Con una significativa asistencia, a través de la plataforma Zoom, se realizó la presentación del libro “La Casta de los Larraín en la Burguesía Chilena del 1500 al 2013”, trabajo del sociólogo y candidato a Doctor en Sociología, Patricio Altamirano, quien además es presidente de la Asociación de Funcionarios del Ministerio de la Cultura y las Artes. La actividad fue organizada por Ojo Editores, que estuvo a cargo de la publicación del estudio, y por el diario electrónico Crónica Digital, correspondiéndole la conducción a su editor general y fundador Iván Gutiérrez, quien moderó la transmisión desde las mismas dependencias del Café Crónica Digital, emplazado en la emblemática Plaza Brasil de Santiago. La presentación estuvo a cargo de Víctor Osorio, director ejecutivo de la Fundación Progresa y ex Ministro de Estado, quien destacó que es un aporte al conocimiento historiográfico, al examen politológico y sociológico del estado del poder en el país. Indicó, al mismo tiempo, que la obra invita al debate, en lo que se refiere a sus interpretaciones sobre los esfuerzos que se han emprendido a lo largo de la historia por levantar una alternativa de cambio, como es el caso de la experiencia del Frente Popular. También hubo comentarios del destacado catedrático e historiador Patricio Quiroga, quien saludó que una iniciativa de pesquisa histórica de este tipo sea publicada precisamente en un momento en que el país enfrenta un proceso constituyente, que obliga a examinar la historia del país. Asimismo, recordó que Altamirano y Osorio fueron destacados alumnos suyos, y que ya en los 90 planteaban cuestionamientos críticos a la naturaleza de la transición pactada en Chile. La obra fue prologada por Atilio Borón, catedrático argentino y Doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard. En 12 capítulos y 300 páginas, el libro se propone develar el modo en que, a través de lo que denomina “la casta de los Larraín”, desde los tiempos de la Conquista gasta la actualidad a la fecha, Chile ha estado bajo el control “de un muy reducido número de familias que se repiten una y otra vez en nuestra historia, utilizando para ello, entre otras herramientas, acuerdos matrimoniales y lazos de parentescos”, los cuales “les han permitido concentrar la propiedad de la tierra, la banca, el comercio, la política, las leyes”. Ojo Editores es una organización “basada en la colaboración y la ayuda mutua, comprometida en la promoción de la libertad y la igualdad, del librepensamiento y la actitud crítica a través de la lectura, ello, en pos de la construcción de una sociedad más fraterna y solidaria para el buen vivir”. Santiago de Chile, 4 de agosto 2021. Crónica Digital.

¿Qué pueden tener en común la reconocida artista italiana, que recientemente ha fallecido, y Pepe Mujica, el bien respetado expresidente del Uruguay? En circunstancias históricas y geográficas diferentes y, por cierto, con roles distintos en la sociedad, se cuentan entre los partidarios de la necesidad de la unidad más amplia de todos los demócratas progresistas. Un aspecto respecto del cual es pertinente profundizar a la luz de la realidad de Chile. Como se sabe, Raffaella Carrà fue una famosa cantante, compositora, bailarina, coreógrafa, presentadora de televisión y actriz de origen italiano, que logró reconocimiento mundial. Al momento de su deceso, el pasado 5 de julio, los medios de comunicación destacaron su estilo transgresor y vanguardista. Recordaron, asimismo, su identificación con la izquierda. A este último respecto, rememoraron una entrevista que concedió a la revista “Interviú” en junio de 1977, cuyo titular reproducía una de sus declaraciones: “Siempre voto comunista”. En las redes sociales, los partidarios de los Partidos Comunistas estallaron en comprensible regocijo y los anticomunistas de diferente tipo oscilaron entre la indignación y el mutismo. Era obvio, por la gigantesca popularidad de la artista. Sin embargo, pareciera que pasaron desapercibidas las reflexiones más amplias que Carrà expresó en esa extensa entrevista en relación a sus opciones políticas. Es pertinente entonces reproducirlas. –¿Tiene usted preocupaciones políticas?  –¡Oh, sí! Naturalmente. En las últimas elecciones le he dado mi voto al Partido Comunista, porque pienso que el comunismo es la única solución que hoy puede resolver el conflicto de mi país. Tenemos demasiados demócrata–cristianos y el Partido Comunista puede significar el revulsivo (cambio importante) que establezca un equilibro. Solo un compromiso histórico entre estas dos fuerzas políticas nos alejaría de la guerra civil. Para comprender el sentido de sus palabras, es necesaria una contextualización histórica. El Partido Comunista de Italia nació en 1921 de la mano de Antonio Gramsci, lo que le otorgó una hechura particular en el movimiento comunista internacional. Enfrentó la persecución del fascismo, tuvo un papel determinante en la Resistencia y, luego de la caída de Mussolini se refundó como Partido Comunista Italiano (PCI) y sumó a sus filas a la Izquierda Cristiana de Italia, por su disposición –influida por las proposiciones gramscianas– de abrir la colectividad a los cristianos. El fundador de ese movimiento, Franco Rodano, será uno de los cuadros más relevantes del PCI; fue muy cercano a Enrico Berlinguer, secretario general desde 1972; y fue un permanente impulsor de la unidad de todo el progresismo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el PCI emergió como el principal partido de Italia, en términos de su fuerza partidaria e influencia social, cultural y electoral. Su secretario general, Palmiro Togliatti, implementó una política de cooperación con todas las fuerzas democráticas, lo que le permitió acumular una enorme fortaleza. Llegó a ser el mayor Partido Comunista del Occidente capitalista hasta fines de los 70. Luego del golpe de Estado en Chile, Enrico Berlinguer impulsó una política en el PCI que fue denominada “compromiso histórico” (compromesso storico), expuesta por primera vez en […]

