Una antiquísima tradición, que vio la luz durante el Renacimiento, y que tuvo sus últimas manifestaciones relevantes a comienzos del siglo XX, vuelve a deambular por calles y plazas, tomando puesto en centros culturales, universidades, colegios, cafés literarios y muros. Se trata de Léucade, una gaceta cuyos artículos e imágenes recorren, en versión impresa y digital, de manera completamente gratuita, los más diversos vericuetos de la discusión estética, promoviendo un flujo de ideas del que ya acusan recibo interlocutores de varios países. Su director, el poeta chileno David Hevia, aborda a continuación los alcances de esta publicación.
-¿Qué es Léucade?
-Léucade es el nombre de un acantilado desde el cual, en la Antigüedad, solían arrojarse los poetas cuando su amor no era correspondido.
-Hay que imaginar, entonces, la metáfora…
-… Efectivamente, entre el acto de arrojarse y el arrojo como actitud, parece latir una orientación muy distinta a la habitual ambigüedad con la que hoy se deslizan ideas, más que para proponer, para encubrir modelos de construcción social de los que la ciudadanía no es partícipe y a la cual, en cambio, se le dice unilateralmente que tal o cual proceso estético tendría valor siempre y cuando fuera transable en el mercado.
-¿De allí, por ejemplo, el mal uso de la palabra estética?
-Exacto. Sospechosamente, vivimos tiempos en que la investigación en las universidades se ha empobrecido a tal punto que, muy lejos de analizar la estesis en tanto proceso, los departamentos de estética y las facultades de filosofía prefieren reducir los estudios a una suerte de historia y teoría del arte, como si en la relación entre sujeto y objeto la percepción tuviese ojos sólo para una obra ya creada, envuelta y cosificada.
-¿Se trata de una funcionalidad?
-Sí, prefieren ese reduccionismo, porque ir bajando progresivamente el nivel de la discusión sobre la cultura que vamos siendo es un modo de privar a las personas de las herramientas de análisis que, más allá de la apreciación de una pieza musical o de la contemplación de un roquerío, le permiten o no deliberar, ser o no un ciudadano. Se priva y se va privatizando el diálogo, si es que lo hubiera. Y en ese punto, hay que decirlo, muchos centros culturales están limitando su papel al de meros productores de eventos, del mismo modo que las universidades han ido jibarizando sus publicaciones hasta convertirlas en tristes ejercicios de relaciones públicas.
-¿Y esa tendencia tiene un resultado concreto?
-Por cierto, y muy lamentable. Se le ha dicho a la gente que basta aplaudir en una galería de pintura para estar satisfecho, aunque no sepa qué es la plástica, del mismo modo que se le hace creer, en tarjetas postales, que la emoción y el sentimiento son sinónimos o que sería mejor que no nos entrometiéramos en la concepción política antimonarquista que recorre los compases de Mozart.
-En ese contexto aparece Léucade…
-En ese contexto es que nos parece fundamental abrir el debate, recurrir a la vieja y olvidada gaceta como formato desde el cual dinamizar una discusión sin la cual sería iluso pensar siquiera en modelos de participación social. Desde luego, allí las disciplinas artísticas tienen su espacio, pero son también agentes que gatillan una reflexión social mucho más amplia, que necesariamente desfila por los campos de la filosofía, la antropología, la historia y todos los ámbitos implicados en el examen de la percepción.
-¿Y arroja algún balance preliminar esta gaceta recién publicada?
-La verdad es que sí, y notablemente alentador. Pensemos que se trata de una sencilla hoja tamaño tabloide y lo cierto es que hemos tenido que duplicar, desde antes de la partida, el número de ejemplares, despertando alto interés en muy distintos países y consolidando un equipo de trabajo en el que confluyen y, sobre todo, fluyen, ideas e intereses multidisciplinarios fundamentales para este cometido.
-Hasta ahora no era habitual ver una publicación de este tipo disponible en las calles y los centros de discusión. ¿Visualizan la posibilidad de ser objeto de censura?
-Ya ha habido intentos de censura.
-¿Ya apenas comenzando?
-Así es. Y en dos sentidos. Por una parte, hay quienes han presionado por, entre comillas, simplificar el tenor de los artículos. Y no hemos cedido ni lo haremos. A quienes plantean, de manera populista, que habría que bajar el nivel de la discusión, nosotros les contestamos tal como lo hizo Víctor Jara: «al pueblo hay que ascender, y no descender». Por otra, también hay quienes, en nombre, entre comillas otra vez, del buen gusto, se enfurecen de ver en nuestra página la desnudez femenina. Lo curioso es que ese arrebato no se les produce cuando aparece una figura masculina. Parece increíble, pero eso sigue ocurriendo en este mundo, y te aseguro que ambos modelos de censura han tenido en la formación universitaria, o lo que queda de ella, su más transversal inspiración para intentar justificar lo injustificable: su apego a toda forma de inquisición. Tampoco estamos disponibles para ceder en ello, entre otras cosas porque, o la mayoría está en ello, u otros, también desde la institucionalidad, le pusieron precio a la imagen del cuerpo a través del cobro de sus publicaciones. Y nosotros no censuraremos ni cobraremos un centavo por la responsabilidad social que nos cabe a todos de echar a andar un debate.Por Barbara Cid. La autora es analista politica. Miembro del Consejo Editorial de Crónica Digital
Santiago de Chile, 3 de julio 2012
Crónica Digital