EL PERIODISMO, UN OFICIO PARA VIVIR MIL VIDAS

Ahora se prefieren los comentarios envenenados, el partidismo a destajo y el mercantilismo a gusto de ambiciones personales. Como en el siglo XIX.

Son esos “modernos” periodistas a los que probablemente les de vergüenza reconocer que lo son. Como si fuera un estigma y no un honor.

Recuerdo los inicios de mi profesión, cuando el único privilegio de pertenecer a ella, aparte de un sueldo siempre escaso, era poder vivir mil vidas, las de todos aquellos que se acercaban a tu crónica.

No teníamos un kopec pero éramos multimillonarios de la verdadera vida, la que palpábamos todos los días. Tal vez por eso no estábamos –salvo deshonrosas excepciones— ni resentidos ni amargados.

Claro que tampoco éramos gente importante en constante comercio con los dadores de privilegios.

Nuestras cuentas bancarias estaban, a fecha fija, llenas de los números rojos de la falta de liquidez, pero respirábamos el privilegio de vivir por encima de todas las posibilidades humanas. Tomábamos el pulso a poderosos y a muertos de hambre con los mismos dedos ávidos de aprender cosas.

Nos nutríamos de la vida que corría por las venas de la gente que tropezaba con nuestras plumas (porque entonces casi no había computadoras).

Para mí, todo empezó en Tánger, cuando la ciudad todavía no era marroquí sino que gozaba de un estatuto internacional a la frontera de la moral menos rígida y que habría cuadrado mejor con las aventuras antinazis de Rick el de Casablanca.

Un mafioso de altos vuelos, Lucky Luciano, barón de la cocaína, me metió en el cuerpo tal pánico que me eximió para siempre de todos los regímenes alimenticios que facilitan a media humanidad la tarea de leer el periódico cómodamente en la taza del retrete.

Tipos como Errol Flynn me dieron la envidia de las conquistas femeninas que para él terminaron con una ninfa en un baño a temperatura ambiente.

Nunca se averiguó, eran tiempos muy recatados (1959) si el infarto fulminante que se lo llevó a ese que llaman el otro barrio fue culpa de la temperatura del agua o la de la chiquilla que la compartía.

La actriz norteamericana Jean Seberg (Bonjour tristesse de Françoise Sagan, A bout de souffle de Jean-Luc Godard) me enseño que el amor podía ser tan platónico como la Coca Cola.

En el mismo París de los sesenta –ya sé, mi nostalgia es repetitiva pero es lo único que me queda; eso y la rabia —con la bailarina y actriz cubana Chelo Alonso, monumento de mujer que habría vuelto loco a cualquier clásico de la pintura holandesa- aprendí a echarle güisqui a la Coca Cola.

Años después de conocer a Errol Flynn en Tánger, conocí en París a su hijo Sean, fruto de uno de sus más atronadores idilios. Con silencios donde el papá ponía ruidosa jactancia, el muchacho me enseñó que el sentido de la vergüenza hecha pundonor puede tener un precio muy alto.

Lo pagó sin pestañear. Una bomba se lo llevó en una carretera de Camboya donde quería hacer fotos (o tal vez buscar la muerte). Sean no había tenido éxito como actor y probablemente tampoco como amante. En ambas profesiones nunca le llegó a los calcetines del papá.

(Ese maldito padre que, sin recurrir a Sigmund Freud y a su completo de Edipo, casi siempre nos arruina la vida).

En medio de un general que gobernó a Francia, un iluminado que también quiso gobernarla, y que lo intenta todavía, escritores de tres al cuarto y otra gente de mal nacer, los personajes más exhaustivos que me han dado para ver y contar siempre han sido gente anónima.

Hubo un trapero que me paseó un amanecer por las afueras pobres de París y que era más sabio que cualquier Presidente, primer ministro o ministro que desde Pernambuco a Madrid quiso convencerme alguna vez de la bondad de la clase política.

Una tarde, al caer el día, encontré en una montaña roja de Brasil a un jovencillo campesino sin tierra que me atufó con una bocanada de aire fresco cuando me confesó que su ambición era marchar un día sobre Brasilia, la capital federal, la capital del dinero, del poder y de la corrupción, al frente de los cientos de campesinos sinesperanzas que compartían con él aquellas tierras ocupadas en las que me invitó a una suculenta “feijoada”.

Mucho después, me recordó a un célebre oncólogo francés que otra tarde, en la montaña gris de París, me gritó toda la desesperanza del mundo en medio de una sala repleta de niños cancerosos.

(Acaba de hacerme pensar en el grito sin el menor atisbo de esperanza con que me estremeció una mañana temprano en el Festival de Cannes el actor Harvey Keitel, moderno Ulises perdido en el infierno de los Balcanes, en Sarajevo más precisamente).

Un señor era el campeón mundial de los pesos pesados, Carlos Monzón, argentino por más señas. Eran tiempos en que París vibraba hasta por el boxeo.

Nos veíamos frecuentemente en los entrenamientos y a ratos con el actor Alain Delon, que creía encanallarse “apadrinando” a boxeadores. Monzón terminó matando a su mujer y al rato se mató en un accidente. Lo cual tendería a probar que Dios no siempre está ausente.

Delon sigue vivo pero parece muerto de la vida.

Uno tenía sus compensaciones cuando se tropezaba con personajes como aquella princesa de ojos verdes y tristes que esperaba en París el momento de contraer matrimonio con el rey de Iraq.

Una mañana nos enteramos que el monarca de entonces había sido colgado en medio de una revuelta, no lejos de su palacio, en el Bagdad de las mil y una noches. Entre los insurrectos estaba un tal Sadam Hussein.

