ANDRES CHADWICK Ó EL SERVICIO A UNA TIRANIA

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Resultan conmovedoras las afirmaciones de compromiso con el sistema democrático que formuló el ministro Secretario General de Gobierno,  Andrés Chadwick Piñera, al fustigar las declaraciones de Camila Vallejo luego de su encuentro con Fidel Castro. En particular cuando son confrontadas con los antecedentes de la historia reciente.

“Si algo hemos construido y valoramos, y que todos estamos de acuerdo, es en nuestra democracia y en nuestra libertad, y en Cuba no hay democracia ni libertad”, sentenció. Y aseveró que las impresiones de la joven parecían ser las “de una vieja y retrógrada dirigente del PC, previo a la caída del Muro de Berlín, previo a lo que ha demostrado que fue el comunismo en el mundo, y con convicciones que ojalá nunca tengamos” en Chile. “No queremos tener un Fidel Castro en Chile, y lamentamos mucho que una dirigente joven pueda pensar que Chile quiere tener un Fidel Castro o que Fidel Castro pueda representar una luz para Chile. ¡Por favor!”, sostuvo.

A continuación, algunos capítulos de una trayectoria política que parece olvidada.


VIOLENCIA EN LA FEUC

Andrés Pío Bernardino Chadwick Piñera inició su carrera política en 1977, cuando tenía apenas 21 años. Lo hizo asumiendo como el presidente del Movimiento Gremialista en la Pontificia Universidad Católica de Chile. El grupo había sido creado poco más de una década antes en esa Casa de Estudios por Jaime Guzmán Errázuriz, dando origen a una corriente política autoritaria en la derecha, que fue clave en la promoción del golpe de Estado y que, para el tiempo que Chadwick llegó a ese cargo, ya había consolidado su hegemonía sobre Augusto Pinochet, determinando la orientación de la dictadura, a la que Guzmán prestaba servicios.

Así, el Movimiento Gremialista proporcionaba un entusiasta respaldo a la intervención militar de las universidades, que entre otras materias implicaba la proscripción de todo proceso de elección democrática para generar las organizaciones estudiantiles. En este contexto, los gremialistas ponían sus cuadros a disposición de la Rectoría a la hora de designar la directiva de la Federación de Estudiantes (FEUC). De esta forma, Andrés Pío llegó a ser presidente de la FEUC en 1978.

Mientras se desempeñaba en esa responsabilidad, fue consultado por el drama de los familiares de detenidos desaparecidos, los cuales por esos días mantenían una huelga de hambre, con respaldo de la Iglesia Católica.

Pese a la abundante evidencia que la Vicaría de la Solidaridad había entregado sobre de los casos, puso en duda que todos ellos fueran efectivos y criticó la movilización de los familiares, arguyendo que eran “utilizados”.

Dijo que “encuentro lamentable el hecho que existan algunas personas desaparecidas y hay algunos casos (sic) en que el gobierno debiera dar una solución”. Afirmó que los familiares estaban “siendo utilizados por personas que en vez de ayudarlos, perjudican a algunos organismos, a la Iglesia y en definitiva, a ellos mismos”. Y concluyó que “una vez que hayan sido desalojados los templos y no existan presiones”, el régimen militar podría “dar una respuesta en aquellos casos (sic) en los que efectivamente (sic) haya desaparecidos” (“Solidaridad” Nº 45, primera quincena de junio de 1978).

La revista de la Vicaría de la Solidaridad Nº 53 (de la primera quincena de septiembre de 1978) informó que, por estas fechas, se realizaron las dos primeras movilizaciones de estudiantes universitarios, en solidaridad con los estudiantes de Nicaragua. Una de ellas, el miércoles 6 de septiembre, se registró en el Campus Oriente de la PUC.

