Por Juan Pablo Cárdenas: LO DULCE Y LO AGRAZ DE LA ÚLTIMA TELETÓN

El drama de los niños que necesitan de una atención médica y psicológica especial golpea principalmente a las familias pobres o de recursos muy limitados. Ciertamente que aquellos países genuinamente desarrollados y democráticos no necesitan realizar teletones para financiar la salud pública y la atención de los discapacitados. Los presupuestos fiscales se hacen cargo de solventar estos gastos cuando los recursos de las familias no llegaran a cubrirlos.

El mega evento nacional que sigue constituyendo la Teletón se corona nuevamente superando las cifras de recaudación y solidaridad popular. Bajo la hábil conducción de Mario Kreutzberger, don Francisco, este gran acontecimiento concita la atención de todos los canales de televisión y la participación de innumerables artistas nacionales y extranjeros movidos por la necesidad de financiar la atención de los niños discapacitados, en cuyo tratamiento se observan avances espectaculares y emocionantes. Sin embargo, pareciera que los enormes recursos que se reúnen no van a alcanzar nunca para atender todas las demandas, por lo que este evento, con o sin su animador estelar, vino para instalarse y lograr lo que el Estado y las múltiples instituciones de beneficencia no alcanzan a cubrir.

El drama de los niños que necesitan de una atención médica y psicológica especial golpea principalmente a las familias pobres o de recursos muy limitados. De allí que sean especialmente los más necesitados los que hacen el principal esfuerzo por recaudar estos millonarios recursos, lo que no es nada extraño cuando se sabe que los sectores más pudientes muy poco hacen por salir al rescate de los más necesitados, y cuando se comprueba que bajo la protección de la propia administración pública y de su Servicio Nacional de Menores mueren y son maltratados centenares de niños sin hogar, enfermos o provenientes de familias incapacitadas de darles abrigo y cuidado.

Don Francisco tuvo la indiscutible genialidad de concitar para la Teletón el concurso masivo de la prensa y de muchas empresas privadas, las que –siempre a cambio de publicidad- otorgan también recursos para esta cruzada, con los que pueden liberarse de impuestos y redituar en sus negocios. Ya se sabe que estas contribuciones de la “iniciativa privada” no son tan generosas y representan mucho menos de la mitad de todo lo que se obtiene en estas 24 o más horas de transmisión y espectáculos a ratos de alta banalidad que, sin embargo, no se condice con el drama de la niñez discapacitada. Extraña que la vulgaridad sea uno de los precios a pagar en Chile para financiar una actividad tan loable.

Ciertamente que aquellos países genuinamente desarrollados y democráticos no necesitan realizar teletones para financiar la salud pública y la atención de los  discapacitados. Los presupuestos fiscales se hacen cargo de solventar estos gastos cuando los recursos de las familias no llegaran a cubrirlos. No tienen vigente este horrorífico principio de la “subsidiaridad del Estado” que les prohíbe a los gobernantes fundar y sostener iniciativas productivas que procuren al menos cubrir aquellos emprendimientos en que a los privados o la inversión extranjera desestiman. Cuando lo más lucrativo para este tipo de inversionistas es explotar nuestras materias primas y dejar que las grandes potencias le pongan el valor agregado correspondiente. Así sea depredando el medio ambiente y agotando nuestras reservas más estratégicas.

En este sentido, pareciera que nuestro país también aplica la subsidiariedad en el caso de las iniciativas como la propia beneficencia, cuando además de la Teletón tenemos otra serie de fundaciones sin fines de lucro que se hacen cargo de la vejez desvalida, de los niños quemados, de las familias sin techo y de los drogadictos, por ejemplo.

Pero se sabe que nuestro presupuesto fiscal en lo que es verdaderamente solidario es en las pensiones que reciben los uniformados o en los sueldos que perciben los moradores del Poder Ejecutivo y Legislativo, los que ahora se ha incrementado por el aumento de las plazas parlamentarias, pese a ser ésta una de las actividades más desprestigiadas según el manifiesto sentir de nuestra población. El 10 por ciento de las ventas de Codelco que continúan recibiendo las FFAA alcanzaría para atender a miles de niños discapacitados, construir no pocos hospitales y policlínicos o para financiar los objetivos de la educación gratuita. Ni qué decir lo que podría hacerse en este país con los multimillonarios recursos del ahorro previsional de los trabajadores, por cuya administración las AFP se constituyen en uno de los negocios más lucrativos del Planeta.

Pero cómo no alegrarse del éxito de esta nueva Teletón, además de quedar admirados por la reiterada solidaridad de los más humildes, de los que reciben un sueldo mínimo, una pensión bochornosa y deben hacer filas por meses y años para atenderse en un hospital y estar condenados a mandar a sus hijos a establecimientos escolares de tercera o cuarta categoría. En un país que, insistimos, sigue a años luz del desarrollo y de una mínima equidad, pese a los presuntuosos políticos y empresarios que tomar las decisiones dentro de un sistema que, por supuesto, sigue siendo más autoritario que republicano. Y en el que los derechos humanos son de nuevo conculcados por el Estado, las policías, por el nepotismo y la corrupción, por las políticas salariales adoptadas por la colusión político empresarial y la condescendencia de las directivas sindicales corruptas. Porque si bien ahora no existen la DINA o la CNI sí el Sename, los fiscales abyectos, los abusos policiales cotidianos y la discriminación étnica y cultural que tiene cabeza y tentáculos en la Subsecretaría del Interior.

Por supuesto que pensamos que la Teletón sigue siendo un mal absolutamente necesario bajo un orden institucional intrínsecamente perverso orientado a hacer más ricos a los que tienen de sobra y darle un cómodo sustento a los supuestos “representantes del pueblo”;  a los que le dan el sí a la Ley de Pesca, mantienen en sistema previsional, amparan los abusos de las isapres,  y casi por tres décadas vienen sacralizando el legado dictatorial, su Constitución y los más flagrantes despropósitos económico sociales. Aunque ahora se les arranquen algunas lágrimas de sus rostros ante esta jornada solidaria y nos hagan las promesas de siempre que  muy luego serán despreciadas desde La Moneda y el Parlamento. Por quien se cruce la Banda Presidencial y por quienes vayan a ocupar los curules de ambas cámaras legislativas. Con aquellas lógicas excepciones, sin  duda, pero todos elegidos con una enorme abstención electoral.

La que no podrán atribuir a la apatía popular, luego de que hemos comprobado la más multitudinaria y demostrativa sensibilidad y movilización a propósito de la noble causa de la Teletón. Por lo mismo que pensamos, al contrario de lo que se ha dicho, fue muy importante e ilustrativo realizar justamente este evento en plena contienda electoral.

Por Juan Pablo Cárdenas
Periodista
Director de Radio Universidad de Chile

Santiago de Chile, 4 de diciembre 2017
Crónica Digital / radio.uchile.cl

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