El cónclave del 13 de enero de los dirigentes de la Nueva Mayoría y los ministros del Comité Político, convocados por la presidenta Michelle Bachelet, en el Palacio de Cerro Castillo, no estuvo exento de tensiones entre los participantes.
Al mismo tiempo, el llamado a la lealtad y unidad y al compromiso con el programa de Gobierno en la coalición gobernante fue explícito y correspondió a la gravedad de la situación interna- una verdadera crisis- y a la magnitud de los desafíos presentes y futuros.
El ambiente de la reunión, la primera de esa amplitud de un año particularmente complejo y desafiante para el bloque de gobierno, como era natural no era cómodo, sobre todo tras el extraño episodio del viaje presidencial a La Araucanía, la rabieta del ministro del interior, Jorge Burgos y al mensaje implícito en los gestos para que deje de creerse Primer Ministro, el franco paso a la oposición de un sector de la DC ( con el panfleto de los 26 y “fuego amigo” de otros “príncipes”), las declaraciones -consideradas por algunos, por lo menos inoportunas de la diputada comunista, Camila Vallejo, y hasta el inocultable adelantamiento de la contienda presidencial de otros próceres.
La presidenta, según su ministro Secretario General de Gobierno, Marcelo Díaz, quiso darle un carácter de franqueza a la reunión, quiso calmar las aguas turbias de las desconfianzas, de las animosidades y los dimes y diretes agresivos, al mismo tiempo que demandar unidad, cohesión y hasta buenos modales en el enrarecido escenario oficialista, y proponer un programa positivo, una perspectiva estratégica a la acción y objetivos del bloque.
Claramente, nadie sobra en la Nueva Mayoría. Y todos deben cuidar tanto la unidad política como los modales y no dejar espacio a los sectarismos y altanerías.
Tras la reunión, hay que decirlo sin embargo, no hay certezas de que se hayan logrado todos los objetivos, aunque todos concordaron que del cumplimiento de los objetivos políticos presentes dependerá la continuidad del proyecto de la Nueva Mayoría y su propia subsistencia como coalición de gobierno o fuerza determinante en el futuro del país.
En el cónclave se estableció que las elecciones municipales de octubre próximo son un gran desafío a la credibilidad, en este caso del Gobierno y de la Nueva Mayoría y que los candidatos de la coalición van a concentrar de alguna manera la desconfianza, el rechazo a la clase política en general, que se está expresando en las encuestas de opinión pública, las que concuerdan en gran medida con los estudios propios del gobierno.
Los muestreos advierten sobre el alto nivel de desprestigio de la clase política, anunciando una abrumadora cifra de abstención que constataría el desapego – en particular de los jóvenes- no solo con la política y los políticos, sino con la propia institucionalidad democrática.
La Moneda, sometida a fuego artero y abrumador por parte de una Derecha para la cual los comicios son también un desafío crucial y vital para su “reinvención” y “blanqueamiento”, tras su desmoronamiento moral y corrupción de 2015, anuncio que hará lo suyo, para avanzar en el proceso de reformas, y de difusión de sus beneficios en la ciudadanía.
Pero al mismo tiempo se advirtió que los partidos de la Nueva Mayoría tienen una responsabilidad irrenunciable en la defensa del Gobierno, y que las conocidas reticencias, subterfugios o dilaciones frente a las reformas, y otras iniciativas del gobierno, no solo entorpecen los trámites legislativos, sino que entrampan y boicotean el cumplimiento de un programa, cuya adhesión por parte de los ciudadanos le dio el triunfo a la coalición en los comicios de 2014, y les otorgó la representatividad parlamentaria, gubernamental y política que ostentan.
Se trata de hablar con franqueza
Y nadie tiene la varita de la virtud o de la verdad, o algún derecho hegemónico por derecho divino o por la pretensión de ser el representante del pueblo o de la Patria, herederos de la democracia o de la historia.
La coalición de la Nueva Mayoría es una experiencia política notable en la historia chilena, surgida de una necesidad histórica y expresa una transversalidad y diversidad ideológica y política, una trayectoria y una experiencia histórica concreta y diversa.
Y entiende que en los próximos meses- o sea en el tiempo presente- se va a definir no solo su permanencia, las responsabilidades de gobierno, sino si Chile podrá contar con una coalición que garantice la democracia, los derechos de los ciudadanos, el progreso social y una cultura de la libertad frente a la amenazante perspectiva de la involución, del retroceso, de la revancha derechista, de los nostálgicos del totalitarismo dictatorial, del lucro en la educación, y de la colusión de los empresarios contra los derechos y las necesidades del consumidor.
El cónclave de la Nueva Mayoría y el equipo político del 13 de enero ha hecho un diagnóstico de una situación preocupante y ha mostrado un camino para enfrentar los síntomas evidentes de las dolencias en el cuerpo político propio y el malestar del país.
Ahora todo depende si el tratamiento será el adecuado y oportuno, si los pacientes lo asumen con la responsabilidad y con la urgencia necesaria.
La pelota, por así decirlo, está en el campo propio y no hay tiempo que perder ni excusas para justificar la inacción.
Por Marcel Garcés Muñoz, director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 18 de enero 2016
Crónica Digital