La derecha triunfó. La derrota electoral de la NM es contundente. Con un 54.57 %, Sebastián Piñera se repite el plato. Hipótesis sobre el fracaso electoral pueden existir muchas. Las fricciones dentro de la alianza de gobierno, el posible voto de un sector de la DC por Piñera; la abstención de los votantes del FA, las dudas de un comando tironeado por visiones incapaces de llegar a acuerdos mínimos, la posible existencia de un importante número de votantes líquidos, que desplazan su voto según sus particulares intereses o climas sociales. Sin menospreciar el pragmatismo, la capacidad movilizadora y sentido de ubicuidad, expresado en lo táctico y estratégico por parte del comando conservador y sus fuerzas políticas. El marco de las conjeturas es extenso y dependerá del sustrato cultural y político de cada uno de los analistas.
Lo irrefutable es que el mensaje del candidato de centro izquierda: no logró convencer. Los resultados del domingo diecisiete de diciembre, traen consigo el descalabro político del proyecto llamado Nueva Mayoría -cuyo cuerpo y espíritu- está ligado a la presidenta de la república y todo indica que sucumbe con el fin de su mandato.
Las secuelas de diciembre, parecen señalar el fin de un ciclo redundante de la política chilena. Donde las figuras de Bachelet y Piñera, el último pese a su triunfo, son parte del pasado. En lo político, la primera Bachelet, fue hija del espíritu lampedusiano, de una élite política que comenzaba a resquebrajarse. El segundo intento, impulsado por las movilizaciones estudiantiles, fue víctima de dudas, contradicciones, errores de diversa índole -pese a todo- se obtuvieron algunas importantes victorias. Se logró abrir el abanico de derechos sociales y políticos: como la ley de interrupción del embarazo en tres causales, la gratuidad en educación a un 60% de familias vulnerables, el voto de los chilenos en el extranjero, la corrección del sistema binominal, no obstante el cerco informativo, las campañas de desprestigio y las propias imperfecciones, se trata de avances innegables.
Piñera arrasó. Con ello se evidencia una realidad. El proceso de colonización iniciado por el saqueo al estado chileno -luego de 1973- logra imponerse en lo económico, político y cultural. La derecha rompe las resistencias subjetivas y lo hace cediendo muy poco. Porque el país de los abusos no se ha despeinado, las élites lumpenizadas marchan a paso firme, los victimarios del secuestro permanente de la democracia y el Estado, pueden dormir tranquilos. Sin embargo, el espíritu evangelizador, basado en una supuesta supremacía civilizatoria de suyo liberal, no tiene límites. Ya se escucha decir que se ganó con banderas ajenas, pero que se logró el objetivo de salvar por “segunda” vez al país del desastre. Inclusive el apóstol Ampuero, tiene el descaro de acusar de racista a Víctor Jara, imprudente aseveración del converso, cuyo credo en esencia, por antonomasia, no puede separar el discurso civilizatorio liberal con su jerarquización de raza.
Desde las izquierdas, las lecturas del fenómeno tendrán que ser muy rigurosas, descarnadas, en ningún caso acomodaticias como se acostumbra en estos escenarios. Existe la necesidad imperiosa de re-conectarse con las bases, sopesar su potencial, se trata de volver a la sencillez del cara a cara. Porque los adversarios barriales, son dirigentes sociales pagados, con dineros de dudoso origen, cuyo ejemplo palmario ocurre el Talca. En ese contexto -la única posibilidad de las izquierdas- es recuperar una militancia con sentido, dejándose empapar por la realidad, las tecnocracias partidarias iluministas, euro-colonizadas; motivadas por el botín estatal, no desean perder el tiempo en las poblaciones, mucho menos recoger ese caudal de experiencias, con ánimo de producir conocimiento propio. Así como se está: el futuro no es prometedor.
Existen los que desde el silabario marxista clásico, sostienen que las contradicciones de clase deben agudizarse, bajo ese predicamento, el gobierno de Piñera sería ideal para dichas pretensiones. La exacerbación supone, un espíritu de clase a lo menos en construcción, sin embargo, los únicos que manifiestan esa intencionalidad (de clase) viven en los sectores privilegiados del país.
Sin contemplaciones, la derecha arrasó.
Por Omar Cid, escritor
Crónica Digital
Santiago, 23 de diciembre 2017