LA DERECHA Y SUS OPCIONES DE GOBIERNO

La incapacidad de la Alianza para imponerse como opción presidencial que visiona Alcaino, hunde sus raíces en un complejo proceso político tras el cual la derecha pierde su identidad, y con ello, su capacidad arquitectónica para insertarse dentro del juego democrático.

En efecto, tras los estrechos lazos que se tejieron entre la derecha y la dictadura militar, es posible reconocer el germen del actual desdibujamiento identitario que afecta al conservantismo chileno, y que hoy se expresa, entre otras características, en la ausencia de un proyecto político-que más allá de la crítica al adversario- sea capaz de diseñar una propuesta país concreta, así como también, en los cacicazgos, y en la falta de un liderazgo interno.

Lo anteriormente expresado cobra sentido si tenemos a bien hacer un poco de historia, y situarnos en la experiencia del gobierno militar. Sin lugar a dudas que ésta significó para los sectores acomodados del país- vinculados históricamente al pensamiento de derecha- en un triunfo.

Las privatizaciones y el desmantelamiento del “Estado empresario”, así como también, el libre mercado que se instaura por esos años, se expresaron en sendos dividendos económicos para los citados sectores, sin embargo, no así para la expresión política que desde antaño cobijo los intereses del sector económico acomodado.

El protagonismo que asumió la figura del general Pinochet durante el gobierno militar, así como también, las características dictatoriales con que se ejerció el poder por esos años, vinieron a limitar o mejor dicho castrar el desarrollo y proyección de la derecha post dictadura.

En este último sentido cabe precisar que la derecha al “pinochetizarse” sacrificó su legendaria identidad como sector político, y asumió, desde “la obra” del régimen militar, nuevos símbolos, signos y significados a partir de los cuales construir identidad propia, lo que de una u otra manera se vio reflejado en el apoyo brindado por la derecha a Pinochet en el plebiscito de 1988.

Tras el retorno a la democracia, la conducta de la derecha ha sido más bien errática, y con ello no ha hecho más que mostrar al país el conjunto de debilidades propias de un sector carente de mística y cultura propia. Respecto a este último punto cabe precisar que durante los noventas pudimos apreciar una derecha que gira desde el apoyo incondicional al régimen militar, a una derecha que buscó desesperadamente desmarcarse de los crimines de lesa humanidad e enriquecimiento ilícito que pesan contra el régimen militar, para reconocer últimamente una derecha que desde la crítica a los gobiernos de la Concertación busca definir una plataforma política desde la cual validarse y proyectarse.

El abandono que hizo la derecha a la figura y del gobierno del general Pinochet, se constituyó, desde la perspectiva que defiendo, en una opción fructífera que en lo inmediato le permitió desvincularse de los crímenes que pesan en su contra, pero que analizada a largo plazo se constituyó en una opción que vino a desmantelar el referente identitario a partir del cual la derecha se validaba y proyectaba bajo los nuevos cánones democráticos.

En efecto, tras el distanciamiento que asume la derecha del gobierno militar, ésta no sólo se despoja a sí misma aquella identidad asumida tras los diecisiete años de dictadura y que orgullosamente defendía y justificaba, sino también, se inyunta- sin estar aún consciente- la tarea de definir una nueva identidad, que ya no ha de apelar a los “logros” de la dictadura, sino más bien a los logros de la derecha en tanto oposición política, tarea en la cual es posible reconocerla en la actualidad, aunque al parecer sin la claridad y conciencia del proceso en el que se halla inmersa.

Desde la perspectiva antes señalada, los discursos asumidos por la derecha en este último período, y que guardan relación fundamentalmente con un reclamo orientado a la eficiencia del gobierno y del Estado, así como también aquellos vinculados a temáticas más bien específicas como lo son la inseguridad ciudadana y el transantiago, se constituyen en los contenidos a partir de los cuales la derecha ha de definir una identidad propia, y desde ellos contribuir, en tanto oposición, al proceso democrático del país.

