Solo un uno por ciento de la energía cinética del golpe sería usado para producir olas. Incluso, si esas formaciones de agua alcanzaran grandes tamaños, desaparecerían rápidamente, añadió Gisler, del laboratorio estadounidense de Los Álamos.
El experto examinó cuerpos rocosos con un tamaño de hasta 500 metros de diámetro y encontró que los de un diámetro de 140 metros son -potencialmente- los más peligrosos.
Al decir del investigador, si el impacto del asteroide está a menos de 60 millas (100 kilómetros) de la costa, puede afectar dramáticamente.
Los objetos más grandes, alrededor de 300 metros (980 pies), pueden crear vientos huracanados y ondas de choque en el aire, dijo.
Pero si el asteroide salpica más lejos de la costa, las olas masivas que forma rápidamente se rompen en el océano abierto, argumentó.
En tal sentido, sería muy difícil producir realmente una ola, concluyó.
Washington, 18 abrIL 2017
Crónica Digital /PL