Por Omar Cid* La derecha, con Piñera a la cabeza siendo oposición: jugó al límite. El objetivo era claro, impedir las reformas propuestas por el gobierno de La Nueva Mayoría. El presidente empresario, en su segundo mandato, dedicó gran parte de su primer año a desmantelar lo hecho en la administración anterior. La ministra Cubillos, es un ejemplo categórico de ese modo de actuar. El Alcalde de Santiago Felipe Alessandri, apostó al mismo caballo. El resultado, un cansancio e irritación del mundo estudiantil que sumado a otros desaciertos ya comentados, desataron la tormenta del 18 de octubre. La polarización existe. Habita con nosotros desde hace tiempo. Subsumidos en la pandemia, los espejos del abuso comunicacional se empeñan en instalar realidades, donde la ciudadanía tiene que sentir el peso de la culpa. Culpables, de reclamar sus derechos y encontrarse con palos y balas. Los pobres, son los causantes de extender el virus, por no tener que comer, vivir al día y hacinados. En ese juego de imágenes, la ausencia de credibilidad del gobierno es un detalle, sus huellas de muertos y mutilados que esperan justicia, es apenas una referencia segundaria. La incapacidad y falta de empatía, es accidental. La tozudez que, subestima toda propuesta distinta a su postura ideológica -es algo así- como la conexión mística de los maestros de la ley con “la mano invisible del mercado” desde la tierra santificada de la cota mil. De ahí, a despedir a un inepto como héroe, hay un paso.  Olvidan que quiso enviar a nuestros hijos al colegio, mandarnos a beber café o una cerveza en plena crisis sanitaria. Para luego, escuchar de su propia boca: “Todos los ejercicios epidemiológicos, las fórmulas de proyección con las que yo mismo me seduje en enero, de proyectar, qué se yo, se han derrumbado como castillo de naipes” (La Tercera, 27 de mayo 2020).  La confesión tiene un mérito, asume su ruina. Con ello, intenta exculpar al principal artífice del desastre, escondido en la sala de espejos. El sacrificio de Mañalich, lo hace merecer incluso, alguna alegoría literaria en torno a su derrota. Por supuesto, la muerte solitaria y esterilizada de tantos, desconoce la pretensión sacra de ciertas “almas bellas”. La sociedad chilena arrastra un conflicto atávico. La vieja Concertación lo sabe. La derecha también. Eso explica, sus enconados esfuerzos por volver a principios de los 90. Retornar, a la dulce costumbre de compartir directorios en los fondos de pensiones, universidades «sin fines de lucro», empresas públicas y privadas, incluyendo terrenos en Cachagua, paseos por Bucalemu.  Añoranzas, de cara y sello bipartidista, como expresión de una misma moneda. En Chile, el tiempo presente, colisiona a diario con el pasado, en otros lugares confluye, converge. Aquí, se estrella. La situación es grave. Se necesitan acuerdos. Todos los sectores políticos tienen conciencia de ello. El punto, son los supuestos para un diálogo posible. Si las dinámicas emprendidas, poseen como norte, defender la arquitectura económica, política, social construida en dictadura y asimilada por la democracia protegida. Ese imaginario […]

Por Marcel Garcés Muñoz La realidad es que la caída en desgracia del ex ministro de Salud, Jaime Mañalich es, sobre todo, la  estruendosa derrota de la política neoliberal y antidemocrática, y una práctica  excluyente y soberbia del gobierno del presidente Sebastián Piñera y su alianza ultraderechista, expresada en el enfrentamiento de la pandemia del coronavirus. El superministro, médico de cabecera de Piñera, fiel exponente de una política tan ineficaz como torpe, instalada en La Moneda, fue un fiel, quizás a veces , demasiado entusiasta y obcecado, instrumento de una estrategia y una práctica, en que Piñera, no solo pretendía solo aparecer como el sabelotodo, sino el único en adoptar soluciones, tener desde enero del 2020,  “el plan”, para enfrentar la pandemia del coronavirus, el que “cuidaba” a los chilenos como