BALANCE 2016 (1): EL AÑO EN QUE CHILE PERDIÓ NO SOLO LA INOCENCIA

2016 parece haber sido el año  en que Chile no solo perdió la inocencia, sino que también la paciencia y la confianza en sus líderes y en las instituciones y se comenzó a gestar una molestia colectiva, un enojo social, una indignación y una protesta ciudadana cuyas consecuencias finales aún no se termina de perfilar. 

El movimiento social “No más AFP” movilizó a cientos de miles de personas en todo el país, convocados por una “coordinadora”, sin que partidos políticos, la industria ni el gobierno encontraran una estrategia de contención, respuesta, o cauce a las demandas.

Ni siquiera cuando recurrieron al “padre” del sistema de apropiación privada del sistema previsional del país, implantado bajo la bota militar y el terrorismo de la dictadura, José Piñera, lograron aplacar la indignación popular, y se vieron obligados (partidos, los empresarios, el gobierno el Poder Legislativo) a reconocer el carácter espúreo, corrupto, estafador, ladrón, usurero, antidemocrático y antipatriota del sistema.

Como corolario del proceso en estos días el propio ex Presidente de la Asociación de AFP, Rodrigo Pérez Mackenna,  reconoció a regañadientes y a medias las culpas de la Industria.

Pérez ha declarado a El Mercurio, que “las AFP han fallado en informar y en generar cercanía con los afiliados””, lo hecho  en la administración de los fondos de los chilenos, “es completamente insuficiente”,  “los clientes son cautivos del sistema y no hay necesidad de una cercanía con ellos” dice, como si el tema fuera de “la industria” y sus “clientes”, y que hubiera que “fidelizar” a éstos, como en un supermercado o en una venta de automóviles, televisores o un restaurant, y no se tratara en realidad de un problema de justicia social, de derechos humanos y, por otro lado, de apropiación privada de los fondos y de la obtención de ganancias abusivas de los dueños del aparato financiero chileno e internacional.

Pero no es solo la capacidad de convocatoria  del movimiento contra la industria de la administración de las pensiones, y sus legítimas demandas de un sistema que de ingresos dignos a los pensionados lo que obligó al Gobierno, a los legisladores y a los propios empresarios a reconocer el tema, la justeza del reclamo y las injusticias  del sistema.

Lo que estremeció a Chile fue la irrupción de las masas, la temida y demonizada “calle”, la crisis de representatividad de las estructuras que debieran haber levantado esas banderas antes de la eclosión del dolor colectivo.

El surgimiento de nuevos liderazgos y protagonistas del movimiento social, puso en discusión el tema de la democracia participativa, sus mecanismos de ejercicio de poder, el valor de los ciudadanos, la autoridad de los colectivos sociales, de los más profundos derechos ciudadanos, entre ellos el de iniciativa de ley y los plebiscitos y otras formas de consulta ciudadana.

La irrupción de fuerzas nuevas en la protesta popular, en la lucha reivindicativa, cuando las personas no ven en los dirigentes tradicionales, ni capacidad de liderazgo, ni sensibilidad ni oportunidad de reconocer las demandas ni efectividad de  no determinación para ponerse a la cabeza de ellas, debe ser tomado en cuenta en el escenario político próximo y en sus desafíos inmediatos, léanse las próximas elecciones legislativas y presidenciales y en otras expresiones de la presión ciudadana que pueden ser no lo ordenaditas que dicen los buenos modales.

Y no habrá buenos resultados para la Nueva Mayoría, si siguen el camino de avanzar al precipicio, saltar al vacío, si se   separan, si no tienen en cuenta este nuevo escenario político social nacional, que exige coherencia, disciplina, ética unitaria y responsabilidad histórica.
 
El que el país perdió la inocencia y la paciencia lo testimonió el resultado real de las elecciones municipales y su demoledor porcentaje de abstención, más allá de las retórica de los estrategas y expertos electorales o los propagandistas, que en lugar de buscar y dar explicaciones  rebuscadas que quieren ser triunfalistas, debieran profundizar en el Chile real y en su mensaje.

¿De qué triunfo se puede hablar a la luz de las cifras de los comicios municipales, supuestamente o tradicionalmente consideradas “la madre de las batallas electorales” y  “anticipo” de los resultados de las elecciones presidenciales y de las parlamentarias que están a la vuelta de la esquina, diciembre de 2017?

Desde luego, con la participación de un 34 por ciento del Padrón Electoral, es decir 14 millones de ciudadanos, el acto eleccionario  registró la más alta abstención de la historia política nacional desde el inicio de la transición democrática, post dictatorial, un 67 por ciento.

El mensaje  de los chilenos al sistema político, a la institucionalidad democrática y a la llamada “clase política”, fue lapidario.

El desinterés, el gran porcentaje de los jóvenes “post dictadura” el de los menores de 40-45,  confirmó el rechazo y el desencanto por los políticos y la política.

Pero ello, aún siendo un contenido real de la actitud política de esa gran mayoría, no lo explica todo ni contiene todo el sentido político y carácter de la abstención y de sus consecuencias sobre el sistema democrático.

Se trata de un camino sin retorno, que facilita y promueve la ruta hacia el populismo, a caudillos, deja el campo libre a los predicadores de la violencia y del fascismo, a los profetas que llaman a destruir el Estado, para implantar dictaduras o el caos.

El escenario político electoral tras los comicios municipales plantea en primer lugar por lo menos una duda sobre la legitimidad de las autoridades elegidas, por las conductas y prácticas de los partidos, de sus liderazgos y de sus pretensiones de representar a los ciudadanos.

Tampoco pueden cantar victoria por los supuestos triunfos emblemáticos, quienes pretender encubrir la derrota política que sufrieron todos al ser elegidos por un porcentaje ínfimo de los ciudadanos si las cuentas se sacaran bien, es decir haciendo el cálculo considerando las cifras del Padrón real.

De esta manera el 37.94 por ciento de la Nueva Mayoría y el 38.46  por ciento de Chile Vamos, teniendo en cuenta la abstención, llegaría a una cifra mínima y quizás hasta ridícula, si se tuviera en cuenta el total de los ciudadanos habilitados para votar.

Sería el 37.94 y el 38.46, del 34 por ciento, que ejerció su derecho a voto.

Lo mismo para el caso de los concejales, la elección más política según los “expertos”, cuyos resultados oficialmente reconocidos establece que la Nueva Mayoría triunfó con un 47 por ciento de la votación en tanto Chile Vamos alcanzo un 39 por ciento.

¡No es precisamente para alegrarse y cantar victoria!

De manera que el escenario político que deja 2016 es francamente malo para los  partidos políticos chilenos y sus líderes deberán hacer un gran esfuerzo por reencantar a los ciudadanos, superar el rechazo hasta visceral instalado en los chilenos respecto de la política y los políticos, de los empresarios, de las instituciones y los poderes fácticos.

Hay mucho por hacer para restablecer las confianzas y esto vale para todo el escenario político e institucional nacional.

Así que lo menos que se puede pedir a los liderazgos partidistas, legislativos, gubernamentales, académicos, es poner manos a la obra, antes de que sea demasiado tarde y dejarse de trifulcas, berrinches o rabietas o darse por ofendidos “congelándose” o enfurruñándose u echándole la culpa a los otros.
Son nuestros francos deseos de Año Nuevo.Por Marcel Garcés Muñoz
Director
Crónica Digital

Santiago de Chile, 9 de diciembre 2016
Crónica Digital

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