.
En su sentencia entregada el jueves 24 la Corte, establece que si tiene competencia- lo que Chile negaba- para examinar la demanda boliviana, y ninguno de los 16 jueces estuvo por aceptar la solicitud y la argumentación de Santiago.
Hechas todas la salvedades del caso lo cierto es que Bolivia sorteó con éxito el escollo planteado por Chile, y a partir de ahora la Corte- y en un plazo que va desde los tres a cinco años- examinará el tema de fondo, es decir, de que el tribunal se pronuncie sobre la demanda boliviana de que Chile tendría una obligación de negociar un acceso soberano al Océano Pacífico perdido tras la Guerra del Pacífico (1879- 1883).
Hasta aquí el episodio diplomático-jurídico que culminó, en una etapa procesal inicial, este jueves 24, y con un rechazo a las pretensiones y argumentaciones chilenas.
Y como es natural, en Bolivia celebraron como una victoria resonante la sentencia de La Haya, aún que sea solo un primer paso procesual de una contienda no resuelta y que aún tiene para largo.
Lo cierto es además que el presidente de Bolivia, Evo Morales obtuvo un éxito político, diplomático interno e internacional de gran significación, y que lo encamina a un nuevo periodo de gobierno.
Evo, cuya popularidad y liderazgo interno se acrecienta con este triunfo y según acordó el Congreso de su país podría ir a una segunda reelección en 2019, para completar así una inédita administración de 19 años, en el Palacio Quemado, sin contar con el periodo de 2006 a 2010, cuando regía la antigua Constitución.
Chile termina el episodio en medio de un escenario confuso en el Gobierno, con declaraciones contradictorias, y con un ambiente político donde se da por concluido un imaginario ambiente de “unidad nacional” (para la foto) y la reinstalación de la guerrilla interna contra el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
Así la afirmación de que Bolivia “no ha ganado nada” no corresponde en absoluto a la realidad de los hechos.
Los hechos obligan a un examen sereno, pero severo, de lo acontecido, del funcionamiento de la política exterior del país y del gobierno, de la ineficacia y falta de perspectivas estratégicas en torno al diferendo con Bolivia, pero también de su estrategia y tácticas diplomática y de su política internacional en general.
Resaltan algunas enseñanzas que ya han sido adelantadas en círculos políticos y académicos, en particular respecto de La orientaciones de la actuación diplomática del país, de su apreciación de la situación y condiciones internacionales, tanto a nivel regional como internacional, pero sobre todo vecinal.
La política internacional no puede ser entregada a abogados de supuesto renombre, muchas veces distantes ideológica y políticamente de las orientaciones programáticas del gobierno y alejadas de una concepción doctrinaria democrática, sin el aporte determinante de los profesionales de las relaciones internacionales y con el indispensable perfil político regional,
La política internacional debe eliminar la arrogancia de “que sabemos lo que hacemos”, de que “tenemos la razón histórica y jurídica”, de pretender una cierta superioridad racial y mucho menos de menospreciar al resto o caricaturizar sus capacidades y sus razones.
No pueden tener cabida entre los argumentos que surgen en el país las amenazas de matón del barrio de un Jaime Ravinet, ampliamente difundido por El Mercurio, que pretende, en lo que es expresión de ciertos sectores oligárquicos, “dar el portazo” y notificar a la ONU y a la Haya de que “nos retiramos del juicio”.
Y además de que si Bolivia quiere el mar “pues que venga a buscarlo, aquí los esperamos”, lo cual supone, agregó “mantener una política de disuasión que haga que nuestras Fuerzas Armadas tengan no solo un equipamiento suficiente para disuadir cualquier locura de nuestros vecinos, sino también la capacidad operativa para poder usar el equipamiento que hoy tienen”.
Palabras más que temerarias y provocadores de quién fue ministro de Defensa y embajador de Chile, y que agregan una amenaza belicosa que es expresión de ciertos sectores racistas, chauvinistas y militaristas, y que además perjudican toda política exterior democrática, progresista, integradora, en la cual Chile podría encontrar comprensión y apoyo en la región.
La política exterior de Chile se enfrenta así a un escenario complejo y no hace falta disfrazar las cosas.
La situación internacional del país tiene desafíos en el vecindario inmediato, en la región
sudamericana, en todo el continente, con Estados Unidos, con Europa, en su dimensión hacia el Pacífico, en un escenario global cargado de amenazas bélicas y de incertidumbres económicas.
Por ello, se hace indispensable una orientación creadora de la diplomacia chilena, que parta de una efectiva integración latinoamericana, que se nutra de fundamentos políticos afincados en una historia y pertenencia común, más que en las necesidades de los empresarios, que hoy comandan y priorizan y anteponen sus interés en bloques como la Alianza del Pacífico.
La generación de un escenario sudamericano favorable es una misión ineludible para la diplomacia chilena, esfuerzo en que tienen su lugar no solo la Cancillería– que debe hacer y bien lo suyo- sino los legisladores, el Poder Judicial, los exponentes de la cultura, las organizaciones sociales, los académicos, las instituciones de la Defensa Nacional, las autoridades morales, etc.
Hay un amplio campo de tareas políticas internacionales en la integración regional, la cooperación, en un trabajo conjunto en las áreas de la migración, la integración energética, una política económica de cooperación y complementación, una política exterior regional de paz, en el campo de la educación y la seguridad social, el desarrollo científico-técnico,la coordinación en tareas de desastres naturales, la defensa y seguridad, el combate al narcotráfico y otras amenazas transnacionales, en que la creatividad y el compromiso solidario, la integración, pueden tener un fértil campo de cooperación y generación de confianzas mutuas.
La política exterior del país es un tema altamente sensible que debe ser asumido con responsabilidad por toda la sociedad, la que debe ser informada ampliamente de su complejidad y sentidos y convocada de manera permanente.
Haber enfatizado por parte de Chile en la “objeción preliminar” presentada a la Corte Internacional de La Haya, alegando una incompetencia del tribunal para conocer la demanda boliviana de que Chile estaría “obligado a negociar de buena fe” un acceso soberano al Océano Pacífico, parece haber sido un error jurídico de proporciones.
Ello ha sido, consecuencia de una definición política equivocada, que no tomó en consideración todas las circunstancias de la situación y desconoció tanto la contundencia de la argumentación contraria como la autoridad y atribuciones del propio tribunal y los alcances del Derecho Internacional. Internacional.
Todo ello requiere de un análisis a fondo de los argumentos, propuestas e iniciativas próximas de Chile, de las acciones políticas nacionales e internacionales a proponer, del acompañamiento comunicacional y propagandístico pertinente.
Pero sobre todo de una voluntad política.
Aún estamos a tiempo de hacerlo, de reconocer nuestros errores de cálculo y de orientación, de la “gestión” de la controversia, y de corregir el rumbo.
Por Marcel Gacés
Director
Crónica Digital
Santiago de Chile, 29 de septiembre 2015
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