Los chilenos parecen transitar entre la desilusión y la indolencia. Vivimos en el país donde los niños bajo la custodia del Estado, vegetan “a medio morir saltando” o sencillamente fenecen por defecto o incapacidad de subsistir dentro del negocio de la pobreza.
Consideramos anecdótico y novelesco que la Superintendencia de Pensiones autorizara la creación de las AFPs Argentum y Metlife Acquisition Co. Cuya vida útil de siete días, tuvo un solo propósito, permitir ser fusionadas por las AFPs: CUPRUM y PROVIDA. En dicha operación legal, se generó un daño al fisco, a todos los chilenos, por la módica suma de 260.000 millones de pesos, esa decisión técnica de corte económica y leguleya, permite a los controladores de ambas empresas, estar muy conformes con el rigor y determinación de nuestros funcionarios, siempre comedidos y diligentes, a la hora de custodiar los intereses de la patria.
Se observa con resignación desde los guetos de Pudahuel, Puente Alto, Pedro Aguirre cerda o desde las regiones castigadas por la cesantía, las andanzas del cabo Juan Carlos Cruz –quien ni corto ni perezoso- donó a las máquinas tragamonedas 2.300 millones de pesos, provenientes de los Fondos Reservados del Cobre, destinados a las Fuerzas Armadas, eso a modo de bocadillo: porque de los billetes extraviados entre medallas, sables y corvos, todavía no se emiten cifras con respaldo.
Mi vecina jubilada del servicio público, eso sí, lejos de los montos de DIPRECA, me pide que integre en este artículo el precio desvergonzado de algunos productos, las paltas superan los cuatro mil doscientos pesos el kilo; las naranjas, las clementinas, los limones, todo por sobre los mil pesos y con leves rebajas en las ferias, donde la colusión ya está instalada, repite nerviosa. Me cuenta la veterana que el dueño del boliche al escuchar su reclamó, la serenó diciendo “todos los años en estas fechas es lo mismo” por lo tanto no hay razón para asombrarse, a lo que ella argumentó que en su caso -la pensión era la misma- y que a ese ritmo, iba a terminar sus días a dieta forzada.
Cuando enciendo el televisor y detengo el control en los noticiarios, imagino una especie de Night Club cuico, donde la élite económica, política, religiosa y militar se empelota, enredándose en una orgía decadente, por donde circulan: cabrones, proxenetas, golfas, sindicalistas llorones, moscas muertas, relamidos integrantes de los Legionarios de Cristo, agnósticos y ateos, todos fieles seguidores de la sabia Raquel Argandoña “con plata baila el monito”. Por sus pasillos desfilan tecnócratas, funcionarios, lobistas, candidatos a cualquier cosa, revolcándose hasta saturar a los espectadores, en el ciclón millonario.
Desde el epicentro de la farra -tanto antagonistas como defensores del gobierno, llaman a la responsabilidad. Apuntan con el dedo la insolencia de los estudiantes, porque el proceso de reforma educacional se desarrollará a ritmo lento y “comulgando con ruedas de carreta”. Vodka naranja en mano, unos y otros increpan a los revoltosos. Afirman que hay que tomar en consideración a los que no pueden marchar, usando como ejemplo a las víctimas del SENAME. La derecha refuerza el argumento, insistiendo en las “mayorías silenciosas” y acusando al gobierno de generar falsas expectativas y de darle mucha bola a “chascones y encapuchados”. Luego de pedir más hielo a uno de los periodistas, el representante conservador las emprende contra la palabra sindicato, por su perfil siniestro; porque su uso divide a los chilenos, el país sería mucho más exitoso si ese término fuera extirpado de nuestros textos legales, explica a los televidentes, para luego pedir disculpas (pues por protocolo del Night Club) es su turno en el baile del caño.
Con imperecedera paciencia, los usuarios del TranSantiago cultivan su rollo voyerista, incentivados por la incansable repetición impúdica y casera del contubernio entre empresariado y política. El cachondeo de billetes desparramados, incentiva la fantasía y el hábito masturbatorio, cuyo punto de fuga tiene su versión precoz en la compra compulsiva de boletos de lotería. Hasta ahí el realismo sucio.