un hacendado latifundista o señor feudal. Desde su puesto como ministro “en jefe” del  famoso plan   anti COVID-19, Mañalich simbolizó la combinación artera y abrumadora de acciones sanitarias “propias”, proclamadas con arrogancia, como “las mejores”  y mas eficaces, que China, Europa, y países de Asia, Africa, Oceanía,  con drásticas medidas de represión militar y policial, y una burda guerra sicológica contra la población. La prensa subordinada se sumó a la caricaturización desde La Moneda de los ciudadanos, a quienes se calificó de “irresponsables”,  “porfiados”, “delincuentes”,  a quienes se culpabilizó de la inefectividad de las medidas ó de los fracasos,  y a quienes no solo se amenazó  de multas imposibles, y prisión por “desobedecer”, junto a medidas contra la libertad y los derechos democráticos. En realidad lo que se impuso en la calle, en la gente, ha sido la desconfianza y el rechazo a las autoridades. El presidente formulaba las orientaciones de esta peculiar guerra, hasta que la realidad de las cifras, y la vigilancia de entidades gremiales de profesionales de la salud, los alcaldes, los científicos, y una realidad que no podía ser ocultada por los medios (a los que también atacaron con virulencia), develaron la falsedad de las cifras, la mentira de los balances entregados en cadena nacional a los chilenos por un  conjunto de subalternos apresurados en contribuir al descaro y el engaño, puso las cosas en su lugar El balance informado por el Departamento de Estadística e Información de Salud (DEIS) del Ministerio de Saludo chileno, a la Organización Mundial de Salud (OMS) puesto en evidencia por CIPER el 13 de junio  fue el detonante para la defenestración de Mañalich y desnudar al gobierno en sus maniobras de encubrimiento La publicación del Centro de Investigación Periodística, CIPER, estableció que el DEIS informaba a la OMS de más de cinco mil muertos a la fecha, de acuerdo al criterio de la entidad- fallecidos con examen PCR, mas los catalogados como sospechosos o atribuibles al COVID-19, al mismo tiempo en que  se informaba a los chilenos por parte del Ministerio la cifra de 2.870.de muertes por la pandemia. Antes, en marzo, la periodista Alejandra Matus ya había apuntado a  la diferencia entre las cifras de fallecidos registrada por el Registro […]

La escenificación de un cambio de gabinete en el Patio de los Cañones de La Moneda, el viernes 5 de junio, es un hecho político mucho más allá del payaseo mediático de las “sillas musicales” ministeriales, o un supuesto “reacomodo” de la coalición de gobierno, en la cúpula política, que se quiere creer que es Consejo de Gabinete, mediante un equilibrio en el juego de influencias partidistas de Chile Vamos. Incluso, no resulta suficiente como explicación del cambio ministerial,- la variable más cercana a una realidad de ambiciones de  largo plazo,  la primera parte de una estrategia preelectoral encaminada asegurar la proyección del actual gobierno hacia la próxima carrera presidencial, legislativa, y autoridades regionales, que permita a la alianza político-empresarial eternizarse en el poder, al ver  amenazado  su objetivo principal de  proyectarse en el poder total  hacia el futuro con el que sueñan y se desvelan  en el Segundo Piso del Palacio Presidencial y otros escenarios del centro del poder económico y  político real.. Ni siquiera la defenestración del ministro de Desarrollo Social y Familia, Sebastián Sichel  el mejor evaluado por las encuestas de opinión pública (50 por ciento de aprobación) puede ser caracterizado como “dramática” o como un mero gesto político arbitrario tan propio del Mandatario, sino que fue simplemente  el desechamiento de una figura  que ya no serviría a una nueva etapa decidida en la Moneda, para un futuro de confrontación  con la sociedad y la democracia en Chile. En los hechos, la mantención de Jaime Mañalich, en  Salud, en calidad de superministro encargado de la Guerra contra el Coronavirus