“No tengo pesadillas, porque éstas se quedan en la carne. Ni Breton ni nadie ha conocido el interior de un manicomio español. Pero no estoy arrepentida de mi vida. Lo que haya hecho, por improvisación o porque no tenía otro remedio, me parece bien”. Con estas palabras, vertidas en una entrevista que diera al diario español El País, en 1993, Leonora Carrington (1917-2011), una de las artistas más versátiles del siglo XX, refleja el temple que le permitió alcanzar la vejez con entereza, pese a los sucesos que marcaron su vida, como la Segunda Guerra Mundial, una internación en un manicomio de Santander y el exilio.
Su vinculación con el surrealismo francés, sin duda estuvo mediada por su relación con el artista alemán Max Ernst, aunque trascendiéndola. “Pensé que yo tenía mucha afinidad con esa gente. Era un grupo compuesto esencialmente por hombres que trataban a las mujeres como musas. Eso era bastante humillante. Por eso no quiero que nadie me llame musa de nada. Jamás me consideré unafemme-enfant,como André Breton quería ver a las mujeres. Ni quise que me entendieran así, ni tampoco intenté cambiar a los demás. Yo caí en el surrealismo porque sí. Nunca pregunté si tenía derecho a entrar o no”, manifestó.
Su autobiografía, En Bas, recoge episodios de su vida, incluyendo algunos de su paso por España, hacia donde huyó de la guerra: “Esperaba desviar mi sufrimiento con estos espasmos que me sacudían el estómago como terremotos. Ahora sé que este no era sino uno de los aspectos de esos vómitos: había visto la injusticia de la sociedad, quería limpiarme yo misma primeramente, y luego ir más allá de su brutal ineptitud. Mi estómago era el lugar donde se asentaba la sociedad, pero también el punto por donde me unía a todos los elementos de la tierra. Era el espejo de la tierra, cuyo reflejo es tan real como la persona reflejada”.
Con una obra que recorre la pintura, la escultura, la novela, el teatro y la escenografía, la anglo-mexicana se relacionó con varios de los más grandes exponentes del arte de su tiempo en Europa y América, tales como Luis Buñuel, Pablo Picasso, Paul Éluard, Salvador Dalí, Frida Kahlo y Octavio Paz, quien sentía por ella una profunda admiración. Su empeño más claro fue, no obstante, no perder el nexo con la realidad. “Nunca se me ha ocurrido definirme, hago la lucha de vivir conmigo misma, que no es muy fácil”, dijo. En la imagen asociada, Carrington es flanqueada por Éluard y Ernst.
Por Academia libre
Santiago de Chile, 16 de mayo 2014
Crónica Digital