Las grandilocuencias están a la orden del día en el umbral de las elecciones presidenciales en Chile de hoy domingo, con dos frases en particular como estrellas del paseo: mal menor y campaña del terror.
Chile decidirá el próximo ocupante del sillón del Palacio de La Moneda entre el senador independiente centroizquierdista Alejandro Guillier, y el exmandatario conservador Sebastián Piñera.
Uno de los dos será el sustituto de Michelle Bachelet, quien culmina su segundo mandato (2006-2010 y 2014-2018) el 11 de marzo del próximo año con procesos de reformas que crisparon el ambiente, si bien con notable alcance popular.
Pero más allá del legado de Bachelet, descalificado por Piñera y en un inicio con poco destaque por parte de Guillier, la realidad en la primera vuelta dejó en claro que la insatisfacción prima en los chilenos.
Primero muchos no convencidos de los cambios introducidos por la gobernante, por considerarlos un atentado a la economía o insuficientes. Luego, la ausencia de un líder de cualquier color capaz de levantar pasiones.
La excepción pudiera considerarse Beatriz Sánchez, la experiodista y candidata del joven Frente Amplio (agrupación de pequeños partidos y movimientos de izquierda), que sacudió el panorama con un inesperado 20,3 por ciento de apoyo en primera ronda.
Sánchez, además, arrastró al ascenso al FA al allanar el camino para 20 puestos de diputados y uno de senador por primera vez en la historia de Chile.
Sin embargo, fueron Piñera (36,7%) y Guillier (22,8%) los que pasaron al balotaje de hoy 17 de diciembre. Desde el día siguiente del cierre de los comicios de noviembre (día 19) comenzó a ganar fuerza la idea del mal menor.
El sentimiento antipiñerismo se hizo presente y de forma paulatina y bastante lenta, figuras de la centroizquierda terminaron sumándose a los apoyos al senador que finalmente se alineó con la administración de Bachelet.
Los comentarios no dejaban lugar a dudas del sentimiento de numerosas personalidades: «Piñera significa un retroceso para Chile en todos los sentidos, no es lo mismo votar por él
que por Guillier».
El mal menor se consolidó, aunque en el final de su campaña, el legislador logró por fin conectar con la ciudadanía, fue más vertical en su discurso y el acompañamiento de José Pepe Mujica, expresidente uruguayo, le hizo bien.
Por otro lado, la campaña del terror funcionó en una y otra dirección. Las huestes de Piñera acusaron insistentemente de intervencionismo electoral a Bachelet y sus ministros, dislates en su gestión y de hacer del país otra Venezuela.
Los ataques a Nicolás Maduro, reforzando la campaña mediática de hablar de un caos en el vecino país, contrastaron con el diálogo de paz establecido en República Dominicana y algunas señales de recuperación de la estabilidad.
Al mismo tiempo, de la parte de Guillier, apuntó contra el equipo de Piñera por propagar noticias falsas, afirmar que hubo boletas marcadas en la primera vuelta y hasta recabar espaldarazos internacionales inexistentes.
En todo caso lo que resta es esperar si el casi 54 por ciento de ausentes en las urnas repite la tendencia al abstencionismo, o si por el contrario el futuro político de Chile despierta el entusiasmo ciudadano.
Una encuesta realizada por Prensa Latina entre chilenos y extranjeros de distinta extracción social y tendencia política, ofreció un resultado tan reñido, susceptible a varios márgenes de error.
En el sondeo, 68 personas se inclinaron por Guillier, pero otras 66 dijeron que el triunfador será Piñera.
Por Fausto Triana
Santiago de Chile, 17 de diciembre 2017
Crónica Digital /PL