El Chile del 2016, y su agenda político social: el proceso constituyente, la reforma laboral y educacional, los nuevos pasos en Salud Pública, lucha contra la corrupción, la defensa del medio ambiente, de los derechos previsionales y otros temas pendientes, la transparencia y la descentralización, trae un escenario de agudización de las contradicciones políticas y sociales.
El país, su sociedad, vivirá un objetivo e inevitable escenario de confrontación entre las fuerzas del cambio y los nostálgicos de la dictadura de Augusto Pinochet y de su modelo conservador de la economía de mercado.
De una parte está el gobierno y su coalición, cuya cohesión interna y hasta sus propósitos programáticos aparecen en una situación comprometida, con diversos y contradictorios énfasis y hasta contenidos, que han forzado a La Moneda a intentar poner orden.
Habrá que esperar si los llamados de atención de la Presidenta a los líderes de la Nueva Mayoría a un mayor y mejor compromiso político con el gobierno y con un proyecto de futuro, surten el efecto deseado por La Moneda.
Como se ha constatado, en estas últimas semanas se están viviendo dificultades en la convivencia interna, entre el Partido Democratacristiano y el Partido Comunista de la Nueva Mayoría, diferencias en los ritmos de aplicación del programa, y tendencias centrípetas insoslayables entre quienes buscan como perspectiva estratégica la mantención del bloque post Bachelet y proyecta el proceso de cambios hacia el futuro, y quienes buscan un nuevo esquema de alianza política y coquetean hacia la derecha.
En la trinchera contraria (y la terminología militarizada la utilizan ellos, por una vocación irrefrenable) la derecha política y económica pasa a la ofensiva, con el claro propósito de transformar los comicios municipales de octubre, en la gran batalla que abra el camino hacia la recuperación del poder presidencial, con el reagrupación y remozamiento de sus partidos tradicionales, donde los “coroneles” aparentan ceder el protagonismo a sus jóvenes retoños.
La estrategia derechista es, para decirlo con palabras del presidente de RN, Cristián Monckeberg, es “no dar respiro” al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet.
La Unión Democrática Independiente (UDI), Renovación Nacional(RN), “Alianza por Chile” han dejado atrás sus remilgos a un partido único de la Derecha y han acordado, junto a sus retoños de Evopoli, blanquearse tras la colusión dinero-política, es decir grandes empresas y partidos y presentarle a los electores una nueva marca: “Chile Vamos”.
Junto a ellos, están los gremios empresariales tradicionales, los protagonistas de la colusión de los pollos, las faramacias, del papel confort, y otros, también se han alineado en la beligerancia política.
En el escenario de la derecha política y empresarial, destaca con un rol protagónico el ex presidente y gran fortuna empresarial chilena, Sebastián Piñera, quien ordena y alinea a sus huestes en cada sector de la derecha, los convoca- con todos los gastos pago-o a sus centros de estudio, a su fastuosa mansión del Lago Ranco, o al Parque Tantauco, recorre el país como candidato en plena pre-campaña, o desarrolla una estrategia de figuración internacional.
Por otro lado, participa de la misma estrategia de oposición a la Nueva Mayoría y al gobierno de la presidenta Michelle Bachelet, una nueva plataforma desde una posición liberal de centroderecha, en calidad de “tercera posición”, bajo el nombre de fantasía “Sentido Futuro”, y donde han encontrado cobijo el ex ministro de Hacienda del primer periodo de Bachelet, Andrés Velasco, (Ciudadanos, ex Expansiva y ex Fuerza Pública)), la senadora Lily Pèrez (ex Renovación Nacional) y los diputados Joaquín Godoy y Pedro Browne( Amplitud), y Cristóbal Bellolio y Davor Mimica (Red Liberal).
Pero el 2016 tiene además de la batalla electoral municipal tiene también una pesada herencia que es imposible eludir en el cuadro político social y moral del país. Y que puede generar hechos políticos peligrosos para la institucionalidad democrática futura.
De una parte está la innegable crisis política y moral de proporciones que ha minado la confianza, la credibilidad de los ciudadanos en las instituciones del Estado, los partidos y los políticos, los empresarios y las Fuerzas Armadas y policiales, los Tribunales, las Iglesias.
Los escándalos puestos en el tapete del juicio público, han llevado al banquillo de los acusados, a ministros, senadores, diputados, políticos a los dueños y principales ejecutivos de los principales y todopoderosos clanes empresariales, obispos y cardenales, generales, despojándolos de esa suerte de manto de impunidad que les daba, hasta ahora, su pertenencia a la elite dominante.
Nuevos términos se han instalado en los medios de comunicación, en la opinión pública, en el sarcasmo de la crítica, y hasta en los escenarios del humor callejero: boletas ideológicamente falsas, colusión, milicogate, el pentagate y el vinculo corrupto entre el dinero empresarial y la política, el caso Caval, el tráfico de influencias, los curas pedófilos y la escandalosa colusión de las farmacias, del pollo, y del papel confort.
No caeremos en la ingenuidad de considerar que en el año 2015 los chilenos perdieron la inocencia y descubrieron la inmoralidad de un sector de los políticos y de los empresarios y de figuras de la elite.
Pero lo cierto es que el nivel de descaro, complicidad e impunidad ha llegado a un nivel inaceptable para la sociedad en general.
Los analistas suponen, y es justo esperarlo, que los ciudadanos castiguen a los corruptos, en las elecciones municipales del 23 de octubre próximo, y rechacen en las urnas el intento de blanqueamiento y de impunidad que intentan los partidos de la Derecha.
El centro de la contradicción se ubica entre los demócratas y los neoliberales, entre quienes busca ampliar los derechos de los chilenos, defender y profundizar la democracia, y aquellos nostálgicos del autoritarismo y predicadores del lucro, de la educación como bien de consumo, de los monopolios, la colusión empresarial, la ganancia como meta, modelo y práctica.Por Marcel Garcés Muñoz
Director
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Santiago de Chile, 29 de enero 2016
Crónica Digital