Sin embargo, consignó la publicación, “un grupo de estudiantes ‘gremialistas’ hicieron uso de la fuerza para impedir dicho acto de solidaridad”. Detalló que en los incidentes “un estudiante de Teología, Alejandro Álvarez, resultó herido y debió ser trasladado a la Posta Central, donde se le diagnosticó hematomas internos en todo el cuerpo”. Y agregó: “En ese local asistencial, los jóvenes estamparon una denuncia por agresión en contra del presidente –designado– de la Federación de Estudiantes de la Universidad Católica (FEUC), Andrés Chadwick, quien encabezaba a los contramanifestantes”…

Los alumnos de las Escuelas de Teología, Filosofía, Educación y Periodismo habían sido convocados por la Pastoral Universitaria. Más allá de la solidaridad con los estudiantes nicaragüenses, aprovecharon esta oportunidad para lanzar consignas en exigencia de la democratización de la Universidad y la libre elección de los dirigentes estudiantiles. Fue entonces que los estudiantes gremialistas, acaudillados por Chadwick, embistieron a golpes en su contra, y lanzaron gritos tan creativos como: “¡Pinochet, Pinochet, todo Chile con usted!”…

En entrevista concedida a la Radio Cooperativa en el momento en el que finalizaron los incidentes, Andrés Chadwick señaló que “violentamente o no violentamente”, iban “a impedir las manifestaciones en la Universidad”.

Según un reporte de la Vicaría de la Solidaridad, fechado el mismo 6 de septiembre, “los hechos ocurrieron cuando el presidente del Centro de Alumnos de Teología, Jorge Carrasco, junto a más de 300 alumnos se congregaron en el patio central del Campus” y el dirigente estudiantil intentó leer una declaración. Entonces, “la manifestación, de carácter pacífico, fue interrumpida por otro grupo de estudiantes, encabezados por el presidente de la FEUC, Andrés Chadwick, quienes gritando consignas favorables al general Pinochet, procedieron a agredir físicamente a los alumnos que participaban en el acto, y en especial a las mujeres que conforman la mayoría en dicho centro”.

Y detallaba: “La contramanifestación dejo como saldo un herido grave y varios con lesiones menores. El estudiante de Primer Año de Teología, Alejandro Álvarez, debió ser internado en la Posta Central luego de ser golpeado violentamente en los órganos genitales”.

Asimismo, reproducía declaraciones del presidente del Centro de Alumnos de Teología, quien dijo que “el objetivo del acto era realizar una manifestación pacífica, pero fue violentamente interrumpida por agresiones físicas, especialmente a las mujeres, por miembros de FEUC encabezados por Andrés Chadwick”. Y concluyó con un llamado a los estudiantes para que “no se dejen provocar por aquellos que utilizan como medio la violencia y no la fuerza de la razón”.

A raíz de estos hechos, los estudiantes de la PUC que fueron atacados, emitieron una declaración pública en que puntualizaban que “fuimos violentamente agredidos por un grupo de estudiantes encabezados por Andrés Chadwick, presidente designado de la FEUC”. Añadían: “Nuestra manifestación fue esencialmente pacifica y se nos respondió con insultos y golpes”.

Sostenían: “Hay sectores en nuestra universidad que se sienten los únicos con derecho a expresar opiniones en todo orden de cosas”. No obstante, “hay una amplia mayoría, que tiene las inquietudes propias de un estudiante universitario, que no encuentra un adecuado cauce de expresión por las limitaciones oficiales”. Y expresaban su repudio a «toda acción de fuerza tendiente a evitar el diálogo entre los estudiantes”.

El diario “Las Últimas Noticias” tituló el 7 de septiembre lo siguiente: “Pugilato en la UC”, agregando que “Autoridad detendrá foco de revoltosos”. Durante la tarde del día anterior, “La Segunda” estampó en su portada: “Serio incidente en Campus de la UC”; y añadía en epígrafes que “agitadores DC y UP de Teología provocan al estudiantado” y que “la mayoría de los alumnos repudió a los grupúsculos politizados”. En una lectura de fotografía se entregaban más detalles: “Agitadores políticos de la ex DC y la ex UP promovieron desordenes durante esta mañana en el Campus Oriente de la Universidad Católica. Sin embargo, fueron repudiados por la gran mayoría de los estudiantes, que los obligó a replegarse cuando gritaban consignas contrarias al Gobierno”. La editorial del vespertino sostenía: “Si hay estudiantes que violan la disciplina universitaria para reintroducir la agitación y la politiquería en las aulas, hay sanciones académicas que son una respuesta justa y eficiente como para desalentar esos intentos”.

