Tras recordar que «nadie está a salvo de las consecuencias de las drogas ilícitas», cita dos estudios que indican que Centroamérica y el Caribe tienen tasas de homicidio y agresión mayores que el promedio mundial, que se explicarían por el tráfico de drogas.
Los mismos estudios de la ONU mencionan la violencia entre pandillas en El Salvador, Guatemala y Honduras, así como Panamá, donde el 80 por ciento de las víctimas y victimarios tienen entre 12 a 25 años de edad.
Coinciden, asimismo, en señalar que la «cultura pandillera es síntoma de un malestar social más profundo que no puede ser resuelto con poner a los niños de la calle detrás de rejas».
Bajo el lema «Â¿Controlan las drogas tu vida?», aseguran que en todos los países de la región se toman medidas frente a la amenaza de las drogas ilícitas y su violencia, y destacaron algunas iniciativas para recuperar a jóvenes y reinsertarlos en la sociedad.
Santiago de Chile, 26 de junio 2007
Crónica Digital/PL , 0, 77, 12
Relacionado
Mar Jun 26 , 2007
El texto forma parte de las 693 páginas recién desclasificadas por la CIA, denominadas «Joyas de la Familia», en las cuales queda en evidencia casi un cuarto de siglo de violaciones de la propia carta constitucional de ese servicio de espionaje. Los documentos fueron difundidos por el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington. La noticia sobre el plan de atentado circuló en la prensa estadounidense en 1971, pero no es hasta ahora que documentos de la propia agencia lo confirman. Según uno de los memorandos, el funcionario de la CIA Richard Bisell contactó en agosto de 1960 al coronel Sheffield Edwards, para determinar si la Oficina de Seguridad de la Agencia disponía de alguien que pudiera asesorar en una misión delicada «de tipo gansteril». «El objetivo era Fidel Castro», precisa el documento, que en uno de sus puntos aclara que el plan era extremadamente delicado por lo que sólo un grupo pequeño fue informado. Robert Maheu, una fuente segura de la Oficina de Seguridad, sugirió el nombre de Johnny Roselli, un miembro de la mafia. Fue el propio Maheu quien se encargó de hacer la propuesta a Roselli el 14 de septiembre de 1960 en el hotel Hilton Plaza de Nueva York, con la leyenda de que trabajaba para varias empresas internacionales, supuestamente afectadas por las medidas de la naciente Revolución cubana. El plan contemplaba hacer creer al mafioso que «el gobierno de Estados Unidos no estaba, ni debería estar al tanto de la operación». Los presuntos ejecutivos de las compañías pagarían 150 mil dólares para terminar con la vida de Fidel Castro, comentó Maheu a Roselli, según el texto. En la reunión del Hilton Plaza estuvo presente además James O´Connell, de la Oficina de Seguridad de la CIA, quien fuera presentado como un empleado de Maheu. Aunque en un inicio el mafioso se negó a involucrarse en el plan de asesinato, tras ser persuadido por sus interlocutores dijo estar dispuesto a presentarles a un amigo suyo nombrado Sam Gold, vinculado a «gente cubana». Durante la semana del 25 de septiembre se produjo la primera plática entre Maheu, Gold y otro individuo identificado como Joe, quien a la postre resultó ser el conocido mafioso Santos Traficante. Gold, cuya verdadera identidad era Momo Salvatore Giancana, y Traficante, estaban en la lista de los 10 hombres más buscados por el Fiscal General de Estados Unidos, precisa el documento. «El primero era considerado como el jefe de la Cosa Nostra en Chicago, sucesor de Al Capone, y el segundo jefe de la Cosa Nostra para las operaciones contra Cuba», indica. Giancana alegó estar en desacuerdo con asesinar a Fidel Castro utilizando armas de fuego, por los problemas que ello pudiera acarrear, y sugirió suministrarle algún tipo de píldora en la bebida o en la comida. Las pastillas letales fueron entregadas por Traficante al cubano Juan Orta, señalado por él como «un funcionario cubano que había estado recibiendo sobornos de los juegos de azar, que todavía tiene acceso a (Fidel) Castro, […]