Obviamente es inútil seguir discutiendo con ellos si la píldora del día después efectivamente es o no abortiva. Se trata de una discusión estéril, ya que para el integrismo ni toda la evidencia científica del mundo logrará apartarles de una decisión ideológica, que ha resulto convertir este debate en un casus belli en su cruzada contra la políticas de salud reproductiva que implementa el gobierno.
Lo grave de esta situación es que un grupo de presión minoritario, que no logra articular razones científicas coherentes, y que descree del rol público que debe animar a las empresas y al mismo Estado, logra implementar por la vía de los hechos consumados un veto activo a una política pública de salud. La libertad de las empresas parece entronizarse por encima de las decisiones de las autoridades democráticas. ¿Quién dijo que los poderes fácticos habían desaparecido?
Es importante recordar que la Objeción de Conciencia la ejercen las personas, no las empresas ni las instituciones. Es justamente un recurso que salvaguarda a quién esta siendo obligado a realizar una función o ejercer un rol que no comparte en su fuero interno. En nuestro país, en ningún caso o situación, se impone a nadie la decisión de injerir la píldora del día después. Sin embargo, si la píldora no esta disponible en el mercado quién esta siendo coaccionado injustamente es la persona que opta libre e informadamente a injerir este fármaco.
Nos gustaría tanto que los Objetores de Conciencia a la píldora movieran siquiera un dedo por los cientos de jóvenes que son obligados, todavía hoy, a realizar el servicio militar obligatorio, a pesar de declarar su objeción por convicciones religiosas, sociales o políticas. Que hicieran un mínimo gesto por los presos políticos mapuches que mantienen por razones de conciencia una larga huelga de hambre que pone en riesgo sus vidas. Que dejaran de de perseguir al senador Navarro, que por manifestar en público sus ideas y compromisos en la manifestación del 29 de agosto arriesga su escaño parlamentario. Si hicieran algo así serían un poco más creíbles sus tristes alegatos, que ya no les convencen ni a si mismos.
Alvaro Ramis es Teólogo. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.
Santiago de Chile, 2 de noviembre 2007
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