VENEZUELA: LECCIONES, OPORTUNIDADES Y PELIGROS

Se trató de un momento en que se hizo visible la Venezuela real, tan deformada e invisibilizada por la propaganda mediática. Y lo que constatamos es que no estamos ante ninguna dictadura. Al contrario, lo que emerge es un pueblo que se expresa libremente ante las propuestas de un gobierno que le ofrece la posibilidad de resolver puntos relevantes de la marcha de la nación. Ya quisiéramos en Chile ser consultados de vez en cuando por nuestras autoridades, más aún sobre algún punto significativo y trascendente, y en el que podamos tener el poder resolutivo y soberano.

Pero tampoco se trata de hacer de esta derrota un triunfo moral para la izquierda. La Venezuela real tampoco es un paraíso. No estamos ante un gobierno imbatible y perfecto, que encabeza a un pueblo homogéneamente conciente y decidido a avanzar al socialismo del siglo XXI.

Es indesmentible que el resultado constituye una victoria para la oposición. Lo que está en discusión es la profundidad de ese triunfo, su carácter y sus consecuencias. No parece ser este un momento de inflexión decisivo, que permita avizorar un escenario de reflujo en los avances de las izquierdas latinoamericanas en los últimos diez años.

La derecha estaría ante un espejismo si piensa que el bolivarianismo tiene sus días contados en Venezuela. Por esta razón se impone un análisis sereno, que permita leer el momento como una posibilidad de corrección de los errores políticos del campo popular y una ventana de alternativas a nuevas configuraciones del proceso bolivariano. Y desde ese análisis identificar lecciones, oportunidades y peligros en este nuevo escenario.

Las lecciones del 2 de diciembre

1. El abstencionismo “chavista” entra en disputa: La primera constatación es que los tres millones de votantes que apoyaron a Chavez en 2006, y se quedaron en su casa en diciembre de 2007, constituyen un espacio social y político en disputa. No han sido arrastrados por la derecha pero no constituyen per se un público cautivo de la izquierda, lo que significa que la revolución no es un proceso irrevocable.

Cada fuerza política ha concurrido a este referendum con su electorado «duro». Nadie ha logrado seducir a un amplio sector que en los momentos decisivos (1998, 2002, 2004, 2006) se ha inclinado invariablemente por Chavez. ¿Por qué este sector del pueblo venezolano no logró sentir esta convocatoria como algo relevante y significativo para su vida concreta?

Es necesario revisar esta pregunta, porque fue ese electorado el que se movilizó masivamente por el No en el referendum revocatorio y permitió la amplia victoria que alcanzó Chávez en 2006. ¿Se trató de una campaña muy breve, donde las preguntas eran demasiado complejas, y donde la campaña de terror hizo mella? Si, pero sería muy simplista y autocomplaciente pensar que esos son los únicos factores determinantes.

2. La necesidad de reformar el Estado: la derrota del Si puede expresar también una demanda popular por recuperar el espíritu inicial de las «misiones», centradas en un nuevo trato a quienes nunca lograron ser considerados como sujetos por parte de un estado históricamente ausente y displicente.

Este espíritu debería haberse extendido al conjunto de un aparato estatal disfuncional y burocratizado desde hace muchas décadas.

Sin embargo, lo que parece primar es el «contagio» de las malas prácticas tradicionales hacia las nuevas herramientas de intervención social que ha creado la revolución. Además, este malestar es reflejo de la crisis del los Mercales (mercados de abarrotes abastecidos por el estado) afectados por falta de abastecimiento y por la espiral inflacionaria que puede agravar el panorama interno en 2008.

Enfrentar de forma eficaz esta crisis en ciernes es la más urgente tarea que deberá asumir el gobierno bolivariano a corto plazo.

3. El surgimiento de la “nueva” oposición: La oposición tradicional no es capaz de seducir al chavismo que se abstuvo el pasado domingo, por ahora. Pero a futuro eso podría cambiar si no se corrigen ciertas prácticas. En el referendum han emergido nuevos liderazgos, como los «líderes estudiantiles», que hacen más tenue el vínculo entre esta aparente «nueva» oposición y los viejos partidos y sectores empresariales de la cuarta república.

Urge impedir que se constituya un vinculo orgánico estable entre este bloque y los sectores provenientes del bolivarianismo que votaron por el NO, como el ex ministro Raúl Baduel y partidos como PODEMOS.

Para ello no es eficaz catalogarles en bloque como traidores. Más bien es útil repasar el lúcido análisis que Heinz Dieterich realizó los días previos al referendum, en el que concluye que es necesario reestablecer una alianza estratégica entre Baduel y Chavez [1]. Tal vez este es el momento para reevaluar, desapasionadamente, sus proposiones.