En este último sentido parece oportuno enfatizar que mientras la derecha no asuma una identidad surgida desde la experiencia democrática, que sea de carácter constructivo y con visión-país, no podrá aspirar a ser opción presidencial, de ahí que en los recientes sondeos electorales la derecha aparezca lejos de ser opción de gobierno, y desde dicho análisis también parecen comprensibles las palabras de Alcaino a propósito de las opciones de la Alianza de llegar a La Moneda.

(1) Entrevista realizada por “Hora de Infidentes” de Canal 13 el 26 de julio del 2007.

Por David Jacob Pérez Carrillo
Magíster en Ciencia Política y Filosofía Política de la Universidad de Chile.

Santiago de Chile, 5 de agosto 2007
Crónica Digital
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LA IZQUIERDA CHILENA Y LA ENCUESTA ADIMARK

Lun Ago 6 , 2007
En efecto, el aspecto más resaltado fue que por primera vez el nivel de desaprobación de la Presidente Michelle Bachelet es mayor que el respaldo. Aunque la aprobación a la Mandataria registró sólo una leve baja respecto del mes anterior, llegando al 41,5%, fue el porcentaje de desaprobación el que saltó al mayor nivel en todo su mandato, con un 42,8 por ciento. Del mismo modo, la evaluación en el manejo de la economía registró una baja de ocho puntos, desde un 43% en junio a un 35% en julio. Por otra parte, en la prensa se circunscribieron a reproducir la siguiente afirmación de la presentación del estudio, referente a las coaliciones políticas: “Continúa el alto nivel de desaprobación a la forma como se percibe se están desempeñando. La Concertación y la Alianza empatan en una evaluación muy negativa. El 50% de la población afirma no identificarse con ninguna de las coaliciones políticas existentes, incluyendo la izquierda extraparlamentaria de Juntos Podemos”. La encuesta concluyó que el 57,8%, al margen de su posición política, desaprueba cómo la Concertación “está desarrollando su labor”, y el 57.9% desaprueba a la Alianza en esa materia. La única pregunta de la encuesta Adimark que se refería específicamente al pacto Juntos Podemos era la siguiente: “¿Con qué pacto político se siente más identificado?”, frente a las siguientes alternativas dadas: Alianza – Concertación – Juntos Podemos. A este respecto, los resultados fueron los siguientes: la Concertación registró un 23,6%; la Alianza marcó un 14,6% y el Juntos Podemos un 11.7 por ciento. Habría que agregar que la alianza de la izquierda aumentó 3,1 puntos respecto de la encuesta anterior, en la que logró un 8.6 por ciento. Un 50,1% manifestó no identificarse con ningún pacto o se reconoció como independiente. Este nivel de respaldo ciudadano del Juntos Podemos es particularmente sugerente, si se considera que la derecha sólo supera al pacto de izquierda por 2,9 puntos. Más aún, si se compara con los resultados de las elecciones parlamentarias del 2005, en las que el Juntos Podemos solamente logró un 7,40% de apoyo (mientras que la Alianza llegó al 38,72 y la Concertación al 51,76). En las elecciones presidenciales de este año, el candidato Tomás Hirsch llegó al 5,40%, mientras que la candidatura del oficialismo obtenía un 45,96 frente a un 48,64 de los votos conjuntos de Sebastián Piñera y Joaquín Lavín. En el estudio de Adimark, el Juntos Podemos aparece con 4,3 puntos adicionales –si se compara con la contienda parlamentaria– y 6,3 más si se compara con los comicios para la Presidencia de la República. En las elecciones municipales del 2004, el Juntos Podemos registró su más alto nivel de respaldo ciudadano desde su constitución: un 9,17%. En esta ocasión, la Alianza logró un 37,68 por ciento y la Concertación un 47,89%. En la encuesta Adimark la izquierda apareció con cerca de dos puntos y medio adicionales. Por lo anterior, es evidente que el incremento del descontento ciudadano ha impactado directamente al Gobierno y a la […]

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