La batalla comenzó en Marzo y la fuerza de la movilización forzó la instalación de una mesa para el conjunto de los trabajadores contratistas. En 45 días de negociaciones los empresarios hicieron concesiones.
Publicitaron que habían aceptado 21 de las 23 demandas. La dos que resistieron fueron salarios y aguinaldos, es decir las esenciales.
Los trabajadores retomaron el paro. La gran empresa ( no los 86 empleadores) exigió represión inmediata.
Las autoridades inicialmente se negaron. Se acentuó la presión. Un diligente sirviente de Pinochet, Fernando Léniz, denunció que detrás de todo estaba el Partido Comunista. (Que sea claro: no estábamos detrás, estamos y seguiremos al lado de esas luchas).
¿Qué deseperaba a Léniz? Que se imponía una negociación que pasaba por encima de la ley pinochetista pues incluía a trabajadores de distintos patrones. Avizoraba un golpe de muerte a la explotación vía contratistas.
Pese a todo, se abrió una nueva mesa con el aval del Arzobispo Ezatti. El proceso debía culminar en la planta principal. Los trabajadores despejaron los caminos y esperaron. No llegaron los negociadores. En cambio, se ocupó militarmente la zona y se agredió brutalmente a los huelguistas.
Ante eso reaccionó Rodrigo Cisternas y con un montacarga defendió a sus compañeros. Cuando se retiraba fue ametrallado. Su inmolación evitó una masacre.
Pero la brutalidad no dio victoria a Léniz y los suyos. La oleada de indignación y solidaridad forzó la reapertura de las negociaciones.
Todo culminó con reajustes de 52% para los salarios mas bajos y alrededor de 16% para los mas altos. En cambio, las negociaciones en los marcos pinochetistas dieron como resultado en 2006 un promedio de 0,79% de reajuste real.
Eso es lo que duele a los neoliberales y es lo que enaltece la lucha de los trabajadores de Arauco que no solo han triunfado ellos sino que han abierto un camino para que de una vez por todas se ponga fin a los marcos legales del capitalismo salvaje que la dictadura impuso y que permanecen con los gobiernos de la Concertación.
Por Jorge Insunza Beker, el autor es ingeniero y miembro de la Comisión Política del Partido Comunista de Chile.
Santiago de Chile, 15 de mayo 2007
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