LA LUCHA POR SER PARTE DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL

Intención que ratificó el Mandatario frente a todo el país el 12 de agosto de 2003, cuando detalló su propuesta para resolver los problemas pendientes de Derechos Humanos.

El Ejecutivo envió al Congreso el Mensaje para permitir la ratificación, el que fue aprobado por la Cámara de Diputados en un acto objetado por parlamentarios de la oposición que recurrieron al Tribunal Constitucional, fallándose que para ratificar, era necesaria una reforma constitucional por tratarse del reconocimiento a un Tribunal.

Lagos acató lo fallado y envió el proyecto de reforma al Senado, donde se logró su aprobación en primer trámite ante la Comisión respectiva el 4 de octubre de 2005, por unanimidad.

Pensamos que en los trámites siguientes ante el Senado, la Cámara de Diputados y el Congreso Pleno, el camino sería expedito a juzgar por la unanimidad obtenida, pero cada vez que se ha insistido, se ha planteado todo tipo de obstáculos y los detractores de la ratificación han impuesto su criterio minoritario, negando los dos o tres votos que impiden el quórum calificado de 3/5 requerido para integrar a Chile al primer tribunal con carácter de permanente, establecido con el propósito de sancionar la barbarie e impedir la impunidad.

Nuestro país, que privilegia las relaciones con los vecinos y la integración al mundo moderno, es el único de América del Sur que no está entre los 102 “Estados Parte” del Tribunal Penal Internacional que funciona en La Haya desde el 1º de julio de 2002.

Siempre el resultado ha sido el mismo: “la Alianza estima prudente postergar la votación y sacarla de tabla mañana. (….)”, disponiendo informes y trámites que han impedido un pronunciamiento definitivo, no obstante que la integración de Chile a la CPI sigue siendo materia que cuenta con el apoyo decidido del Poder Ejecutivo en términos que al referirse a temas de Derechos Humanos, la Presidenta Bachelet en su Mensaje ante el Congreso Pleno del 21 de mayo fue clara al manifestar que “insistiremos en la ratificación de la Convención de Roma que crea el Tribunal Penal Internacional y el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura”.

Pero ha quedado demostrado que no basta con la intención ni con la declaración de nuestra máxima autoridad. La oposición se ha negado sistemáticamente a alinear a Chile junto a las naciones libres y respetuosas de los Derechos Humanos, dejándonos junto a los violadores internacionales, a los invasores, a los que mantienen prisiones clandestinas en todos los continentes, bombardean, destruyen, secuestran, torturan y desaparecen a civiles o crean muros infames, a los que solo se inspiran en sus ansias de dominación, pretendiendo con cualquier pretexto, imponer “su verdad” al mundo, en nombre de una democracia y de una justicia en las que no creen y que no practican.

Por Leonardo Aravena Arredondo
Profesor de Derecho, Universidad Central
Coordinador de Justicia Internacional y CPI, Amnistia Internacional-Chile

Santiago de Chile, 23 de mayo 2007
Crónica Digital , 0, 88, 3

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AMIGO DE SACERDOTE ASESINADO POR PINOCHET DEFIENDE TEOLOGIA DE LA LIBERACIÓN

Mié May 23 , 2007
Querido Benito: Te dirijo esta carta porque necesito comunicarme con el pastor de la Iglesia Católica y no existe ningún canal de comunicación para encontrarte directamente. Me dirijo a tí como hermano en la fe y en el sacerdocio, puesto que hemos recibido en común la misión de anunciar el Evangelio de Jesús a todas las naciones. Soy sacerdote misionero de Quebec (Canadá) desde hace 45 años; me comprometí con entusiasmo al servicio del Señor cuando empezó el Concilio Ecumènico Vaticano II. He estado siempre ocupado en un trabajo próximo a los ambientes particularmente pobres: en el barrio Bolosse, en Puerto Príncipe (Haití), bajo François Duvalier, después entre los quichuas al Ecuador y, finalmente, en un barrio obrero de Santiago en Chile, durante la dictadura de Pinochet. Después de haber leído el Evangelio de Jesús durante mis estudios secundarios quedé impresionado por la multitud de pobres y tullidos de la vida de los que se rodeaba Jesús, mientras que los numerosos sacerdotes que nos acompañaban en aquel colegio católico sólo nos hablaban de moral sexual. Yo entonces tenía quince años. ¿La teología de la liberación es una mezcla errónea de fe y política? En el avión que te traía al Brasil, una vez más has condenado la teología de la liberación como un falso milenarismo y una mezcla errónea entre Iglesia y política. He quedado profundamente molesto y me he sentido herido por tus palabras. Ya había leído, y releído, las dos instrucciones que el ex cardenal Ratzinger había publicado sobre esa teología; allí la describes como un espantapájaros que no representa nada en mi vivencia y convicciones. No he necesitado leer a Karl Marx para descubrir la opción para los pobres. La Teología de la liberación no es una doctrina o una teoría; es una manera de vivir el Evangelio en la proximidad y la solidaridad con las personas excluidas y empobrecidas. Es indecente condenar así públicamente a los creyentes que han consagrado su vida —y somos decenas de miles de laicos y laicas, religiosas y religiosos y sacerdotes de todas partes— los que hemos seguido el mismo camino. Ser discípulo de Jesús es imitarlo, seguirlo, actuar como él obró. No comprendo este encarnizamiento y esta hostilidad respecto a nosotros. Justo antes de tu viaje al Brasil, redujiste al silencio y excluiste de la enseñanza católica el padre Jon Sobrino, teólogo comprometido y sacrificado, compañero de los jesuitas mártires de El Salvador y de monseñor Romero. Este hombre de setenta años ha servido con valor y humildad a la Iglesia de América Latina con su enseñanza. Es una herejía presentar a Jesús como hombre y sacar las consecuencias ? Viví la dictadura de Pinochet en Chile, en una Iglesia valientemente guiada por un pastor excepcional, el Cardenal Raül Silva Henríquez. Bajo su gobierno, acompañamos a un pueblo asustado, aterrorizado por militares fascistas católicos que pretendían defender la civilización cristiana occidental torturando, secuestrando, haciendo desaparecer y asesinando. Viví aquellos años en La Bandera, un barrio popular particularmente afectado por la […]

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