El planteamiento fue hecho por el ex director de la Biblioteca Nacional de Perú, Sinesio López, y el historiador Miguel de Althaus, quienes incluso sugirieron fórmulas para lograr la devolución total.
Ambos coincidieron en que los invasores, que convirtieron en establo los salones de la biblioteca, saquearon unos 50 mil libros, buena parte de los cuales están todavía en Chile, presumiblemente en manos privadas a las que fueron vendidos por soldados que los hurtaron individualmente.
López, quien planteó como director de la biblioteca el primer pedido de devolución de los libros, propuso que los organismos culturales de los dos países formen una comisión conjunta que investigue el paradero de los volúmenes faltantes.
Indicó que inicialmente las autoridades del vecino país negaron la posesión de los textos, pero posteriormente los ubicaron y devolvieron los que tienen sello (cuño) identificatorio y estaban en bibliotecas estatales.
Ahora tenemos que ver la versión peruana, los inventarios que hay aquí y cruzar información para investigar dónde están los que faltan y recuperarlos, dijo, al señalar que esa labor debe hacerla una comisión conjunta.
Althaus coincidió con López en elogiar el gesto chileno y dijo suponer que que los volúmenes faltantes, en manos de coleccionistas privados y sugirió que las empresas chilenas radicadas en Perú formen un fondo para comprarlos y enviarlos a Lima.
El canciller, José García Belaúnde, quien hoy encabezó la ceremonia de entrega de los libros a la Biblioteca Nacional, declinó comentar las sugerencias de los citados intelectuales y reiteró el reconocimiento oficial por la devolución, como un aporte a la agenda positiva bilateral.
López anotó que no todos los libros saqueados fueron llevados a Chile, pues una parte fue vendida aquí, para su uso como envoltorio, a comerciantes italianos, que los guardaron y devolvieron tras el retiro de los invasores.
Según López, está pendiente también la restitución de los libros saqueados de otras bibliotecas limeñas, así como obras de arte y otros bienes culturales y científicos que las tropas chilenas se llevaron como botín de guerra.
Más duro, el comentarista César Hildebrandt afirmó que «Chile seguirá siendo un país de ladrones mientras no nos devuelva, de verdad, lo que se llevó. Porque sólo para los delincuentes, en general, y para los nazis, en particular, los libros son botín de guerra.»
Lima, 6 de noviembre 2007
Prensa Latina , 0, 45, 11