Lo que suceda el domingo en las elecciones presidenciales de Chile puede servir de termómetro ideológico en América Latina y el Caribe, en una pugna muy cerrada entre la centroizquierda y la derecha.
Una consulta realizada por Prensa Latina, con chilenos y extranjeros de distinta extracción social y tendencia política, ofreció un resultado tan reñido que pudiera estar marcado por varios márgenes de error.
En el sondeo, 68 personas se inclinaron por el senador independiente y representante de la centroizquierda, Alejandro Guillier, pero otras 66 dijeron que el triunfador será el ex mandatario conservador Sebastián Piñera.
A escala mayor, la sencilla encuesta que propuso como única pregunta un vaticinio sobre el balotaje del domingo, sin tomar en cuenta preferencias personales, reveló de todas formas puntos de vista interesantes.
Académicos, periodistas foráneos y nacionales, recepcionistas comerciantes, taxistas, ecologistas y ascensoristas coincidieron en señalar que el abstencionismo pudiera convertirse en factor decisivo en los comicios.
Más allá de la evidente polarización entre los apologistas del mercado para eventualmente oxigenar la economía y los defensores de reformas profundas de alcance social, es difícil mostrar un favorito.
Para algunas de las personas que respondieron a Prensa Latina, la diferencia será de 100 mil votos entre uno y otro candidato, pero la inmensa mayoría considera más acertada una distancia de apenas dos mil o tres mil sufragios.
Las hipótesis van desde las llamadas posturas ideológicas y las ciudadanas. Mucha gente sigue sin entender que la desaceleración económica de Chile fue en gran medida consecuencia de un proceso cíclico dentro de la región.
Por las dudas, la víspera la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), Alicia Bárcena, reiteró que la reforma tributaria emprendida por Chile apunta al camino correcto.
Bárcena se vio obligada a elaborar ideas acerca del asunto ante la insistencia de medios locales, curiosamente inclinados al argumento de la derecha que desbarra de los cambios hechos por la administración de Michelle Bachelet.
Empero, lo cierto es que la campaña electoral ha transitado por altibajos y lo que en un principio parecía cosa fácil para el multimillonario derechista, el vuelco fue brutal en la primera ronda del 19 de noviembre.
El fenómeno del Frente Amplio (FA), agrupación de pequeños partidos y movimientos de izquierda, puso de patas arriba las reglas del juego. Piñera no arrasó como decían las mañosas encuestadoras y Guillier tampoco fue lo inesperado.
Beatriz Sánchez resultó la sorpresa con su tercer lugar como aspirante del FA y a partir de entonces, comenzaron los forcejeos y el «fair play» de la contienda terminó para siempre.
La caza de los errores ajenos se convirtió en el hobby favorito.
Hasta que Piñera cometió uno garrafal. Acusó de votos marcados en primera vuelta sin ofrecer prueba alguna y la andanada de críticas fue enorme, incluso del organismo independiente que es el Servicio Electoral (Servel) de Chile.
Sin embargo, Guillier no terminaba de convencer a los partidarios del Frente Amplio, que consiguieron 20 puestos de diputados y uno de senador, además del 20,3 por ciento obtenido por Beatriz Sánchez.
Los dislates de Piñera, que incluyeron un respaldo que luego resultó desmentido por la persona emplazada (el médico estadounidense Patch Adams), ayudaron a mejorar la imagen de su contrincante.
Aunque se metió con los ultrapoderosos empresarios chilenos a quienes invitó «meterse las manos en los bolsillos», Guillier terminó con un discurso más convincente, y finalmente consiguió consenso rotundo alrededor de su figura.
El golazo, como lo calificaron algunos analistas, fue la llegada a Chile de José Pepe Mujica, el archipopular expresidente uruguayo, que alborotó el avispero sin dudar en su espaldarazo absoluto a Guillier.
Santiago de Chile, 15 de diciembre 2017
Crónica Digital /PL