y de  Claudio Alvarado, de la derechista UDI, como ministro Secretario General de la Presidencia, fortalece a los “halcones”, del Comité Político de Ministros (suponiendo que hay “palomas” en el Gabinete). Todos estos episodios no son otra cosa que el prolegómeno de una lucha abierta por el poder,  para la cual, Piñera busca poner orden en las fuerzas “propias”, inhibir toda duda u opinión disidente. Manuel José Ossandón y otros  deberían poner sus barbas en remojo, o alinearse o subordinarse a los lineamientos del “estado mayor” empresarial derechista que se instaló plenamente en La moneda. El escenario que estudia el Segundo Piso de la Moneda y que hace perder el sueño al presidente Piñera y a su círculo más intimo es que: A)    la pandemia no de tregua, el sistema sanitario colapse, la cifra de muertos se dispare sobre los 5 mil fallecidos o supere los 10 mil y la situación no es controlable, en el curso de 2020 B)     La estructura económica del país se desploma. La inversión nacional o extranjera  emigre masivamente. Y el caos se apodera de la situación. C)     La cesantía, el hambre y la miseria suba niveles imposibles de soportar y manejar con planes sociales de asistencialismo y que el conflicto social se desate a límites incontrolables. D)     El gobierno, siendo incapaz de  responder, se vea acorralado entre la protesta nacional, la presión  de su fuente de poder  económico, social y político, que busque su reemplazo, la […]

Por Marcel Garcés Muñoz Cuando el balance oficial sobre el estado del país, sometido al flagelo del Corona Virus, que reconoce un total de 761 fallecidos al domingo 17 de mayo y una cifra record de 4.895 diagnosticados con la pandemia, con 1.135 en la UCI, 989 en ventilación y 22 en estado crítico,(las cifras crecen día a día)el ministro de Salud, Jaime Mañalich, sale a responsabilizar a los chilenos de las consecuencias de la incapacidad de gestión del Estado en la lucha contra la pandemia. En una versión mas pulida de su tendencia a culpar a los ciudadanos de incremento del COVID-19, sobre todo en Santiago, el ministro sostuvo el domingo 17 de mayo, en una comparencia en un ciclo de conversaciones en el programa “En Persona” producido por la empresarial Icare y Emol TVn, que “puede ser que el invierno, que la temperatura haya caído un poco y haya influido, pero en definitiva no logramos una consonancia con la ciudadanía en la que la mayoría adhiriera voluntariamente, como ocurre en países de otro tenor cultural y con otra valoración del Estado”. Es decir,  de lo que se trataría es que la autoridad no logró una “consonancia”, con la ciudadanía, es decir no fue escuchada, o la gente no entendió o no quiso obedecer, por un problema de   “tenor cultural”, las disposiciones, órdenes, del presidente, del ministro, o sea de “la autoridad”. (O sea, según un pensamiento elitista de la “clase alta” local, o sea de la siutiquería criolla, a la cual no pertenece por esencia el ministro, pero a la que trata de asimilarse con entusiasmo digno de mejor causa, llevada a un racismo ramplón pero que se expresa en un despectivo y clasista seudo humorismo ramplón: “la raza es la mala”). Dicho sea de paso, el desprecio por el pueblo, por la oposición, por el derecho ciudadano a tener una posición crítica, y por qué no, desconfianza en  el gobierno y su capacidad tanto como en su sinceridad de propósitos en relación a la democracia y su institucionalidad y al derecho humano a disentir, e incluso rebelarse contra la tiranía, es un dato a tener en cuenta en la valoración de los llamados a un supuesto diálogo que con cierta periodicidad se proclama desde La Moneda. Esto último a propósito de la última convocatoria presidencial en estos días a un ¡Gran- Acuerdo Nacional-Gran (con la “pistola en mano”) propuesto por el Presidente Piñera, abrumado, parece- por la  crisis social, económica, sanitaria desatada, aunque manteniendo su discurso represivo y la exclusión manifiesta de las fuerzas políticas y sociales que no se subordinen a su modelo neo liberal. Según reconoció Mañalich, la realidad es que no solo hay irrespeto por la autoridad, desconfianza, o rechazo, sino que, afirmó, que “el problema que nosotros tenemos (en Chile), tolerancia social (quizás quiso decir “intolerancia social, que el practica frecuentemente), por las circunstancias que vivimos el 18 de octubre, por la radicalización del diálogo político. O por las dificultades de representación, porque yo […]

