Las protestas contra el Mundial y otras movilizaciones registradas en Brasiltraslucen el interés de un grupo de indignados y políticos de usar esta Copa de Fútbol para llamar la atención y lograr respuestas a sus demandas.
La proximidad de esta competencia, que comienza el 12 de junio próximo, parece animar a gremios, empleados públicos, policías y sectores descontentos con el gobierno para salir a las calles y amenazar con parar sus labores durante el torneo del orbe.
La voluntad de las autoridades de celebrar la mejor de las Copas y de mostrar al mundo un Brasilhospitalario y en pleno desarrollo contrasta con los intereses de otros círculos deseosos en explotar la situación para sacar ventajas, previo a los comicios de octubre próximo.
En este segmento aparecen también políticos que adelantaron las disputas entre los precandidatos a la jefatura del Estado.
El exmandatario Luiz Inacio Lula da Silva, quien auguró el viernes último el éxito de este Mundial, responsabilizó a ciertas agrupaciones de incitar a las manifestaciones violentas contra la Copa del Mundo.
«Parece que ciertos grupos confían en que la Copa sea un fracaso, como si sus posibilidades en las urnas fueran a beneficiarse de ello», apuntó.
Tras censurar también a los diarios por mostrar una posición negativa del gobierno, señaló que las publicaciones extranjeras sólo repiten esa visión de este país que ofrece la prensa brasileña.
Y esto se hace pese a mientras crece el desempleo en Europa y Estados Unidos, Brasil creó 10 millones de puestos de trabajo, aseveró Lula da Silva.
Analistas políticos llaman igualmente la atención sobre un evidente propósito de diversos sectores de aprovechar este evento para presionar al ejecutivo y conseguir soluciones a sus reclamos.
En este carril aparecen las policías Federal y Militar, el Movimiento de Trabajadores Sin Techo (MTST), trabajadores metalúrgicos, y conductores y cobradores del transporte público, entre otros.
Los agentes federales realizaron protestas en las últimas semanas en varios estados, demandaron alzas en los salarios y mejores condiciones de trabajo, y hasta vaticinaron cruzar los brazos durante el Mundial, si no se acatan sus reivindicaciones.
La Policía Militar efectuó igualmente protestas, pero la más crítica se registró el miércoles y jueves últimos en Recife, la capital del estado de Pernambuco, una de las 12 sedes de esta Copa.
La paralización motivó el despliegue de la Fuerza Nacional y tropas del Ejército en esa ciudad, pues se reportaron asesinatos, saqueos de tiendas, supermercados y camiones, así como desordenes y depredaciones.
Tanques de guerra, así como otros medios de transporte militar circularon por la región metropolitana de Recife, con el propósito de hacer retornar la calma a este territorio del nordeste de Brasil.
La calma volvió el viernes pasado, tras la conclusión de esta huelga y el aumento en un 14 por ciento de los sueldos a los gendarmes.
Las protestas del jueves último en contra del Mundial ocurrieron en menos de una decena de ciudades, de 50 previstas y con excepción de Sao Paulo y Río de Janeiro, donde hubo choques con la Policía, las marchas se realizaron de manera pacífica.
Para el gobierno, estas movilizaciones fueron en cantidad y cantidad menores a las del 2013, celebradas durante la Copa de Confederaciones y mucho de los reclamos no tienen relación directa con el torneo de fútbol del orbe.
El secretario general de la Presidencia, Gilberto Calvalho, anunció el inicio de una ofensiva para reunirse con responsables de las manifestaciones y explicar el destino del dinero empleado en la preparación de este Mundial, con miras a buscar consenso y respuestas a sus reclamos.
Empero, la opción de llamar la atención del gobierno en esta Copa con marchas y mítines constituye una de las armas de los grupos interesados en encontrar soluciones a sus reivindicaciones.
Por Leovani Garcia Olivarez
Brasilia, 19 de mayo 2014
Crónica Digital / PL