La secuencia de acciones por lo menos preocupantes, y en algun sentido hostiles, en nuestras fronteras nortinas debe ser materia de un análisis urgente, pero sereno por nuestras autoridades y la opinión pública nacional, en particular desde el área política gubernamental y estatal, diplomática y de la seguridad.
Tras las sentencias de la Corte Internacional de La Haya sobre el limite marítimo con Perú, que nos fue claramente desfavorable, y el rechazo a la posición chilena que pedía que el tribunal se declarara incompetente para conocer el contencioso de la demanda de Bolivia de una salida soberana al Océano Pacífico, se han sucedido hechos que exigen respuestas nacionales creadoras frente a un escenario, que además, en el ámbito internacional y sobre todo de la región, se muestra poco propicio a los mensajes y argumentos entregados por nuestra cancillería.
La creación mediante una ley aprobada por el Congreso del Perú del distrito Yarada-Los Palos, al sur de Tacna, fijando el llamado punto Concordia como inicio del límite terrestre entre ambos países, incluyendo el “triángulo terrestre”, dio un paso más a un nuevo contencioso y punto de fricción entre ambos países.
Las sucesivas declaraciones y actos unilaterales de las autoridades limeñas, constituyen actos claramente hostiles, que vistas desde una perspectiva de escalada pueden conducir a límites peligrosos y sin retorno.
Por otro lado la incursión el miércoles 4 de noviembre, de efectivos militares peruanos armados en las inmediaciones del Hito 1 de la zona fronteriza, negado por Lima pero confirmado por fotografías, adquiere carácter de provocación, bélicamente una incursión de observación “en combate”, y no puede ser interpretada sino como acciones de un libreto belicista.
El ataque y robo el miércoles 20 de octubre, a trabajadores chilenos en el sector de Portezuelo, Región de Tarapacá a solo 400 metros de la frontera con Bolivia, (zona del Hito 60), resulta también, preocupante, ya que se trata de acciones de común ocurrencia en esta frontera, y que también reúnen característica de acción armada, provocadora, que superan el carácter de meramente delictivo.
Ello ocurre cuando el Gobierno de La Paz desarrolla una exitosa estrategia política internacional en procura de apoyos, o por lo menos de una “neutralidad favorable” a sus demandas de salida soberana al Océano Pacífico, por territorios de jurisdicción chilena.
Entonces, tenemos problemas en el Norte.
En el ámbito interno se trata de un escenario que genera inseguridad e incertidumbres en el país, y que demanda de una actividad diplomática, política y de seguridad acorde con los desafíos del momento y que prevenga y prevea los escenarios posibles a futuro.
Y donde se pondrá a prueba la responsabilidad, y las capacidades de los políticos que conducen el Estado y las instituciones, y el liderazgo de los conductores o líderes de opinión.
Nada más funesto en estas circunstancias que la tentación patrioterista o populista de la cuña periodística retumbante, el titular agresivo, que busca sacar provecho de la circunstancia sin tomar en cuenta los efectos.
El diputado Renzo Trisotti, de la derechista Unión Demócrata Independiente (UDI), buscando sacar provecho político interno, acusa al Gobierno de que “al parecer no ve o no le interesan los problemas de seguridad ni en las ciudades ni en la frontera”, y , claro, insta a que “se incluya al Ejército en las labores de protección de las fronteras”.
El Mercurio apunta, editorialmente, que “la prudencia no se contrapone con plantear las consecuencias provenientes del incumplimiento de las obligaciones peruanas, con reforzar la vigilancia y custodia fronteriza para prevenir nuevas avanzadas militares de ese país y con limitar los lazos oficiales hasta que se restablezca la confianza, si así lo deciden las futuras autoridades del Perú”.
Otras voces aportan en calentar los ánimos.
El diputado y miembro de la Comisión de Relaciones Exteriores de la cámara, Jorge Tarud (PPD) sostiene que Perú “está buscando un incidente fronterizo”.
El senador Juan Antonio Coloma, (UDI) acusa a Perú de “un acto inmoral e ilegal destinado a exacerbar los conflictos”.
El canciller Heraldo Muñoz, señaló por su lado: “No seremos tímidos en resguardar nuestra soberanía territorial en la frontera con Perú”.
En tanto el ministro del Interior, Jorge burgos, en relación al incidente del 4 de noviembre, indicó que “la suma de imprudencias puede convertirse en una cosa bastante intolerable”.
Entonces tenemos, de verdad, problemas en el Norte.
Por ahora en el terreno de la diplomacia, de “incidentes” fronterizos y de los dimes y diretes pues en Bolivia y Perú tampoco se quedan atrás en adjetivos o mensajes oblicuos.
Y es en este cuadro sensible, donde resulta por lo menos discutible, no tanto la realización del ejercicio militar, ”Huracán 2015”, en Pozo Almonte, en las cercanías de la frontera con Perú y Bolivia, unos 300 kilómetros al norte y otros tantos al noroeste, (casi una distancia táctica), sino la oportunidad política de escenificarlo.
En esencia, resulta lógico que el Estado Mayor Conjunto de las FF.AA. de Chile ensayen o simulen coordinaciones operativas y tácticas, de operaciones bélicas -esa es su razón de ser- y es lo que hacen cotidianamente, por lo demás, sus pares de Bolivia y Perú, para el caso.
Pero este tipo de simulacros, no puede dejar de tener en consideración las realidades políticas nacionales e internacionales del presente y sobre todo de un eventual escenario a futuro.
No se trata de caer en la ingenuidad de creer que este tipo de ejercicios son una excepción o atributo de un supuesto o real militarismo o agresividad de un país o de una doctrina bélica, pero sin duda la circunstancia, el momento político y sobre todo el escenario internacional, obliga a la prudencia.
Sobre todo si ello va acompañado de una actitud vociferante y arrogante en determinados círculos políticos, de gobierno o líderes civiles, que yá hicieron un pésimo favor a los argumentos y posición internacional de Chile en los diferendos con Perú y con Bolivia en el Tribunal Internacional de La Haya.
Es en este terreno donde en particular se debe demandar serenidad, pero sobre todo creatividad en la búsqueda de soluciones a las controversias, y no dejar que las controversias se transformen en conflictos, y estos en crisis.
A lo mejor si buscamos exponer nuestras razones con un constructivo espíritu de integración latinoamericana, de respeto con nuestros vecinos, con consideraciones políticas en lugar de las mercantiles, con principios de fraternidad en lugar de pretensiones de superioridad, podríamos generar un mejor clima para las necesarias negociaciones que destraben y zanjenr las diferencias.
Quizás eso podría ser tenido en cuenta por los estrategas de nuestra diplomacia, evitando esa tentación autosuficiente de pretender superioridad sobre el resto, lo que nos aísla y nos hace débiles.
Por Marcel Garcés Muñoz
Director
Crónica Digital
Santiago de Chile, 11 de noviembre 2015
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