El mismo Chadwick Indicaba que, frente a nuevas manifestaciones, “tenemos la firme resolución de reaccionar con igual o mayor fuerza si las circunstancias lo requieren”…

EN DEFENSA DEL GENERAL

La primera incursión política de Chadwick había ocurrido unos años antes, en las filas del Frente Juvenil de Unidad Nacional, un engendro que había puesto en marcha Jaime Guzmán, como entidad complementaria a la labor que realizaba la Secretaría Nacional de la Juventud, organismo creado por la dictadura militar, dependiente de la División de Organizaciones Civiles del Ministerio Secretaría General de Gobierno.

Según indica Carlos Huneeus en su trabajo “El Régimen de Pinochet”, el nombre del Frente ponía de manifiesto la influencia de la tiranía de Francisco Franco en España, pues la agrupación juvenil de la Falange se denominó el “Frente de Juventudes”.

Guzmán definió al Frente como una entidad “cívico–patriótica” de apoyo a la dictadura en su política para los jóvenes, y como “conducto de comunicación entre el Gobierno y la juventud” (“Qué Pasa”, 9 de septiembre de 1976).

El primer coordinador fue Javier Leturia, un gremialista que un tiempo antes había sido Secretario Nacional de la Juventud. El Frente fue constituido oficialmente mediante un acto de masas que se realizó el 9 de julio de 1975 en un sector del Cerro San Cristóbal, conocido como Chacarillas, que contó con la presencia del propio Augusto Pinochet. Esa fecha fue escogida por la Batalla de la Concepción, en la Guerra del Pacífico, y fue asumida por el régimen como “Día de la Juventud”.

Según un libro sobre la historia de la UDI, publicado por la misma colectividad, “ahí comenzaban a destacar” figuras como Cristián Larroulet, Juan Antonio Coloma, Andrés Chadwick, Patricio Melero, Cristián Leay y Jaime Orpis, entre otros.

En la celebración de 1976, Leturia señaló con total claridad su postura: “Sepa, señor Presidente, general de Ejército general Augusto Pinochet Ugarte, que la juventud lo acompaña y lo respalda de todo corazón, como símbolo que es de Chile y de nuestro 11 de septiembre. Sienta usted, Excelentísimo Señor, que una vez más ha querido la juventud estar junto a nosotros para alentarnos, que el Frente Juvenil y la juventud chilena entera está diariamente junto a usted (…) La juventud está presente y de pie, porque Chile está en guerra con el imperialismo soviético” (“La Tercera”, 14 de julio de 1976).

Poco tiempo después se mostraría la naturaleza de esa guerra…

Después que el ahora vocero del Gobierno de Piñera acusó al ex Vicario Alfonso Baeza de “defender terroristas” por sus denuncias respecto del “caso bombas”, el sacerdote jesuita Antonio Delfau denunció que no era la primera vez que Chadwick “ataca en forma injusta a personeros de la Iglesia”. En la Radio Cooperativa, aseveró: “Me quiero remontar al año 1976, cuando el joven Chadwick fue al aeropuerto de Pudahuel para apedrear a tres grandes obispos chilenos”, los cuales “volvían desde Ecuador y fueron apedreados por una turba donde se encontraba el señor Chadwick”.

El episodio al cual refiere Delfau ocurrió en agosto de 1976 y las víctimas fueron los Obispos Fernando Ariztía, Carlos González y Enrique Alvear.

Los tres prelados habían concurrido a una reunión pastoral en Ecuador, convocada por el Obispo de Riobamba, Leonidas Proaño, referida al tema “La Iglesia en la liberación del hombre en América Latina”. Participaron dos arzobispos y 15 obispos de América, incluyendo cuatro estadounidenses. La dictadura que entonces existía en este país los tomó detenidos el 12 de agosto de ese año.

