INVITAN A RECORDAR A LÍDER SINDICAL HÉCTOR CUEVAS SALVADOR

Familiares y amigos del extinto líder sindical y luchador contra la dictadura de Augusto Pinochet, Héctor Cuevas Salvador, invitaron a hoy a recordar su legado.

Su hijo Victor, señaló a Crónica Digital, que hoy» Se hace más necesario recordar a hombre como mi padre. Él fue un luchador social, un hombre que entregó todo de si para terminar con la dictadura de Pinochet».

«Hoy los hombre y mujeres demócratas somos los que debemos tomar su legado y hacerlo nuestro», sostuvo.

La actividad será el domingo 11 de octubre a las 10 horas por la entrada de Recoleta, en el cementerio General.

EJERCICIO DEL REGRESO

RETORNO Y MUERTE DE HECTOR CUEVAS

Luis Alberto Mansilla

Hablaba en chileno con un uso frecuente y gracioso de las llamadas «malas palabras» Cuando por fin llegó al aeropuerto de Pudahuel después de dos medios años de insoportable exilio le dijo a los que le pidieron declaraciones: «Estoy más contento que la cresta».

Estuvo triste, furioso, impotente en esos años fuera de Chile. Deambuló por Río de Janeiro, Roma, Sofía, Berlín, Buenos Aires enfermo de muerte Permaneció meses recluido en hospitales y sanatorios. De pronto lo sacudían unos dolores terribles. Le pedía a sus visitantes que se ausentaran por algunos minutos y cuando éstos volvían lo encontraban de nuevo alegre y garabatero: «No me voy a morir —decía—. No le daré ese gusto a Pinochet. Volveré a la lucha con mis viejos de la construcción al día siguiente de mi regreso».

Así fue. En los últimos días de un cáncer generalizado Héctor Hugo Cuevas, Presidente de la Federación de la Construcción de Chile, reapareció en su gremio dispuesto a sumarse a la organización de las protestas contra la dictadura; a reclamar el fin del exilio que conoció en carne propia; a exigir la unidad y el entendimiento de los opositores sin exclusión de nadie. Quería ganarle la batalla hasta a la muerte, que finalmente fue más poderosa que su apasionada voluntad de vivir. Murió un mes y medio después. En sus funerales hubo himnos y discursos interrumpidos por la policía, que apaleó a la multitud y detuvo a jóvenes pobladores, a obreros de la construcción cesantes que gritaban «Compañero Héctor Cuevas, Presente».

Fue difícil expulsarlo de Chile en diciembre de 1982 La operación requirió de la violencia y la fuerza de varios «roperos» de la CNI. Cuevas empleó los puños, los pies, las piernas, los dientes para defender su derecho a vivir en el país en que nació. Le llevaron arrastrándolo hasta un avión con destino a Río de Janeiro y lo arrojaron en su interior como un bulto golpeado. Y aún así quiso bajarse, con grilletes en las manos y los pies.

Era un obrero valiente, espontáneo, elocuente y claro. A muchos les parecía increíble que Cuevas y su gremio dijeran sin eufemismos la verdad de los trabajadores cuando el crimen, las desapariciones, los campos de concentración eran —y son— la moneda corriente de Pinochet. Fue elegido Secretario General de la Federación de la Construcción a comienzos de septiembre de 1973. Cuando vino el golpe decidió que ese local sindical no cerraría sus puertas, que continuaría funcionando normalmente. Al comienzo no iba nadie. La policía hacía redadas en los sindicatos, asesinaba allí mismo a algunos obreros, los más eran detenidos, encerrados en el Estadio Nacional como primera estación antes de ser distribuidos en campos de concentración. De todas maneras Cuevas pidió una entrevista con el Subsecretario del Trabajo de la dictadura. Un periodista le preguntó en la antesala qué diablos hacía allí y Cuevas contestó: «Se vence el tarifado de la construcción y venimos a exigir otro». Naturalmente sabían que no iban a obtener tarifado ni nada pero era necesario demostrar que estaban ante una dictadura antiobrera ya que algunos gremios habían caído en la trampa de la desestabilización del gobierno de Allende y creían todavía que los militares golpistas estaban por encima de los intereses de las clases.

El gremio de la construcción resultó impenetrable para el régimen de Pinochet. Fue el primero que organizó una asamblea pública sindical en el Teatro Caupolican en 1975. Allí Cuevas denunció los campos de concentración, las torturas y cómo centenas en el carbón, en Tocopilla, en Antofagasta, en los cordones industriales de Santiago. Lo detuvieron y estuvo preso hasta fines de 1975 en «Tres Alamos » y «Puchuncaví». A quienes iban a verlo les decía: «Cuando salga de aquí me hago cargo de nuevo de la Presidencia de la Federación». Así lo hizo, sin pelos en la lengua, desafiante e incansable. Le decían «el loco Cuevas» ¿era acaso una locura disparar desde una barricada a todos los aparatos de terror y fuego de una implacable guerra interna contra el pueblo?