Por Omar Cid* Pretendieron estirar el chicle hasta el infinito. Compraron material represivo en el momento más inoportuno. Lanzaron a miles a la cesantía encubierta, bajo la cortina de humo de la mal llamada ley de “protección de empleo”. Hablaron del mejor sistema de salud del mundo. Dijeron que estábamos enfrentando la crisis de manera ejemplar[1]. El plan de apoyo a la pequeña y mediana empresa, ha terminado favoreciendo por goteo a la banca. Los bonos destinados a las familias vulnerables: son de hambre. Se niegan a recoger ideas distintas a las de su imaginario preconcebido. En ese escenario el pueblo del dijo ¡basta! Cuando el gobierno tomó la decisión de decretar la cuarentena en Santiago. Muchos respiraron profundo y algunos pusieron el tono de alarma, porque no se habían tomado las medidas preventivas necesarias, para proteger a la población más vulnerable. Todo lo construido desde la aparición del primer caso en nuestro país, ha sido en la línea de resguardar la inversión privada. O sea, sus inversiones. Tenemos un gobernante, cuya administración del Estado que pertenece a todos los chilenos, se ha puesto a disposición de preservar los privilegios de una cleptocracia, forjada en los inicios de la dictadura. Por desgracia, la élite en el poder está dañada por pandemias múltiples: soberbia, indolencia y abuso no sanan lavándose las manos, ni usando mascarillas. Sin contar, su adicción social a la droga globalizadora, colonial, extractivista de carácter saqueador del Estado y sus habitantes. El pueblo chileno, ha ido tomando conciencia del proceso de descomposición en marcha. La negación, el artificio, la ausencia de lucidez, con sus consabidas excepciones, es tan palpable que no la pueden ocultar. Expele por sus poros, miran hacia el norte y les da escalofrío[2]. Es cierto, la situación es de excepción en lo sanitario y social. Sorprende divisar, a países con bastantes más recursos sobrepasados. Lo incomprensible, en un escenario inestable, plagado de dificultades es apegarse a la defensa de los evangelios de Hayek y Friedman. Lo inaudito, es intentar pasar a la historia como santos custodios de ciertos dogmas que ante la catástrofe, ni siquiera sus viejos devotos pretenden sostener[3]. Los porfiados hechos nos dicen que en Chile: el hambre es una realidad. La fuerza y masividad de la molestia, sorprendió a los medios televisivos. Hizo caer en desesperación a panelistas. La prensa uniformada, manifiesta su frialdad sumándose a la interpretación del Ministro Blumel[4], cuando acusa al Partido Comunista y al Frente Amplio de instrumentalización política de la protesta. Lo que generó respuesta inmediata de los sectores aludidos[5]. Ambos, apuntaron a las políticas públicas insuficientes, generadas desde La Moneda, para hacerse cargo de la crisis económica, provocada por la pandemia. La ausencia de una política estatal responsable, ha desencadenado la necesidad de los pobres de volver a organizarse en ollas comunes, sistemas de autocuidado. Pequeñas iniciativas, donde un vecino compra productos para varios en los sectores medios. Las iglesias ubicadas en barrios populares, han vuelto a cumplir un rol de ayuda social, potenciando organizaciones barriales. […]