En Chile, los medios de comunicación –sobre todo “La Segunda”, el Canal Nacional y “El Cronista”, que era el nombre de “La Nación”– lanzaron una violenta campaña de ataques contra la Iglesia, inscrita ciertamente en la guerra de la dictadura en contra de su labor en defensa de los derechos humanos, encabezada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez.

Tras ser liberados los obispos, y en el momento en el que regresaron al país el día 15, en la loza del Aeropuerto de Pudahuel esperaba una multitud de sujetos, con carteles contra los “curas marxistas”. Cuando los prelados se subían a los vehículos, recibieron una lluvia de monedas y piedras. Los manifestantes repartieron patadas y puñetes, en medio de amenazas a viva voz.

Ese mismo día, “El Mercurio” publicaba un editorial en que decía que “el clericalismo de izquierda es ultrista y soberbio”, indicando que frente a las amenazas a la seguridad por “obra de sacerdotes comprometidos en acciones guerrilleras, en el extremismo político y la subversión”, los Estados podían y debían “adoptar las medidas que exige el resguardo del bien común temporal”. Cuando se consumó la agresión, el diario afirmó que lamentaba los hechos, pero advirtió que los obispos deberían haber llegado al país “silenciosamente” y “en medio del bochorno de sus partidarios”.

La violencia de la agresión provocó una enérgica respuesta de la Conferencia Episcopal, en una declaración que fue firmada por Raúl Silva Henríquez, Juan Francisco Fresno, Carlos González, José Manuel Santos y Carlos Camus. Anunciaron que habían resuelto excomulgar automáticamente a los agresores, a los autores materiales e instigadores, en una medida que sólo podía levantar El Vaticano.

Hasta los sectores más conservadores de la Iglesia Católica emitieron declaraciones condenatorias: fueron los casos del Obispo Orozimbo Fuenzalida, el presbítero Adolfo Rodríguez, en representación del Opus Dei; y Jorge Medina, que en esos días era Pro–Canciller de la Universidad Católica.

Respecto de la identidad de los autores, la versión más frecuente, que por ejemplo fue recogida en “La Historia Oculta del Régimen Militar”, sostiene que fue una acción de la DINA. La ex colaboradora Luz Arce reafirmó que, en efecto, tuvo conocimiento de que en la acción participaron agentes de la Brigada de Inteligencia Metropolitana.

No obstante, en el Arzobispado de Santiago, en los tiempos del Cardenal Silva, siempre existió la certeza de que, también, participaron jóvenes gremialistas, los cuales fueron habrían sido convocados por la División de Organizaciones Civiles dependiente de la Secretaría General de Gobierno. Este año, la Secretaría Nacional de la Juventud estaba bajo la conducción de Francisco Bartolucci, como Secretario Nacional: es el mismo que fue diputado de la UDI entre 1989 y 2002.

De hecho, el único que fue identificado por los Obispos participando en la agresión fue Manuel Cabrera Costa, que trabajaba en el Edificio Diego Portales, y había integrado el Movimiento Gremialista de la Universidad Católica. De hecho, en esta Casa de Estudios ocupó un alto cargo en el Departamento de Relaciones Públicas. Según contó Reinaldo Sapag en su libro “Mi Amigo el Cardenal”, era “admirador de Jaime Guzmán, del cual se declaraba seguidor incondicional”.

Sapag cuenta que Cabrera estaba apesadumbrado y que procuró contactarse con Silva Henríquez en búsqueda del perdón eclesiástico. No alcanzó a concretar su propósito, pues falleció en un accidente automovilístico.

No hay antecedentes de que otros implicados, como autores materiales o instigadores, se hayan acercado para que les sea levantada la excomunión que les impuso la Iglesia Católica.