Su historia era parecida a la de todos los obreros chilenos. Era hijo de campesinos y nació en un latifundio de la provincia de Aconcagua el 24 de mayo de 1937. Casi no fue a la escuela. Aprendió a leer y escribir en sus dos únicos años escolares.Sus primeros años transcurrieron en la ciudad de Quillota. A los 12 empezó a trabajar como repartidor de paquetes de un almacén del pueblo. Después fue obrero textil de «Rayón Saíd» la fábrica más grande de allí. Ingresó a las Juventudes Comunistas, donde «más bien nos dedicábamos a cantar y a bailar pero donde aprendí algo de marxismo y fue una buena experiencia». Lo despidieron de la fábrica textil y encontró un nuevo trabajo en la construcción del edificio de la Caja de Ahorros de Quillota. Fueron sus comienzos en un gremio que no abandonó hasta el fin. Se convirtió en un experto «maestro estucador». El oficio es agotador pero le gustaba. Siempre se negó a ser un burócrata sindical y siguió en sus labores pensaba que sólo se pueden entender los problemas de los trabajadores cuando se viven en carne propia.

Se fue al norte, a Tocopilla Allí empezó a ser dirigente del gremio y lo eligieron, además, como encargado juvenil de la CUT. Conoció a Claudina García, «que le dedicaba la mayor parte de su tiempo a la lucha pero no era ninguna beata». La fue «tomando en serio de a poco». El primer hijo nació en Tocopilla y se habrían quedado allí para siempre si no se hubiera instalado el brazo mecánico para las faenas de embarque del salitre, que desencadenó una gran cesantía y obligó a la emigración a otros lugares a centenares de obreros.

Se fueron a Antofagasta donde todavía se construían casas y edificios Durante diez años fue dirigente del gremio y al mismo tiempo secretario regional de la CUT. En 1969 sus responsabilidades sindicales lo obligaron a trasladarse a Santiago. Eran los comienzos de la campaña electoral de la Unidad Popular, de los grandes desfiles con Allende a la cabeza, de las canciones de Víctor Jara y Violeta Parra. Los dirigentes de la construcción fueron después a La Moneda y por primera vez hablaron mano a mano con un Presidente de la República. Era un signo de los nuevos
tiempos. La CUT era parte importante del proceso y apoyó —a pesar de algunos opositores— con entusiasmo al gobierno popular.

Cuevas tenía un estilo nuevo Dialogaba de verdad con sus bases. Agitaba el dedo y se dirigía a los que no hablaban o a los que tenían fama de «jodidos». ¿Y tú que opinas? —les preguntaba. Desataba las lenguas aunque éstas fueran disidentes porque así le parecía que tenía que ser la democracia sindical.

No tenía pretensiones de líder y algunos lo consideraban muy «desbocado» para hacer bien su papel aunque era peleador como nadie para defender las reivindicaciones de los asalariados de la construcción, siempre amenazados de cesantía porque los trabajos eran temporales y a los empresarios no les convenía tener operarios de planta con las regalías de la previsión y las leyes sociales.

Pero la dictadura asesinó o hizo desaparecer o envió al exilio a los viejos cuadros. Cuevas dijo que nadie lo movería de Chile. Y apareció a plena luz cuando las papas ardían. El primer paro de larga duración lo realizaron en 1982 los obreros de la construcción de Colbún Machicura. Cuevas estuvo a la cabeza de ese movimiento que se prolongó durante meses y que terminó con toda la victoria que era posible bajo la dictadura. Habia que sacarlo de en medio Y el pretexto fue una convocatoria a un acto en la Plaza de Artesanos en diciembre de 1982 Fueron expulsados del país Cuevas, Manuel Bustos y también el rico agricultor triguero Carlos Podlech que era de derecha y amigo en otros tiempos del dictador. Podlech volvió casi de inmediato y Bustos fue autorizado a hacerlo algunos meses después. Cuevas demoró dos años y siete meses en obtener la autorización para regresar.

En la República Democrática Alemana los médicos descubrieron que sus frecuentes dolores internos eran el aviso de un cáncer irremediable. A pesar de los piadosos ocultamientos Cuevas adquirió cabal conciencia de su muerte a corto plazo. Pero nunca admitió eso públicamente Lo importante era imponer su regreso por la lucha. Lo consiguió, y estamos seguros que murió sin congoja.

Luis Alberto Mansilla es periodista , dirige el Boletín de la Central Unica de Trabajadores (Comité Exterior). Vive en Berlín (R.D.A)

Fuente: Revista Araucaria de Chile- N° 32- 1985

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