La respuesta represiva brutal, este lunes 18 de mayo, al reclamo por la miseria, de pobladores de la comuna de El Bosque, Región Metropolitana, constata que La Moneda sigue apostando por la violencia, por la “guerra interna” contra las legitimas demandas ciudadanas. El gobierno lanzó a las tropas de Fuerzas Especiales, a un reclamo por alimentos de familias de pobladores, que están  sufriendo hambre y desesperación como consecuencia de la pandemia, y de la ineficacia e insensibilidad oficial ante su situación. De acuerdo al testimonio de la prensa, estas protestas se sucedieron además en otras comunas de la capital chilena, donde el Coronavirus está evidenciando las condiciones de hacinamiento, pobreza, desatención sanitaria, hambre, desnutrición, cesantía e inseguridad. Las migajas que está ofreciendo el gobierno a través de sus mezquinos planes de “emergencia”, que parten de 65 mil pesos mensuales, que van disminuyendo  en los tres meses siguientes beneficiaría a un 60 por ciento más vulnerable del Registro Social de Hogares, vienen a ser una burla cruel a la miseria en que sobreviven. Así es comprensible y justificable que brote la exasperación y la desesperación masiva. Pero el Gobierno, a través de su ministro del interior, Gonzalo Blumel prefiere el tono beligerante de la “guerra interna”, y acusa de estar detrás de un virtual complot, a sectores políticos de la izquierda, en un esquema de satanización, que busca justificar ulteriores agresiones a la democracia. El personero oficial acusó al Frente Amplio y al Partido Comunista, de “exacerbar” diferencias e intentar reponer r un “ambiente de confrontación”, “tensionar a la gente y llamar a la gente a movilizarse” en medio de la emergencia. Incluso, saliéndose del libreto y tono de “dialogante” con que se le ha vestido por la propaganda oficial, amenaza con  una situación “que puede terminar costando vidas”. Si vamos a leer con atención estas amenazas, la ciudadanía puede considerar que estas “consecuencias” de la legítima protesta ciudadana, están consideradas en el capítulo de las “bajas” aceptables o “colaterales” de la guerra interna en desarrollo por La Moneda, y la militarización  del control del llamado orden público. Mientras tanto, el ahora  ministro con “rostro humano” (antes era vociferante), Jaime Mañalich,  detalló al mediodía de este martes  19 de mayo, que  en las ultimas 24 horas, hubo 31 fallecidos por Covic.19, cifra record de la crisis, que elevó a 509 las víctimas fatales, lo que, apuntó “ya es una tendencia”. Aunque, insistió que esta todo bajo control, que la cifra de letalidad se mantiene entre las mas bajas del mundo”, aunque reconoció que la cifra de nuevos contagiados de Covid-19 ( al día lunes 18), 3 mil 520, considerada un record histórico, era “preocupante”. Es decir, el balance al día de hoy, de la crisis sanitaria y de la repuesta represiva oficial a la crisis económica, una noticia en desarrollo, como se estima decir en los medios de comunicación, muestra un rumbo peligroso. Y francamente, amenazante, para la salud y las condiciones de vida, para la estabilidad del sistema democrático y los derechos humanos de los chilenos. Por Marcel […]

Por Omar Cid* La necesidad de (re)leer. Indagar por cuenta propia, en los inicios del imaginario cultural del Chile que despierta como república, pudiera parecer inútil. Volver a las raíces de un país periférico, dependiente en lo económico, con una oligarquía colonizada desde sus fuentes de reproducción epistémica, hasta sus costumbres. Dividida en dos bandos: conservadores y liberales. Representantes los primeros de los dueños de la tierra; de la minería y la industria incipiente los segundos. Con una mesocracia que esparce su huella en el nuevo Estado, más una clase obrera, exigiendo su espacio entre palos y masacres. En ese contexto, Augusto Thomson[i], escritor chileno nacido en 1882, recogiendo las influencias del naturalismo, del romanticismo en su cuestionamiento a la racionalidad, nos cuenta la historia de una muchacha (Juana) en el Santiago de esa época. Es curioso, el personaje al pasar los años, se transforma en un retrato icónico e incómodo; de una sociedad que navega confiada rumbo al progreso.  