En esta función, que desarrollo hace años, he sido testigo de la modernización que ha experimentado el Servicio de Impuestos Internos, y de la calidad profesional y ética de sus funcionarios.
Es cierto, que a veces actúan con excesivo celo y que tienen una mirada particularmente fiscal de los negocios. Es verdad también que dudan de las explicaciones de los contribuyentes, y que sólo se satisfacen con las pruebas que ellos califican de fehacientes, las que muchas veces por el tiempo transcurrido, resultan imposibles de conseguir. Sin embargo, y a pesar de todo ello, es un hecho innegable que una de sus características es la probidad.
De hecho, me consta que muchos de sus funcionarios, destacados y experimentados profesionales, han privilegiado el trabajo público por sobre el lucro privado. No pocos han desechado opciones laborales para abocarse con integridad a su actividad funcionaria. Lo han hecho, no por el poder que les confiere el ejercicio de su cargo, sino porque han comprendido lo relevante de la función pública.
Esta motivación, que coincide con los argumentos que seguramente ponderó la actual autoridad para asumir el cargo, explica la consternación que hoy existe, y la disposición de todos ellos para colaborar con la erradicación de todas aquellas situaciones que puedan parecer de corrupción. No me cabe duda que este objetivo se cumplirá, y que este episodio, excepcionalísimo en la historia del Servicio, servirá para fortalecerlos. Sólo me asiste un temor, y que es que a propósito de las denuncias que se han hecho, y para evitar sospechas, los funcionarios terminen encerrados en la institución, y asilados en sus propios y particulares criterios.
Sería nefasto que se inicie una caza de bruja, y que ésta termine con los fiscalizadores a un lado y los privados al otro. No pueden volver aquellos tiempos, en que una conversación entre un funcionario y un asesor privado, era interpretada per se y por algunos jefes, como algo irregular. Lo anterior que fue llevado hasta la paranoia por quienes sin mayor jerarquía, y con poca inteligencia, no saludaban o se cambiaban de calle para no encontrarse con el enemigo, ha venido siendo erradicado, pues la actual autoridad proveniente precisamente del sector privado, ha orientado su gestión precisamente a abrir canales que permitan un entendimiento óptimo, enmarcado en el Derecho y basado en el respeto.
Lo ha hecho, porque seguramente entiende que el germen de la corruptela está precisamente en la conducta odiosa e impertinente que he descrito. Por eso es que no podemos ni debemos confundirnos. Por el contrario, debemos apoyar para que los esfuerzos que ha hecho la dirección actual para reorientar la función inspectiva, considerando al contribuyente como persona, y por lo tanto como titular de derechos constitucionales, no culmine con una institución cuestionada y con funcionarios en entredicho, sino que como lo es, una institución tremendamente prestigiosa y relevante para el quehacer nacional.
Por: Christian Aste, abogado, profesor de Derecho Tributario Universidad Central. Socio MAAS Abogados Auditores Tributarios. http://www.maas.cl
Santiago de Chile, 26 de Febrero 2007
Crónica Digital , 0, 71, 12