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En la Catedral Evangélica de Estación Central se realizó durante la mañana del domingo 10 de septiembre el Culto de Acción de Gracias que desarrollan habitualmente las entidades evangélicas y protestantes. En esta ocasión, estuvo caracterizado por los fuertes ataques contra la Presidenta Michelle Bachelet, quien ha efectuado una labor sin precedentes en sus dos Gobiernos en procura de ampliar la libertad religiosa y la igualdad de cultos. En cambio, Sebastián Piñera fue ovacionado, el mismo que faltó desembozadamente a la verdad al proclamar el 2009 treinta compromisos con el mundo evangélico, de los que prácticamente no cumplió ninguno durante su gestión. Como estos hechos ocurrieron en la víspera de una nueva conmemoración del golpe de Estado en Chile, nuestra memoria se trasladó a un episodio que ha sido un gran ausente de todos los Te Deum evangélicos que se han realizado desde septiembre de 1975, cuando fue instaurado por el dictador Augusto Pinochet. Ese episodio es la matanza de campesinos de Chihuío ocurrida el 9 de octubre de 1973, en la comuna de Futrono, en las cercanías de Valdivia. Según el Informe de la Comisión de Verdad y Reconciliación, ese día un convoy militar de los regimientos “Cazadores” y Maturana” de Valdivia “inició una caravana hacia el Sector Sur del Complejo Maderero Panguipulli”. El convoy estaba integrado por unos 90 hombres, entre tropa y oficiales, y siete vehículos. En las localidades de Chabranco, Curriñe, Llifén y Futrono los militares detuvieron desde sus domicilios o sus lugares de trabajo, o recibieron de manos de Carabineros, a un total de 17 trabajadores agrícolas. Fueron golpeados hasta sangrar y en presencia de sus familias. Entre ellos, el menor de 17 años Fernando Adrián Mora Gutiérrez. Según una amplia investigación sobre el caso que realizó la Corporación de Promoción y Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), la situación económica de las familias de los prisioneros “era mínima; vivían en humildes casitas de madera, en muchos casos sin piso y sin los servicios básicos; las casas disponían de un pequeño sitio con uno o dos árboles frutales y un pequeño pedazo de tierra donde sembraban algunas hortalizas”. Del total de los ejecutados, 14 eran casados y tenían familias. En total tenían 69 hijos, cuyas edades fluctuaban entre pocos días de vida y los 23 años. Mirla Torres, cónyuge de Ricardo Ruiz, e Irma Carrasco, esposa de Rosamel Cortez Díaz, estaban embarazadas. Indica que “quince de los campesinos eran evangélicos. En la ‘Iglesia del Señor’, iglesia evangélica de Arquilhue, predicaba Narciso García Cancino, y en la ‘Iglesia Cristiana de Jesucristo’ de Chabranco predicaba frecuentemente Rosendo Rebolledo Méndez”. De acuerdo a un trabajo publicado por revista “Sendas”, la mayoría de los 15 campesinos evangélicos se congregaba en la Iglesia del Señor y dos eran adventistas. Aparte de García y Rebolledo, el trabajo de CODEPU remite también a los casos de José Orlando Barriga Soto (su esposa Purísima de las Mercedes Martínez relató que “era evangélico, había sido bautizado en la Iglesia del Señor”); Daniel Méndez […]

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Un café en una plaza con historia....

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