El narrador omnisciente, nos traza un dibujo de la miseria a través de la novela social. Sin olvidar, los destellos de ensueño que habitan en el mismo texto. Una lectura posible, es conformarse con la crítica ambiental que efectivamente existe. Otra mirada, es abordarla desde un comentario crítico decolonial que caracteriza a la instalación moderna de patriarcal, racista, clasista, excluyente y depredadora. La intelectualidad chilena, al igual que la de todo el continente recibirá su influjo, sin grandes cuestionamientos: no podía ser de otro modo. La construcción individual,  base antropológica del liberalismo, la búsqueda de modelos estéticos eurocentrados; la pasión aristocrática por la libertad articulando nuevos límites regidos en la máxima del “arte por el arte”. Eran, el abanico de posibilidades al que se aspiraba. Quiero detenerme en la protagonista. La muchachita, hija de costurera con padre desconocido, cuyo destino incierto e infame, la golpea al quedar huérfana a los quince años. “Intentando un irónico destino póstumo, vaya, pues, Juana Lucero a excitar compasiones en el mundo, ya que mientras lo tuvo por morada, sólo recibió de él, frases humillantes, cínicas o indiferentes” (Thomson. 1902. Prólogo,Pág.8). El no ser, radicado en la periferia iluminada con velas, humanizado en femenino a través del nombre, es un ejercicio de provocación al Chile ilusionado con la luz eléctrica, con sus primeros vehículos sin tracción animal. Esperanzado, en los nuevos proyectos arquitectónicos que cambiaban la fisonomía de la colonia, para convertir a Santiago en un espacio cosmopolita. Ese ser moderno, al que cantan los poetas y hechiza a algunos novelistas, tiene una de sus tantas negaciones en Juana Lucero. La lectura en su quehacer produce sentido. Examinar las voces de inicios del siglo  XX, instalado en el  XXI, arrastrando las cicatrices de variados hechos que impactan y dan forma al modo de enfrentar un texto, es un reconocimiento mínimo. El golpe de Estado con su vestigio de espanto y muerte, el duro proceso de recuperación de los mínimos democráticos. Enterarse casi en tiempo real, del derrumbe de los llamados “socialismos de Europa del Este” […]

Tenemos muchas razones para saludarnos, para abrazarnos, además de la necesidad imperiosa de encontrarnos, en esa comunidad de razones para estar juntos, codo a codo, en las barricadas no solo las que conocimos en tiempos de lucha, sino en las del pensamiento y del compromiso para soñar, mundos mejores, horizontes sin límites, de sentirnos capaces de derribar mitos y abrir el rumbo de los sueños, de las tareas épicas del cambio sin reticencias. Tenemos más que razones, recuerdos, no solo por nuestras madres, las  biológicas, sino que también las que adquirimos en el curso de los tiempos vividos, sino la de todos nuestros padres, de todos los nuestros, de los hermanos de todo tipo, de los camaradas caídos en los tiempos del desafío, en los tiempos de “ni un paso atrás”, en que el único gesto heroico era ponerle el pecho como trinchera. Hemos vivido tantas incertidumbres y superado tantos dolores, pero tenemos espacio, corazón y sobre todo la determinación  por el cambio. Por ello este saludo es sobre todo un mensaje de esperanzas, de confianza en el futuro. Tenemos mucho que emprender, que soñar, que construir. Hoy cuando la muerte asecha, producto de la pandemia, cuando intentan chantajearnos con el miedo, el terrorismo convertido en “guerra interna” sicológica o mediática, o incertidumbre, tenemos la tarea del optimismo, de la certeza en el destino que abre la lucha por la democracia, por la verdad. Por nuestra parte, seguimos pensando que tenemos muchas razones para saludarnos, para abrazarnos, para soñar con un futuro mejor. LA UNIDAD DE LA OPOSICION SIGUE SIENDO LA TAREA DE LAS TAREAS La invocación, en medio de los llamados desde el poder a un orden de sumisión, de sometimiento social, de desmovilización de las conciencias, de subordinación