El “liberador” sería “liberado” a su vez por George Bush y la princesa que me servía té con una sonrisa de Soraya (aquella de cuando Irán se llamaba Persia y no temía un ataque de los bellos marines norteamericanos) se quedó compuesta y sin novio.

Otro hombre excepcional, por el que hasta merecía la pena ser periodista, era Salvador Dalí.

Le conocí en París ya con los años acuesta queriendo desesperadamente a la misma mujer, una musa, Gala, para la que él declinaba en aquella “suite” del Hotel Meurice nombres dulces que susurraba: Galuchka o Graiva.

Nuestras vidas volvieron a cruzarse en Madrid cuando él esperaba la muerte como una liberación porque Gala había tenido la terrible idea de morirse antes.

Toda esa gente fue mi capital, mis universidades, como decía un cantante francés de cuyo nombre ya me he olvidado. Mi vida. Mi principio y mi fin.

Por Sergio Berrocal *Periodista y escritor francés

Santiago de Chile, 10 de mayo 2007
Crónica Digital/PL , 0, 56, 9

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Next Post

CONVOCAN A MANIFESTACIÓN FRENTE A EMBAJADA DE ESTADOS UNIDOS

Jue May 10 , 2007
La manifestación se realizará este sábado a las 12 frente a la embajada estadounidense donde se entregará a los diplomáticos miles de firmas que exigen la liberación de los cinco patriotas cubanos presos injustamente en cárceles del país del norte, informaron fuentes de la organización solidaria a Crónica Digital. Cabe recordar que la Corte Federal del Circuito de Apelaciones ubicada en Nueva Orleáns, se pronunció en abril pasado a favor de la libertad condicional del terrorista Luis Posada Carriles, acusado de ser el autor de numerosos atentados para sabotear el proceso de la Revolución Cubana e, incluso, de intentar asesinar al presidente Fidel Castro. Luego de pagar una fianza de 350 mil dólares, el ex espía de la Agencia Estadounidense de Inteligencia (CIA) viajó a Miami a reunirse con su familia y, probablemente, a visitar a otro terrorista autoconfeso y viejo compañero de aventuras, Orlando Bosch, quien también vive en la Península de Florida. Luis Posada Carriles está relacionado con “algunos de los más infames acontecimientos del siglo XX en la vida política de Centroamérica»; entre estos, «la invasión de Bahía de Cochinos, el caso Irán-contras, la bomba contra el vuelo 455 de Cubana de Aviación (1976), los atentados a instalaciones turísticas de La Habana (1997) e incluso, según algunas teorías de conspiración, el asesinato del presidente John F. Kennedy». Posada Carriles permanecía detenido por haber ingresado ilegalmente al país, y aún deberá afrontar un juicio por esa causa, pero Estados Unidos no está dispuesto a juzgarlo por las probadas acusaciones que se le hacen desde Cuba. De la misma forma, Washington ha hecho oído sordo a los reiterados pedidos de extradición por parte de la isla y de Venezuela, país este último donde el terrorista estuvo preso hasta 1985, y luego se fugó. El argumento central por el que Estados Unidos se niega a extraditar a Posada Carriles es que no encuentra garantías en Cuba y en Venezuela y teme que el terrorista pueda ser torturado, según se expidió un juez. Lo curioso de esta disposición es que en ningún momento niega la probada culpabilidad de Posada Carriles en numerosos atentados. De igual forma, es infundada la sospecha de que pueda ser torturado. Carriles junto con Orlando Bosch, fueron los autores intelectuales del atentado contra el avión de la línea Aérea Cubana de Aviación, que explotó en pleno vuelo apenas unos minutos después de haber despegado del aeropuerto de Barbados el 6 de octubre de 1976. El atentado se cobró la vida de 73 personas, igual de inocentes y víctimas que los muertos luego del choque de los dos aviones a las Torres Gemelas aquel 11 de septiembre de 2001, tan repudiado por la comunidad internacional. Documentos desclasificados por los Archivos de Seguridad de la Universidad George Washington en 2005, demostraron la vinculación de ambos terroristas con el atentado en Barbados. El propio Bosch declaró meses atrás a un diario catalán que, para él, el avión de Cubana era “un blanco de guerra” en el que “iban coreanos del […]

Te puede interesar:

Las opiniones vertidas en este medio de comunicación no necesariamente representan el sentir de Crónica Digital y son de responsabilidad de quienes las emiten.

Crónica Digital, es un medio de comunicación social, republicano y comunitario. Fue fundado el 19 de abril del año 2005. Su objetivo periodístico es informar sobre los principales noticias de Chile, América Latina y el mundo.

El director de Crónica Digital es el periodista Marcel Garcés Muñoz.

El subirector es el poeta Omar Cid

Su representante legal y editor general es el periodista Iván Antonio Gutiérrez Lozano.

El editor de nacional es el periodista Ramón Vargas Vega.

El editor de cultura es el periodista Miguel Alvarado.

Corresponsal en La Habana, Cuba, Florencia Lagos N.

El asesor legal es el académico y abogado Sr. Pablo Méndez Soto.

Los principales asociados informativos de Crónica Digital son la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina , la agencia de noticias China, Xinhua y TV Brics.

En Chile, radio Luis Emilio Recabarren de la CUT, y el medio electrónico El Maipo

Correo: cronicadigital@gmail.com
Dirección: Maturana 302 local 2
Santiago de Chile.

Desde el año 2005 Crónica Digital es parte de la Asamblea Nacional por los Derechos Humanos.

Crónica Digital es una marca registrada. Todos los derechos reservados.

Redacción Diario Crónica Digital
Fono: 950142601

Un café en una plaza con historia....

Maturana con Huérfanos
plaza Brasil,
Santiago de Chile.

La imagen tiene un atributo ALT vacío; su nombre de archivo es cafe-con-torta-900x675.jpeg