No sólo a la mujer el hombre le ha rendido honor con una canción, en toda época y cultura, también lo ha hecho con este brebaje milenario, cuya materia prima es la uva.
El vino ha sido inspiración de músicos y cantores populares, para describir sus estados de ánimos y sus momentos cumbres de creación, desahogos, crisis, penas y alegrías, Y en Chile indiscutiblemente cuando pensamos en una canción del vino se nos viene a la mente la letra musicalizada por Tito Fernández, “el Temucano”, “Me gusta el vino porque el vino es bueno, pero cuando el agua brota pura y cristalina de la madre tierra más me gusta el vino. Me gusta el vino porque el vino es tinto y porque sale chorreando de la uva, porque tiene sabor a campo lindo y a la negra buenamoza que me gusta, me gusta el vino porque el vino es bueno y lo saca el trabajo de la tierra, porque emborracha cuando uno está sereno y porque alegra cuando uno tiene pena”. La gracia del Temucano es que nos muestra el vino desde el corazón de nuestra idiosincrasia, desde el rincón más rural y campesino posible. Es el vino hecho en la viña del pueblo, artesanal y con la delicadeza de la gente que vive de la tierra.
En cambio, cuando escuchamos a Tommy Rey junto a su sonora con el clásico:“Tómese esa copa esa copa, ese copa de vino…tómese esa copa esa copa de vino, ya se la tomó, ya se la tomó y ahora le toca al vecino”.El entorno es el de una fiesta de cumpleaños, un casamiento o un bautizo. Es el festejo de año nuevo en Chiloé, Santiago oLa Serena.Esel 18 de septiembre en cualquier ramada. Es la invitación más abierta y espontánea para comenzar a embriagarse.
A la hora de beber , y quedar curado hasta las patas o pasar a depender ya no de una copa de vino, sino de una caja o una garrafa como la llamaban nuestros padres, el grupo Los Parkinson le rinde su homenaje al vino o lo malo que puede ser beber en exceso: “ Por el vino me quede sin pena, por el vino me quiere dar sed, por el vino me quede sin auto, por el vino me quede sin casa, por el vino me quede sin perro, por el vino me quiere dar sed, por el vino me quede sin carne, por el vino me quede sin gato, por el vino me quede en la cárcel por el vino me quede en Reñaca, por el vino me quede sin pena , por el vino me quede sin pega, por el vino me quede sin ropa, por el vino me quede en pelotas, por el vino me quede en la calle”
Mientras los Parkinson culpan al vino de todas sus desgracias, mi vecino del barrio Yungay, Mauricio Redoles, popularizo en los90”un tema en donde pregunta por el asesinato de un tal Gaete, haciendo un recorrido por distintos posibles culpables, llega a una conclusión temporal de que puede haber sido el alcohol.“Quién mato a Gaete, los cuetes, los cuetes, quién mato a Gaete el comete el copete, quién mato a Gaete, el carrete, el carrete. Lo mato la corte suprema, o murió de pura pena, lo mataron los nuevos tiempos, porque el Gaete no cacho lo nuevos vientos. Murió cuando llego la Alegría, porque el Gaete quedó sin tutoría. Lo mato El Mamo, se le paso la mano, lo calo el pinocho, lo metió en su cocho, se murió de Sida, lo mató la vida, la falta de condón…, quién mato a Gaete el comete el copete,”
El romanticismo de ingerir este juguito de uva lo trae Inti-Illimani, que en una producción más contemporánea hace una invitación a una dama a beber en más de una copa el rompimiento de un amor: “Ven a beber conmigo en doce copas, doce campanas, esta medianoche escucharás el bronce congelado dañando nuestro adiós con doce voces” Por su parte el dúo español Estopa formados por los hermanos Muñoz en 1999 y que han experimentado en un nuevo estilo de rumbas catalanas y urbanas, en su canción “vino tinto”, hacen un juego de seducción cantándole una vez más a una enamorada: “Fíjate un objetivo distinto, que soy como un vino tinto que si me tomas en frío engaño, y con los años me hago más listo cariño. Tómame calentito a tu ritmo, que soy como un vino añejo, hace ya tiempo que ando buscando, y no me encuentro ni el espejo”
A otro cantante que parece que el vino lo hizo olvidarse que había prometido por esos días ochenteros del Festival de Viña de Mar, que cuando tuviera un hijo le pondría Chile, fue a Julio Iglesias, que entre sus éxitos cantaba: “Confieso que a veces soy cuerdo y a veces loco, y amo así la vida y tomo de todo un poco, me gustan las mujeres me gusta el vino, si tengo que olvidarlas bebo y olvido”. Si a Julio Iglesia el vino lo hace olvidar, al compositor argentino Alberto Cortez, el vino lo hace decir cosas, que bueno y sano no diría: “El vino puede sacar cosas que el hombre se calla, cosas que queman por dentro, cosas que pudren el alma de los que bajan los ojos, de los que esconden la cara. El vino entonces, libera la valentía encerrada y los disfraza de machos, como por arte de magia y entonces son bravucones hasta que el vino se acaba, pues del matón al cobarde, sólo media la resaca, si señor el vino puede sacar cosas que el hombre se calla”.
Pero el vino es pura melancolía, es querer volver cuando se está lejos, es amor por la tierra donde se ha nacido, como el protagonista de la canción de José Vélez, que vio un bar en la tarde fría de la ciudad y entró sorprendiéndose, ya que adentro era como estar en otro país, con gente y música nueva en donde un hombre viejo se le acercó y le habló: “Ven a brindar con vino griego de mi tierra natal, el vino rojo que me hará recordar, un pueblo blanco que deje de tras del mar, ven a brindar con vino griego y te voy a cantar, viejas canciones que nos hacen soñar con el momento de volver al hogar “. Otro trovador como Facundo Cabral, asesinado hace poco, dice que no es de ningún lado, pero en todos los lugares le gusta el vino: “Me gusta el vino tanto como las flores y los conejos y los viejos pastores, el pan casero y la voz de dolores y el mar mojándome los pies. No soy de aquí, ni soy de allá no tengo edad ni porvenir y ser feliz es mi color de identidad”. Si creían que esta canción de Facundo era la máxima expresión de las cosas simples de la vida, como que a uno le guste el vino, las flores, el pan casero y a esa mujer llamada Dolores, es otro argentino el que nos ha hecho brotar más de una lágrima con: “Es un buen tipo mi viejo, que anda solo y esperando, tiene la tristeza larga de tanto venir andando. Yo lo miro desde lejos, pero somos tan distintos, es que creció con el siglo, con tranvía y vino tinto, viejo mi querido viejo.”
En la opera rock Jesucristo Supertar, tal vez la más famosa de la historia, aparece el tema de la última cena: “Todos los problemas se sumergen en el vino al tiempo de cenar, no me molestéis veo las respuestas, esta noche nada malo va a pasar…siempre desee ser un apóstol y contar a mundo mi verdad…”
En resumen, para que la vida sea más placida, hay que escuchar una buena canción, tomar un buen vino y estar bien acompañado, así tenemos la mezcla perfecta para sentirnos bien. Entonces la guitarra tiene sentido y la creación del compositor nos ilumina y nos llena de recuerdos, sentimientos de tristezas y alegrías.
Por Miguel Alvarado Natali
Periodista de Crónica Digital, 8 de mayo 2013