política, no puede ser otra que la épica de la crítica, de la organización, del desafío contra el orden que nos quieren imponer. La preocupación por la pandemia- que vino a develar la realidad de un mundo injusto, de un modelo económico y social antihumano, criminal- no elude sino que justifica, legitima absolutamente la lucha y el arma de la crítica, la rebelión  contra un sistema antihumano, antidemocrático y brutal. Al margen de las discusiones  sobre la incapacidad de gestión gubernamental en su combate a la pandemia, lo que prevalece en su estrategia es el violento sentido de clase de sus políticas que protegen a los grandes empresarios y perjudican a los trabajadores, a los sectores medios, a los estudiantes, las mujeres, constatado en todo el mundo, y particularmente en Chile, y el carácter de clase de sus consecuencias: muerte masiva en los sectores mas pobres y en los ancianos, cesantía abrumadora de los trabajadores, miseria entre los pensionados y sectores carenciados, hacinamiento en los barrios pobres, un sistema de salud sobrepasado, pobre en recursos, y un supuesto e hipócrita asistencialismo que no cubre las necesidades mínimas de subsistencia de millones de chilenos y profundiza la brecha de la injusticia social. Y junto con ello, el gobierno y los sectores dominantes de la política […]

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Por Omar Cid* La derecha, nos propone restaurar la fe en un gobierno fracasado. Nos dicen que el contexto del COVID19, hace necesario ubicarse tras su liderazgo. Así, las manifestaciones públicas de rechazo a la administración conservadora, se ocultan y reprimen. La oposición, difundida por la prensa uniformada, es la que cumple su oficio de vagón de cola del empresariado. Sus beatos y devotas, nos recuerdan con recogimiento la necesidad de  volver al templo neoliberal.  En esas condiciones, la “nueva normalidad” abre las puertas de su catedral; para decirnos que podemos regresar a ser “consumidores” sin ningún remordimiento. Ellos, los pastores del rebaño perdido, compuesto por administradores de fondos de pensión, dueños de ISAPRES, farmacias, clínicas privadas, centros comerciales, tiendas de retail, la banca sin excepción: nos han perdonado. Desde el 18 de octubre, la mayoría de los chilenos ha manifestado su desconformidad, con lo existente. La pandemia, ha develado de manera cruda e irrefutable, la obscenidad de un modo de vida, no sólo injusto, también criminal porque ha puesto en peligro el futuro de la especie humana. Eso, que parecía una retórica lejana, sobre ideologizada, perfilada por grupos minoritarios, es hoy una cicatriz vital y planetaria. En la opacidad de las cifras, están los muertos que no cuentan. En nuestro país, los fallecidos que no engrosan los números oficiales. No obstante, se les aplica los protocolos de la epidemia. Esa experiencia traumática, deja una secuela de dolor, frustración y dudas, en las familias postergadas ¿cuántos serán? Si se pudiera hablar de un patrón de comportamiento, en los dos gobiernos de Piñera. Las dudas, con sus dígitos oficiales[1] son un tema en sí mismo. El prestidigitador Ministro Jaime Mañalich, por el año 2011 con bombos y platillos, habló de misión cumplida. En relación con las listas de espera. Eso, sin caer en la descortesía de recordar las intervenciones del mandatario, sobre las violaciones de derechos humanos en su actual gobierno[2]. “Quien puede lo más, puede lo menos” nos recuerda un viejo principio del derecho. El gobierno neoliberal y sus odaliscas, han decidido optar por una ruta resbaladiza. Hace unos días el exministro Andrés Chadwick[3], insinuó la posibilidad de posponer el plebiscito del 25 de octubre, por razones sanitarias. En la misma línea, Gonzalo Blumel y el propio Piñera en CNN español, ha planteado sus dudas. No sólo por lo sanitario, también por la recesión económica, como excusa de postergación. La oposición en bloque se opuso a la idea. Por lo inconsistente de la propuesta, resulta que “la nueva normalidad”, está diseñada para la producción y el intercambio comercial, pero no considera la participación social y política, lo que es un absurdo. Lo preocupante, lo altamente riesgoso, es el intento por parte de un sector significativo de las derechas, al pretender desconocer las manifestaciones sociales y sus consecuencias políticas que incluyen, entregar al pueblo la decisión de cambiar o no la constitución que nos rige. La diputada Ximena Ossandon de RN -lo dijo con claridad- apuntando al principal asesor del presidente.[4] […]

