A pocos días de iniciarse el segundo gobierno de Sebastián Piñera, parecen terminarse las buenas maneras, las falsas invitaciones al diálogo, a la unidad del país y se asoma la conocida altanería patronal de la Derecha de siempre.
Ello se evidencia, por ahora, en la composición de la primera fila de ministros, subsecretarios, intendentes y otros altos funcionarios de la nueva administración, y el contenido y el tono de sus mensajes políticos, la explicitación de sus objetivos y sobre todo del anuncio de ajuste de cuentas con los avances conseguidos por la ciudadanía en sus derechos políticos, económicos y democráticos.
Confluyen en el equipo gubernamental representantes de los partidos de la derecha junto abogados o directores empresariales y hasta nostálgicos del pinochetismo duro y puro, con el consiguiente olvido de.las imprecaciones teatrales a los “cómplices pasivos” de los crímenes contra la humanidad y la violación de los Derechos Humanos.
Es obvio el derecho de la nueva administración de conformar su equipo de gobierno, la búsqueda de los equilibrios políticos de su coalición (o sea el innegable e inocultable cuoteo), pero otra cosa que se designe como intendente de la Región del Biobío a un pinochetista recalcitrante, defensor de sus crímenes, y que incluso fue visita a su lugar de arresto en Londres (1998-2000), para expresarle su adhesión, el ex diputado Jorge Ulloa.
Otro hecho significativo es la designación como ministro de Desarrollo Social, el hasta su nombramiento, presidente de la máxima entidad gremial del empresariado nacional, la Confederación de la Producción y del Comercio, Alfredo Moreno. Esta nominación solo puede ser entendida como la utilización de esa cartera para agradecer el apoyo del sector en la campaña electoral, así como la subordinación política a sus intereses tanto como plataforma populista para su futura postulación presidencial, para los comicios de 2021.
Esto significa que el objetivo estratégico del presidente Piñera y de su coalición- la Derecha política y la Derecha empresarial- será en los próximos cuatro años, el de desarrollar, desde La Moneda y del poder económico, una campaña electoral permanente, con el objetivo confeso de eternizarse en el poder.
La elección de los intendentes sobre la base de su eventual potencial electoral local es otro componente de esta campaña electoral anticipada para los comicios de los Gobernadores Regionales, en 2020.
Al respecto el pensamiento de los think tank de la Derecha y Piñlera fue explicitado en El Mercurio (3 de febrero 2018) por uno de sus principales ideólogos y propagandistas, Luis Larraín , cabeza del Instituto Libertad y Desarrollo, que cuenta con cinco de sus miembros en el gabinete ministerial del nuevo gobierno, al resaltar la “determinación” de Piñera de “enfrentar a la izquierda” y desarrollar una estrategia (habla de “requisito indispensable”) para que la centroderecha gane la elección presidencial del 2021”.
La tentación de un estado totalitario, con la suma del poder político. el poder económico, el poder mediático- nunca ha sido ajeno a la Derecha y el presidente Piñera es un depositario y símbolo de esas pretensiones de siempre de las clases dominantes chilenos.
Lo fue con Pinochet en su momento trágico para la democracia chilena y lo es ahora con el presidente Piñera, y su pretensión de una nueva refundación de la República.
Todo ello se combina con un mensaje paternalista, populista que contempla el intento de subordinar a la sociedad mediante la guerra sicológica y la agenda impuesta por El Mercurio
Pero el tema no termina en los aspectos formales, el del discurso o la frase para la cuña televisiva o radial. Queda clara no solo la pretensión de destruir el proceso de reformas que la democracia pudo instalar tras fin de la dictadura militar derechista, sino el de aplastar todo atisbo de derechos, de sueños y esperanzas democráticos, de participación y protagonismo popular, de avances hacia una democracia participativa.
No es solo el triunfo electoral de la derecha política y económica, el que busca ser convertido en implantación hegemónica del modelo neoliberal, de tomarse venganza de los avances democráticos.
El programa de gobierno de la nueva administración buscará imponer, implantar y hacer inamovibles los supuestos del libre mercado, del lucro, de la colusión gansteril, de la ganancia usurera, de la corrupción, de la manipulación mediática de masas, como eje estratégico de su política económica y social.
Al mismo tiempo buscará la criminalización de la movilización social, de las demandas populares, de la protesta, de la aplicación de una nueva fase de la guerra interna y la desnaturalización de las exigencias de los pueblos originarios.
Todo ello, junto a un populismo desatado y la formulación mesiánica y permanente de que los objetivos, propósitos y acciones del gobierno tendrían poco menos que el apoyo de la Divinidad, y machaconas apelaciones a Dios, hara que el escenario sea complejo y desafiante, al tiempo que pondrá en riesgo la convivencia nacional y los equilibrios democráticos.
La propaganda gubernamental, con el entusiasta apoyo mercurial, buscará dividir a los chilenos en buenos y malos, planteando un escenario de confrontación , acusando- en realidad, chantajeando- a los opositores, a los partidos y movimientos sociales, de poco menos que de insurgencia o terrorismo si levantan la voz.
El momento de Chile es complejo, al mismo tiempo que desafiante. La lucha se dará en el campo de la política, de los derechos sociales y en el de las ideas en juego.
Así la responsabilidad de los sectores y liderazgos progresistas-tiene un alto componente de patriotismo y de valores democráticos, y los chilenos tienen derecho a demandarles una conducta condigna y una plataforma conceptual creadora que sea adoptada, asumida, pero sobre todo desarrollada por y con los ciudadanos.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 1 de marzo 2018
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