Una ojeada a las estadísticas existentes, hecha ahora en vísperas de desarrollarse otro proceso comicial en la Isla, señala que la participación popular ha ido en incremento desde la promulgación de la Constitución Socialista y la Ley Electoral ese año.
En 1976, cinco millones 655 mil 877 personas ejercieron el voto para alcanzar el 95,2 por ciento del padrón electoral existente y superar cualquier otra cifra alcanzada anteriormente.
Pero esa marca fue continuamente superada en las siguientes votaciones al contabilizarse 96,9 por ciento en 1979, 97,2 en 1981, llegar a superar el 98 por ciento en 1984, 1989 y en el 2000 y mantenerse en más del 97 por ciento en las restantes ocasiones.
La amplia presencia de la población en cada una de esas citas, algo imposible en la Cuba prerrevolucionaria y en muchos países del mundo, tiene que ver con particularidades del sistema electoral nacional.
Además de la nominación de los candidatos por la propia ciudadanía existe el poder de revocación del mandato de los electos por el mismo colectivo que los seleccionó con más del 50 por ciento de los sufragios en su circunscripción de residencia.
La fiscalización de su actitud se completa con las periódicas rendiciones de cuenta que deberán hacer dos veces al año ante sus electores y los despachos semanales con los vecinos de cada área para conocer quejas, propuestas y analizar asuntos de interés general.
Finalmente, el Registro Electoral es automático porque todos los cubanos forman parte de el tras cumplir 16 años de edad y pueden ocupar el cargo de diputado al Parlamento a partir de los 18 años.
Estas y otras razones marcan las diferencias con sistemas donde prevalecen la compra de candidaturas y de votos y donde resalta la indiferencia del pueblo a la hora de concurrir a las urnas.
La Habana, 13 de agosto 2007
Prensa Latina , 0, 47, 7