4. La necesidad de construir una fuerza política efectiva: Urge contrastar los cuatro y medio millones de votos obtenidos por el Si con los cinco millones de pre-militantes inscritos en el PSUV. Algo no cuadra. Un partido debería ser ante todo un instrumento de sumar votos, pero si ni siquiera es capaz de llevar a votar a su propia militancia es para comenzar a sospechar de la calidad de sus procesos y de sus estructuras.

Es comprensible que esto no se haya resuelto hasta hoy. Pero no debería seguir siendo así en un futuro en que exista mayor competitividad política desde los partidos opositores.

Las oportunidades del 2 de diciembre.

1. La Constitución de 1999, legitimada por la oposición: La mayor dificultad que ha vivido el proceso de cambios venezolano ha radicado en la ausencia de una oposición auténticamente democrática. Desde 1999, la estrategia de la derecha ha consistido en desconocer sistemáticamente el nuevo orden constitucional que ha emergido de forma soberana.

Esta estrategia les llevó a comprometerse en las diferentes estrategias insurreccionales que ha debido enfrentar el presidente Chávez: el golpe de Estado en abril de 2002, el sabotaje petrolero en 2003, las intentonas de producir el caos callejero (las famosas guarimbas) o de involucrar a los paramilitares colombianos en un alzamiento interno, etc.

Esta misma falta de vocación democrática les llevó a desconocer los resultados del referéndum revocatorio de 2004, a pesar de todos los testimonios de los observadores internacionales y a tratar de deslegitimar el marco institucional por medio del abstencionismo en las elecciones parlamentarias de 2005.

Este año su estrategia se centró en convertir en un casus belli el fin de la concesión de RCTV, medida plenamente ajustada a derecho y que como se ha demostrado en este proceso electoral no ha atentado contra la libertad de expresión de la ciudadanía.

La novedad es que este referéndum les ha forzado a convertirse, muy a su pesar, en los defensores de la Constitución de 1999. No ha sido por su buena fe o por un cambio en sus hábitos políticos anteriores. Ha sido la propia dinámica política de la Venezuela Bolivariana la que les ha forzado a hacer de la Constitución su tabla de salvación política.

2. Venezuela, prestigiada democráticamente: El proceso de referéndum constituye el desmentido más categórico y definitivo a los intentos de criminalizar a la revolución bolivariana como un proceso antidemocrático.

Si bien sería ingenuo pensar que se acallarán este tipo de ataques desde las industrias mediáticas, al menos ahora será mucho más difícil tolerar las ofensas gratuitas con que se ha atacado a Venezuela desde 1999. Lo que ha quedado en claro es que Venezuela no sólo es una democracia representativa, sino que es un país en el que se ejercitan nuevas prácticas participativas que suponen un control eficaz del poder estatal por parte de la población.

Los peligros del 2 de diciembre:

El mayor peligro que enfrenta la revolución bolivariana luego del 2 de diciembre tiene un nombre: sucesión. Una palabra que puede sonar muy difícil de pronunciar pero es necesario poner sobre la mesa luego del rechazo al artículo 230, que proponía la reelección continua o indefinida. El 2013 es una fecha aparentemente lejana, pero los apetitos políticos al interior del chavismo pueden transformarla en una fecha muy cercana. Evadir este escenario puede ser muy cómodo pero también altamente irresponsable.

La solución pasa por la transparencia, la lealtad y la búsqueda del bien mayor.
La segunda amenaza se llama “clase media”. En estos años no ha sido posible sumar de modo sustancial a un sector de la población, numéricamente minoritario, pero socialmente decisivo. El boicot de la oposición al orden constitucional ha profundizado esta fractura.

Si no se consigue alguna forma de inclusión material y simbólica de la clase media en la Venezuela bolivariana los costos de la inestabilidad política se van a seguir sintiendo en el conjunto del pueblo.

Esta inclusión no debería ser entendida como un giro en la voluntad de profundizar en el siglo XXI, sino en alguna forma de síntesis en que emerja una oposición constitucionalista, democrática, capaz de compartir un proyecto de desarrollo nacional en que no se pongan en discusión la progresividad de las medidas redistributivas ni la soberanía reconquistada.

La experiencia chilena, al respecto, no es la mejor. El pacto implícito en la transición ha significado que los intereses de la clase media han postergado y subordinado los intereses populares. En estos últimos diecisiete años hemos alcanzado una gran estabilidad política y económica, pero a un costo intolerable: la profundización ad infinitud de la desigualdad.

Venezuela debe explorar nuevos caminos. La historia está abierta, nada se ha perdido, y es necesario atreverse a recorrerla.

El autor es teólogo. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.

Santiago de Chile, 4 de diciembre 2007
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