LOS JOVENES DE PINOCHET

En 1977, el dictador anunció su plan de institucionalización en un acto del Frente en el cerro Chacarillas, realizado bajo el lema “Juventud unida, ilumina el presente y futuro de Chile”. Entre los 77 jóvenes que, portando antorchas, estuvieron en ese lugar esa noche del 9 de julio se encontraban figuras de la UDI tales como Francisco Bartolucci, Carlos Bombal, Juan Antonio Coloma, Joaquín Lavín, Patricio Melero, Andrés Chadwick y Cristián Larroulet. Este último había sido destacado por la prensa pocos días antes como “dirigente del Frente” (“La Tercera”, 7 y 10 de julio de 1977).

En el evento del año siguiente, el nuevo coordinador del Frente, Ignacio Astete, hizo un llamado “a todos los chilenos a estrechar filas en torno a una movilización cívica que convierta al pinochetismo” en “fuerza arrolladora” (“El Mercurio”, 10 de julio de 1978).

En el “Día de la Juventud” de 1979, Pinochet condecoró a 77 jóvenes, entre los cuales estaba Juan Antonio Coloma, miembro del Consejo de Estado como “representante de los jóvenes” y nuevo coordinador del Frente Juvenil de Unidad Nacional (o sea, era el organizador del acto en el que se le otorgaría el reconocimiento). Otros condecorados fueron Francisco Bartolucci, Julio Dittborn y Patricio Melero, entonces vicepresidente designado de la FECECH, que la intervención militar impuso en la Universidad de Chile en reemplazo de la FECH. También fue premiado Andrés Chadwick, que a esas alturas, concluido su período de presidente de la FEUC, era asesor del Ministerio de Educación en materias universitarias. Además, era el secretario ejecutivo del Frente Juvenil.

A inicios de enero de 1980, según reseñó “El Mercurio”, Pinochet recomendó al ComitéOlímpico de Chile no participar en los Juegos Olímpicos de Moscú que se realizarían en el curso de ese año, como una acción de repudio a “la agresión marxista soviética”. El dictador hizo esas declaraciones durante la clausura del campamento organizado por el Frente Juvenil de Unidad Nacional en San José de Maipo, tras escuchar el discurso de Chadwick, que anunció que ya había realizado una petición al organismo deportivo.

Ese año, los gremialistas estuvieron tremendamente activos en promover la opción SI en el plebiscito convocado por Pinochet para imponer la nueva Constitución, el que se realizó en total ausencia de garantías. Chadwick y Coloma encabezaron el “Comando Juvenil 11 de Septiembre”. El actual vocero del Gobierno de Piñera apareció, además, firmando una declaración con profesores de la Facultad de Derecho de la Universidad Católica, entre los que se encontraban, además, Jaime Guzmán, Hernán Larraín, Jaime del Valle y Sergio Gaete, quien en 1986 desempeñará la histórica y deshonrosa tarea de completar el proceso de municipalización de la enseñanza.

En marzo de 1981, Chadwick asumió como flamante coordinador del Frente Juvenil de Unidad Nacional. Una de sus primeras hazañas quedó registrada en “La Segunda” del 27 de abril de 1981, en que se informaba que el organismo “se tiró de frentón contra el Cardenal”.

Unos días antes, monseñor Raúl Silva Henríquez había formulado duras declaraciones contra la dictadura. El Frente Juvenil de Unidad Nacional emitió una declaración en la que aseveraba que el Cardenal “ha ofendido seriamente al actual Gobierno al acusarlo de totalitario, lo que aparte de falso e infundado, excede todas las opiniones previas de la propia jerarquía eclesiástica chilena”. A continuación, lo califica de “antipatriota”, aunque “la evidente ofuscación por la que atraviesa, no permite responsabilizarlo –ni siquiera objetivamente– de todos sus actos”. Los firmantes eran Chadwick, y Patricio Melero, como secretario ejecutivo.

Ese año, el “Día de la Juventud” se realizó en una ceremonia desarrollada en el Edificio Diego Portales. Entre los premiados destacaban Jaime Orpis, representante gremialista de la Universidad Católica y luego presidente de la FEUC; Cristián Larroulet, entonces director de estudios de ODEPLAN; y Víctor Pérez, ex Jefe Provincial de la Secretaría de la Juventud y ex alcalde designado de Los Ángeles.