Por Marcel Garcés Muñoz La  instalación de  ”Ollas Comunes”, en diversas comunas y poblaciones de las principales ciudades del  país, incluso en la Región Metropolitana,  en las localidades campesinas, ya no es una hipótesis alarmista o una conspiración extremista destinada a desestabilizar a un gobierno ineficaz y tambaleante, y mucho menos a una agitación política opositora  que pretenda “sabotear” la supuesta estabilidad de la institucionalidad  y el orden público. Lo cierto es que se trata de la consecuencia objetiva de una situación de crisis del país, del modelo económico y social imperante, de una política miope  e insensible de los grupos económicos y políticos gobernantes, y de una elite que no encuentra las respuestas que el desastre económico y social demanda. Lo que ha hecho la pandemia del Covid-19 es poner en evidencia no solo la incapacidad del poder político, económico y social, sino la esencia  del carácter antihumano, antidemocrático, clasista, injusto de su modelo de gobierno. Lo objetivo es que a la pandemia sanitaria en curso, cuya gestión a manos de un gobierno que pone en primer lugar los intereses de las grandes  empresas y enfrenta el desafío como un tema de orden público, no hay una repuesta oportuna, ni humana, ni decente.. Lo que se viene es  la pandemia del hambre y la miseria,  de la debacle social y económica sobre la mayoría de una población a la cual amenaza el desabastecimiento, la cesantía, la falta de atención médica, de remedios y tratamientos adecuados, de condiciones dignas de vivienda,  de pensiones, una crisis educacional, es decir una catástrofe social, económica y familiar de una magnitud  inconmensurable. Los datos son inobjetables, abrumadores y vienen tanto del propio gobierno, pero sobre todo de las estadísticas de los gremios empresariales y de economistas y analistas  a los cuales no se puede acusar de alarmismo irresponsable, o lo que acostumbran en Palacio, de supuestas conspiraciones extranjeras, o de “malos chilenos”. “El hambre es más fuerte que la inseguridad sanitaria”, advirtió el alcalde de Chillán Viejo, Felipe Aylwin , agregando que “la gente vive del día a día” y que “la gente está pasando hambre”.  El edil  advirtió que en su comuna se vive “una situación límite”, y que “el tema económico familiar se va a agravar a un nivel en que podríamos tener una especie de estallido social similar al que se vivió en el sur de Italia cuando ya no tenían qué comer”. El alcalde de Chillán, Sergio Zarzar, reafirmó por su parte  que “el hambre va más allá de la pandemia”. Más  al sur, en Temuco, el alcalde Miguel Becker, de las filas de gobierno, (RN), declaró por su lado que “hay mucha gente que me está pidiendo apoyo en cuanto a alimentación, pago de arriendo, luz , agua, gas. Esto está comenzando a ponerse insostenible”. Se  trata como se acostumbra decir, de una dramática noticia en desarrollo, e incluso alcaldes derechistas como  Germán Codina, de Puente Alto, que prefiere llamarlas “ollas comunitarias” están creando estructuras municipales para adelantarse a las organizaciones de pobladores  y populares y de paso  criticar la indolencia e incapacidad del Gobierno del presidente Piñera de entender la profundidad y las razones de la protesta ciudadana. El impacto de un escenario que constata la miseria que […]

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