La emoción de haber dominado una tarea puede observarse en los bebés cuando se voltean, agarran un juguete o intentan pararse una y otra vez. Experiencias que proveen la base para el aprecio a sí mismo, para el amor propio.
Cuando los padres estimulan al bebé que acaba de aprender a hacer algo solo, refuerzan o abren una futura sana imagen de sí mismo. Cuando después de batallar, el infante finalmente triunfa, se siente satisfecho. Sin esta mezcla de libertad y estimulo, el pequeño ser puede caer en la pasiva aceptación del fracaso.
¿Cómo promover en el niño o la niña una imagen positiva de sí mismo? El primer paso es siendo cálidos y cariñosos. Pero también necesitan trasmitir maneras repensar, al igual que maneras de resolver problemas. Estas generalmente son adquiridas por el bebé mediante su identificación con los padres. Por ejemplo, supongamos que el chico está tratando de hacer una torre con pequeños cubos plásticos, pero una y otra vez las deja caer, en medio de la frustración. Cuando al fin lo logra, mira triunfalmente. En este punto, lo mejor que podemos hacer es decirle: ¡Lo lograste! Bastará para sentirse estimulado en su ego.
Distinguir esa pequeña frontera existente entre el reto de la frustración y los obstáculos abrumadores, solo es posible a base de observar al niño y ver si se manifiesta curioso, perseverante y capaz de salir airoso de un problema, o si muestra aire de derrota e inercia. Tanto el exceso de estimulo como el exceso de presión minan la iniciativa propia del menor.
Tomado de revista mujeres de Cuba.
Santiago de Chile, 27 de mayo 2013
Crónica Digital