Por esos días, el Frente también dio a conocer una supuesta encuesta a estudiantes secundarios, los que habrían mencionado como sus ídolos preferentemente a Augusto Pinochet, el ministro del Interior Sergio Fernández, Raúl Hasbún y Jaime Guzmán. Sin sonrojarse, Melero afirmó que ellos eran ídolos “por el liderazgo espiritual que tienen sobre los jóvenes”, el que habían alcanzado “combatiendo la trastocación o pérdida de valores, que es un cáncer universal” (“La Bicicleta” Nº 17, noviembre de 1981).

En esos años de la dictadura, los gremialistas contaron con especiales aliados. En junio de 2005, luego del arresto del pedófilo Paul Schäfer y del desalojo de Colonia Dignidad, fueron descubiertas unas tarjetas de invitación de amigos y visitantes a dicho enclave. Según informó “La Nación”, en las fichas figuraban los nombres de Andrés Chadwick, Hernán Larraín, Jaime Guzmán y Carlos Bombal, entre otros políticos.

La ex ministra del régimen militar, Mónica Madariaga, aseguró en una entrevista que Guzmán les daba clases al interior de Villa Baviera a sus discípulos y actuales directivos de la UDI, entre los que se contarían Andrés Chadwick y Pablo Longueira. “Todos ellos sacaron un gran provecho de Colonia Dignidad. Ahora no dicen nada”, aseveró.

En 1983, Jaime Guzmán dio expresión política a los gremialistas en torno a una nueva fuerza política, empujado por las Jornadas de Protesta Nacional que hacían tambalear a la tiranía: la Unión Demócrata Independiente (UDI). Chadwick asumió la presidencia de la Juventud, la que desempeñó hasta 1985, cuando se integró a la Comisión Política.

Por estos días, escribió una columna de opinión que bien pudiera estar describiendo fenómenos más recientes: “Uno de los mayores vicios en que se incurre generalmente en la vida política es la demagogia. Buscando cualquier forma de presentación, ya sea por la tradicional vía de encontrar adhesiones políticas prometiendo cosas imposibles de cumplir, o bien, favoreciendo beneficios inmediatos pero efímeros en el tiempo sin medir los males que éstos acarrearán en el futuro, o en fin, mostrando tan sólo la cosa tangible y fácil de los problemas, ocultando sus efectos invisibles, pero reales; los políticos, en su gran mayoría, se dejan seducir por ella y caen en sus brazos, buscando aplauso inmediato, sin medir para nada las consecuencias nefastas que tales actitudes pueden traer para el país”.

En ese contexto, expresaba su satisfacción por el folletín de Pinochet titulado “Política, Politiquería y Demagogia”. Indicaba que “el Presidente con mucha claridad y decisión ataca directamente el problema de la demagogia y sus funestas consecuencias” (“Las Últimas Noticias”, 21 de diciembre de 1983).

Para el plebiscito de 1988, expresó que, a pesar de las contradicciones que provocaba, Pinochet podía ser el mejor candidato para garantizar la continuidad del sistema, pues “despierta una gran motivación, mucho entusiasmo” (“La Época”, 14 de abril de 1988).

Y siguió colaborando con la dictadura militar en otros ámbitos: en 1988 asumió como miembro permanente de la Tercera Comisión Legislativa de la Junta de Gobierno y ese mismo año fue nombrado Fiscal de ODEPLAN, cargo que ocuparía hasta el 11 de marzo de 1990, cuando se terminó el régimen y Chadwick asumió como diputado de la UDI por obra y gracia del modelo que había impuesto la dictadura que defendió con tanta pasión.

Por Víctor Osorio. El autor es miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital.

Santiago de Chile, 10 de abril 2012
Crónica Digital

6 thoughts on “ANDRES CHADWICK Ó EL SERVICIO A UNA TIRANIA

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