Sorpresa, humillación, baile o abuso. Elija usted el concepto. Ni el más optimista hincha acérrimo de la ‘Roja’ o el más pesimista del ‘Tri’ habrían pronosticado una superioridad tan amplia en el marcador y en el juego mismo. Si bien se podía criticar cada aspecto de cómo Pizzi dirige a la selección, no se puede negar la perfección hecha 90 minutos.
El encuentro frente a México por los cuartos de final de la Copa América Centenario ‘vale’. Digo esto ratificando mi opinión expuesta en otras ocasiones, no es un torneo de tanta relevancia, pero la historia con los aztecas es distinta. Los dos últimos enfrentamientos por los puntos entre ambos elencos tuvieron a un equipo alternativo desde la vereda rival. Sólo se había jugado en amistosos con la “crème de la crème” y esta oportunidad era propicia para demostrar de qué está hecho el equipo chileno en la actualidad.
México clasificó primero del grupo ‘C’, llevaba 22 partidos oficiales invicto y con Juan Carlos Osorio sólo habían recibido dos goles en 10 cotejos. Las estadísticas descritas para una selección con tradición y calidad futbolística no son casualidad. Era un complejo desafío, a pesar de la insistencia de los expertos norteamericanos en lo ‘equivocado’ que estaba Osorio en sus prácticas respecto a la estrategia –rotar el equipo y no repetir la formación-. Más de 60 mil hinchas fervientes del ‘Tri’ se hacían sentir, pero los 11 elegidos no se dejaron aminorar, reflejando intensidad, orden táctico, coraje, espíritu colectivo y un hambre insaciable.
La selección chilena tuvo muchos puntos altos, demasiado altos. Quienes seguimos al equipo no estamos acostumbrados a ver goleadas de tal magnitud, una diferencia tan abismal como se mostró el sábado. La defensa estuvo segura, el mediocampo arrasó en la presión y la delantera embocó casi todo, lo que suena extraño al pensar las ocasiones perdidas que pudieron aumentar el marcador a un 11-0. No es descabellado pensar en que todos hicieron un partido maravilloso, sumando una gran lectura desde el banco por parte de ‘Macanudo’.
Dejando de lado la armonía y magnificencia que puede transmitir el revisar una y otra vez el doblete de Edson Puch, el tanto de Alexis Sánchez y el póker de Eduardo Vargas, hay que calmar las aguas. La semifinal frente a Colombia será más dura, obviando los traspiés que vienen dando los ‘cafeteros’ en sus recientes encuentros (derrota frente a Costa Rica y empate con Perú definido por los penales). José Néstor Pekerman esperaba el rival que salía de la paliza propinada por Chile a México, y seguramente prepara la logística en virtud de neutralizar todo lo que puede realizar el juego colectivo chileno, partiendo por los vitales roles en el medioterreno.
Arturo Vidal no estará presente y Marcelo Díaz está en duda. Charles Aránguiz ha subido el nivel pero no puede encargarse de la tarea solo. Si Colombia repite lo que hizo en el Estadio Nacional en noviembre pasado, la cosa se puede complicar bastante. La disposición de la ‘Roja’ en el cotejo anterior puede ser muy interesante para contrarrestar la presión ‘cafetera’ a los mediocampistas, la utilización de las bandas como pista de carrera y las diagonales de sus veloces delanteros. Saber dosificar el físico es fundamental, así se puede evitar un descalabro defensivo que no está presente en la mente de nadie en el país. Ese es el problema de las victorias así, el precipicio es más alto.
‘Macanudo’ deberá definir si Fuenzalida ganó su puesto por sobre Isla, además de mantener la humildad en un grupo que retomó la confianza (defensiva y ofensiva marcada por los referentes). Pareciera que encontró la fórmula ofensiva con Puch, Vargas y Sánchez. Si lo que va a mostrar Chile de ahora en adelante en su juego es esto, que se mantenga. Pizzi suspiró cada vez más hondo con cada ‘pepa’ nacional, se le notaba con una sonrisa más grande que la del ‘Grinch’. Si continúa tranquilo y con ideas claras, conseguir el objetivo de los muchachos (reeditar el título del año pasado) está cada vez más cerca. Se cantó al ritmo de los mariachis y esperamos bailar una sabrosa cumbia…
Por Vicente Vásquez Feres
Crónica Digital, 21 de Junio 2016