Como todo lo humano interesa a la religión, el discernimiento abarcó todos los problemas del pueblo americano y, pensamos que su solución constituye lo que podríamos llamar el mensaje de La Aparecida.
El primer problema continental es la pobreza. Se ha de incluir en este concepto de pobreza, dos aspectos. El primero es la miseria social y moral de los vicios que la acompañan, nominalmente, de la drogadicción y el alcoholismo. Acompaña a la pobreza, la exclusión del progreso, lo que se traduce en desigualdad. Una desigualdad que es tan escandalosa!
Entre las causas de esta pobreza, algunas son individuales como el afán de lucro, de placer, el egoísmo e individualismo. Otros son estructurales como los sistemas económicos neoliberales sustentados sobre la explotación, el tráfico de drogas y de armas, etc.
Frente a estos vicios, la Conferencia de obispos ha acuñado un concepto; la desintegración. Un sinónimo sería la palabra más conocida de corrupción. El mensaje por tanto de La Aparecida podría resumirse en el imperativo de la integración.
La integración pide dos cosas: una conversión personal y un saneamiento estructural. Abolir las estructuras intrínsecamente corruptas, como el tráfico de armas, de drogas o de personas. Y corregir las estructuras económicas, sociales y políticas enviciadas. Para esto la Iglesia nos ofrece una cooperación muy importante.
Para estas decadencias humanas los obispos nos indican una respuesta; la fe en Dios. Una fe que integra y polariza a individuos y estructuras para que se opongan a toda corrupción, sea esta individual o colectiva.
Efectivamente la fe en Dios, la devoción al Cristo crucificado, los santuarios de María, la religión popular han creado una cultura religiosa que unifica al Continente. Y que en la medida que se vuelva activa y eficaz, podrá superar la dispersión, la disgregación y la corrupción. La Iglesia se ofrece para trabajar en esta reactivación de la fe.
El rico que reconoce a Dios como el autor de su propio bienestar, deberá compartirlo con los que nada tienen, si no quiere simplemente romper con Dios.
Y la sociedad que se apoya en estructuras injustas deberá reexaminarlas para ver si realmente conducen al bien común. Es cierto que aun sin creer en Dios se puede creer en la humanidad y servirla. Pero el que cree en Dios no puede dejar de hacerlo (servir a la humanidad) sin romper con el Padre de toda la familia humana.
Acojamos en mensaje de La Aparecida y seamos consecuente con él!
Por José Aldunate S.J. El autor es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 26 de junio 2007
Crónica Digital , 0, 160, 19