Ellas solo necesitan ser convocadas y tenidas en cuenta para revolucionar su entorno y una década puede ser suficiente para asumir el reto de eliminar desigualdades, llevar bienestar a la mesa, prosperidad en la familia, armonía y paz en las comunidades.
‘Alcanzar la igualdad de género y empoderar a las mujeres no solo es lo correcto; es un ingrediente crucial en la lucha contra la pobreza y el hambre’, definió José Graziano da Silva, director general de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
La propia FAO en sus estudios concluye que la migración a los centros urbanos, incluso los conflictos militares y de otra índole, provocan un rápido aumento del número de familias rurales cuyo jefe de hogar es de facto una mujer.
Empero, en su inmensa mayoría carecen de poder social como madres solteras, viudas, divorciadas, esposas de trabajadores migrantes, ancianas y enfermas.
En general están impedidas de tomar decisiones y en el peor de los casos tampoco disponen de representación en el gobierno de las comunidades, además de que cada vez tienen menos seguridad individual en el marco de la legislación tradicional.
Con demasiada frecuencia, los derechos que pueda tener una mujer quedan a merced de la voluntad de los familiares varones. Si son solteras, divorciadas o viudas terminan muchas veces dependiendo de parientes lejanos.
Según la FAO las mujeres campesinas, en particular, son las responsables de la mitad de la producción alimentaria mundial y generan entre el 60 y el 80 por ciento de los alimentos en la mayor parte de los países en desarrollo.
En esas naciones ellas representan cerca del 43 por ciento de la mano de obra agraria, encargadas no solo de la cadena de valor agrícola de sus comunidades, sino también de producir, procesar y preparar los alimentos que se llevan a la mesa en sus hogares.
Por ejemplo, añade el ente de la ONU, en el África Subsahariana y en el Caribe, ellas producen hasta el 80 por ciento de los alimentos básicos, mientras en Asia, entre el 50 y el 90 por ciento del trabajo en los arrozales es realizado por mujeres.
Tras la cosecha, las féminas agrícolas de las naciones en desarrollo son casi las únicas encargadas de las actividades de almacenamiento, manipulación, comercialización y elaboración.
En resumen, las mujeres rurales, granjeras y trabajadoras agrícolas, horticultoras, comerciantes en los mercados, empresarias y líderes de sus comunidades constituyen más de una cuarta parte de la población mundial. Además, rodean, abrigan y le dan vida a las otras tres cuartas partes de los habitantes del planeta.
En su propuesta de empoderarlas para provocar el cambio, expertos aseguran que apenas provocando un progreso en el acceso de ellas a la educación, incluso desde edades tempranas, garantizaría un aumento del 43 por ciento en la seguridad alimentaria.
DOS CAMINOS COMPLEJOS PARA EL CAMBIO: MUJER Y MEDIO RURAL
En el evento de alto nivel ‘Sumémonos a las mujeres rurales para poner fin al hambre y a la pobreza’, realizado a finales de este 2016 en la sede de la FAO, aquí en Roma, se abordaron las causas estructurales y las consecuencias de las desigualdades de género en las áreas rurales.
De igual modo fueron identificados los principales desafíos y las oportunidades en los que las féminas vinculadas a la agricultura, la ganadería, la pesca, pueden contribuir a transformar su entorno. Luego entonces, 2017 pudiera ser un año decisivo en esta batalla.
Es sabido que la pobreza extrema tuvo en los últimos años una sensible reducción, pero en las zonas apartadas, en el campo, todavía es muy aguda y donde se concentra el mayor número de necesitados.
Es real que cuando las mujeres controlan los ingresos adicionales, a diferencia de los hombres, destinan la mayor parte de ellos a alimentos, atención médica, al vestido, calzado y educación de sus hijos. Nada a ella la sustrae de esa prioridad.
Por ello, dotarlas de la capacidad necesaria para desarrollar sus potencialidades es una inversión segura a favor del bienestar de la familia, el hogar y la comunidad, que de hecho significaría apostar a las generaciones futuras y a un crecimiento económico y social a largo plazo.
Proyección que en el medio rural, por demás, asegura el avance agrícola, que es la cimiente para un progreso sostenible en general de la nación.