Mientras la Unidad Popular fue una fiesta de la primavera, donde los rotos tuvieron su intervalo de jolgorio, la dictadura impuso su ritmo de estado de sitio a moros y cristianos. En cambio la transición pos-dictatorial, instaló su idea de exclusividad, compadrazgo y exclusión, siendo “oleada y sacramentada” desde la catedral: así se generó la ecuación perfecta del lenocinio selecto.
Los dueños de la covacha y sus exclusivos concurrentes, no tienen ningún interés en restringir su sagrado derecho a la diversión. Las voces críticas que surgen desde la Nueva Mayoría como desde Chile Vamos, son ágilmente opacadas. Tampoco existe dentro de esos grupos la capacidad de abrirse un camino propio, no está dentro de sus expectativas borrar del mapa, la geografía política existente. Para ser precisos, no están dispuestos a enfrentar el destierro por sepultar al colonizado PS-PPD -y en la vereda opuesta- es exiguo el atrevimiento que exhiben los nuevos liderazgos, a la hora de preparar el funeral de los UDI y RN.
El cuadro político es inestable, para algunos analistas la crisis anuncia el fin del modelo neo-liberal impuesto, para otros en cambio, se debe volver a la oscuridad de los acuerdos de la élite, reinventando su discurso de castidad emprendedora. Buscan con impotencia nuevos acólitos, apelan a los conversos, por si logran re-encantar a la siempre apetente clase media, pero las consecuencias del festín desnudo todavía escapan a cualquier medición. En lo inmediato continuarán las escaramuzas, las acusaciones cruzadas, el cuerpo a cuerpo de las corrupciones y abusos, táctica opositora que mantiene al gobierno paralizado. Los daños colaterales generados por la refriega son tan palpables, que las principales reformas se han ido desfigurando hasta volverlas ininteligibles, para sus propios partidarios. La reforma laboral, es en ese sentido paradigmática. En el mediano plazo, las elecciones municipales nos concederán un primer y sustancial apronte, sobre el nuevo mapa del poder local y su impacto innegable, en las candidaturas presidenciales. Las fuerzas políticas y sociales que salgan fortalecidas o derrotadas, dependiendo de los grados de abstención, tendrán que sopesar el nuevo escenario, donde la sospecha tiene cimientos profundos, todavía no existen los sectores que desde esa cotidianidad, sean capaces de re-constituir un tejido social y político confiable, con posibilidades de transformarse en alternativa de poder.
En esta atmósfera de desolación, seguro por impotencia, se han venido generando discursos que en el amplio margen de la exposición de ideas, tienen todo el derecho de existir, pero que nos alerta sobre los niveles de ceguera de los llamados “profesionales de la política”.
A modo de ejemplo, la pedantería de cuestionar la representación de las organizaciones sociales, estudiantiles o de otro tipo, cuando en las primarias pagadas a costa del Estado, los partidarios de uno y otro sector tuvieron la oportunidad de elegir a sus abanderados; y la realidad es que los votantes brillaron por su ausencia, no se puede públicamente validar una manera y castigar otra, cuando ambas sufren la misma enfermedad, cuyos síntomas son la indiferencia o comodidad, amparadas en una cultura que desprecia las formas colectivas de organización.
Resultan intolerables, los fofos discursos de preocupación por instituciones del raquítico Estado, que luce en su panza desnutrida, las carencias del SENAME, cuando no ha existido, ni existe una real impaciencia por mejorar las condiciones de vida de esos niños y niñas, víctimas de la indolencia, del clasismo, del apartheid social y educativo al que han sido sometidos ellos y por extensión sus familias. Más repulsivo, es culpar a los que se movilizan, a los que han podido desarrollar un proceso de conciencia y que piden a gritos, la presencia del Estado y de sus instituciones. Podemos cuestionar sus métodos, algunos tendrán todo el derecho de acusarlos de añorar Cuba o la ex-Unión Soviética, pero lejos de las caricaturas, está la intensión de interrumpir la orgía decadente de esta élite económica, política, militar y religiosa, costeada con el trabajo de generaciones de chilenos.
Por Omar Cid
Crónica Digital, Santiago 24 de julio 2016
El puño en el ojo a sectores amigos y enemigos. Un buen texto Don Omar.
Buen texto..se aplaude su claridad conceptual….