“Laberintos de otoño” es la historia de personajes apasionados y apasionantes, que transcurre, más que en un escenario de paisajes superpuestos, urbanos y selváticos, que buscan enmarcar una épica reconocible y que se desata en sus sueños, sus esperanzas, en sus aventuras y utopías, de una etapa contemporánea de nuestro acontecer como continente.
Pero no es realismo fantástico ni pertenece a un género literario específico y pretencioso. Es la vida misma, simple y compleja, y se reconoce a la autora, Nata Oviedo MÜnich, como parte del relato, como la voz que enhebra historias, conoce los motivos de sus personajes y les acompaña en sus objetivos”.
La trama es identificable, así como las circunstancias, donde se perfilan los héroes o personajes. Unos países en ebullición política o social, donde se instala la rebeldía, pero también se impone lo que se denomina “las condiciones objetivas”, que cierran caminos y proyectos épicos, para instalar la relatividad y el desencanto.
Pero sobre todo y en el fondo del escenario, se encadenan historias de amor que se esconden, reviven, emergen en escenarios donde conviven, el protagonista, Juan Bermudez, un combatiente internacionalista, guerrillero del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), colaborador de Cuba revoluionaria, su amada, La Rosales, su compañero de lucha, el Tuerto y un coro griego de sombras que completan la escena.
Bermudez es un combatiente de tiempo completo y va donde lo llama el deber de todo revolucionario: hacer la revolución, una característica política e insurgente que lo emparenta con los luchadores por la independencia de América Latina del yugo colonial español, y las luchas sociales que han palpitado a través de las décadas en los obreros, los ampesinos, los indígenas, los estudiantes y en los que han enfrentado al imperio y sus lacayos locales, sin importar diferencias geográficas, o banderías partidistas.
Pero su perfil de luchador no es violento sino romántico. Tenemos la sospecha de que el ser que da sustento al personaje no solo vive la emoción del combate, los estremecimientos de la noche bajo las estrellas, o la lluvia persistente de Nicaragua o la vegetación que encubre y multiplica su presencia en los campos de batalla en un monte sin fronteras.
La novela, de ahí su título de “Laberintos de Otoño”, reconoce sus fantasmas, los que lo acorralan y los que lo interpelan, cuando el fragor del combate se ha alejado como oportunidad y perspectiva, y que reaparecen porque están atrapados en su memoria: Clementina Pizarro, su esposa asesinada en Nicaragua, por la Guardia Somocista, con la que tuvo una hija, Melisa, a la que abandona cuando tiene dos meses de edad.
Nata Oviedo Münich relata con precisión el camino que lleva a Bermudez y al libro a una conclusión casi cinematográfica-y emocionate, el reencuentro: ”Juan distingue a lo lejos, a su amigo el Tuerto apoyado en su bastón, parado en medio de la calle. Sin decir palabra baja de la vereda cogido todavía de la mano de Isabel. Esteban los sigue… Juan comienza a caminar aceleradamente, sin habla….El Tuerto levanta su bastón en forma de saludo y de reconocimiento. De pronto, delante de la figura del uruguayo aparece una delgada y femenina joven de cabellera larga y negra, con una sonrisa hermosa como la esperanza, como los sueños que la trajeron a esta reconciliación..Una sonrisa de reconocerse…Una sonrisa de bienvenida, de perdón y de espera..Una sonrisa de silencio y de reconciliación… sabel suelta la mano de Juan y le toca la espalda con los dedos, animándolo. Bermudez siente correr lágrimas por sus mejillas. Su alma . le dice que aquella es su hija Melisa, y corre lasta alcanzarla e un agrazo eterno a insondable”.
La autora deja abierto el camino de Bermudez el del reencuentro con su hija, en la autocritica, en las miradas de una nueva vida. Quizás podría haber otro libro, el segundo de Nata, donde los fantasmas del laberinto den un paso al lado y el relato pueda profundizar el proceso reflexivo del héroe.
Por Equipo Crónica Digital
Santiago de Chile, 11 de julio 2017
Crónica Digital