Sin embargo, para liberar ataduras y elevar las potencialidades femeninas el concierto de voces tiene que ser grande y armónico. De ahí que la idea va acompañada de un reclamo de ayuda de todos los estados miembros de la ONU, la sociedad civil, el sector privado y todos los actores relevantes.
Para el presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), Konayo F. Nwanze, ‘no basta con que nuestro trabajo incluya a las mujeres: se debe empoderar a las mujeres económica, social y políticamente. Las mujeres rurales pobres merecen más dinero, más status y más poder de decisión tanto en el hogar como en la comunidad. Con esto en la mano ellas pueden conducir a un cambio sostenible y transformacionales’.
Por su parte, Tawakkol Karman, periodista y activista en defensa de los derechos humanos de Yemen y Premio Nobel de la Paz (2011), considera que ‘la paz no puede ser alcanzada sin seguridad alimentaria, así como no puede ser alcanzada la seguridad alimentaria sin la paz’.
‘Las mujeres son agentes claves del cambio para superar la inseguridad alimentaria y la malnutrición y construir un mejor futuro para todos’, en opinión de Neven Mimica, comisario europeo de Cooperación Internacional y Desarrollo.
Acorde con María Hartl, especialista sobre género y equidad social del FIDA, los ingredientes para la transformación son el empoderamiento económico de las mujeres rurales, darle voz en la toma de decisiones, reducir su carga de trabajo y eliminación de la discriminación basada en el género.
En principio, para reducir la pobreza y el hambre, bien dice la FAO, la tierra es un recurso fundamental.
Ellas, al igual que ellos, deben tener idénticas oportunidades en el acceso a los insumos agrícolas, a la tierra, al agua, a los servicios financieros, con lo cual se eliminan obstáculos que impiden puedan desarrollarse con todas sus capacidades en la labranza y administración de los cultivos.
En septiembre de 2015, los 193 Estados miembros de la ONU adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (ODS) dirigida a erradicar la pobreza y el hambre, las desigualdades y desarrollar capacidades para responder al cambio climático y preservar el medioambiente de una manera sustentable.
La igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y las niñas son parte de los 17 ODS, tanto en países desarrollados como en los en vías de desarrollo, los cuales abarcan tres dimensiones en igual sentido: desarrollo económico, inclusión social y la protección del medio ambiente.
De ahí que más de 90 jefes de estado y de gobierno se comprometieran a acelerar la igualdad de género en sus respectivos países para 2030.
El impulso desde entonces al tema es notable y objeto de constante revisión por parte de la FAO y otros organismos globales, los que en el tiempo que media para la celebración el Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo de 2017, las metas y compromisos para la fecha son importantes. Estimaciones de la propia FAO indican que unas 795 millones de personas en el mundo están subalimentadas. Uno de cada nueve habitantes del planeta está privado de consumir alimentos suficientes para llevar una vida activa y saludable.
Pero todavía más, el propio ente internacional reconoce que uno de los retos fundamentales del siglo XXI es alimentar a una población creciente que se espera llegue a 10 mil millones para 2050.
Tema que por demás será parte esencial de la agenda de la Cumbre Juvenil Mundial de Agricultura que se celebrará del 9 al 13 de octubre de 2017 en Bruselas, Bélgica.
Si se tiene en cuenta que el 76 por ciento de la población que vive en la extrema pobreza se encuentra en zonas rurales y que las mujeres tienen en ese medio un protagonismo, obligadas por las circunstancias, es lógico se reconozca en ellas el agente esencial para aliviar y al final erradicar ese flagelo.
*Corresponsal de Prensa Latina en Italia.
Roma, 4 de marzo 2017
Crónica Digital /PL
articulo muy interesante que toca un tema muy serio, por supuesto que hay que darle mucho más oportunidades a las mujeres, pero no el tema fundamental, las grandes empresas transnacionales agro alimentarias, estas no sólo dominan el mercado, sin o también la propiedad de la tierra y las especulativas, que no poseen nada, pero que especulan con el precio de los alimentos, estas grandisimas empresas practicamente no están reglamentadas y hacen y deshacen lo que quieren, comprando voluntades politicas en todos los niveles, mientras eso no se elimine o al menos no se reglamenten, no va a cambiar gran cosa en la alimentación, sin contar que estas empresas agro alimentarias nos envenenan con sus agro tóxicos.