Por Marcel Garcés Muñoz: MEGA INCENDIO QUE DURA SIGLOS

En realidad el dantesco mega incendio que asoló a medio Chile se inició hace siglos.
 
Y los esfuerzos políticos y mediáticos de criminalizar a determinados sectores: mapuches, terroristas, conspiradores  encapuchados sin identificar, no hace sino, además de atacar al Gobierno, intentar ocultar las verdaderas raíces históricas y económicas del desastre.
 
Y dicho sea de paso, la pretensión de que creamos que “los almirantes no mienten”, como con altanería profirió el ex senador UDI, Jorge Patricio Arancibia Reyes, para justificar sus atrevidos dichos de que el gobierno “sabe quienes son y donde están”, quienes desataron los incendios, no resiste el menor análisis. Por lo menos en la historia reciente tenemos innumerables casos de generales y almirantes, que no solo mienten, sino que asesinan… pero no es el objetivo de esta nota, ahondar en sus turbios prontuarios.
 
En realidad lo que único que cabe entender es que “la inteligencia” no es precisamente el origen de sus afirmaciones. Por ello tuvo que reconocer que se trata de sus elucubraciones tendenciosas, sobre la base de “fuentes abiertas”, es decir los recortes que trabajosamente ha estado tijereteando de la prensa. O que- lo que sería más grave, aunque irrisorio- ha obtenido mañosamente de “los servicios” correspondientes.
 
Destacados científicos y profesionales defensores del medioambiente, desde un terreno más serio y con mayor responsabilidad metodológica y ciudadana, han detallado en estos días los antecedentes del estado actual del bosque chileno, denunciado a los depredadores que a través de la historia han destruido su valor intrínseco, su rol ecológico, su carácter de reserva de la naturaleza y herencia para las nuevas generaciones. Y que lo han hecho por medio del fuego, además del saqueo, la corrupción y el descaro.
 
El desastre de los incendios de esta temporada 2017 pone así en relieve una política que viene históricamente desde el Estado, de una sociedad, y los intereses económicos, que a través de la historia han convertido gran parte del territorio nacional en cenizas, en extensiones deforestadas, tierras  estériles, en desiertos, para luego “forestarla”, con apoyo financiero del propio Estado.
 
El mega incendio de los bosques chilenos se inició desde la llegada de los españoles al Wallmapu, en 1541 en los tiempos de la genocidio inicial del pueblo mapuche y el fin de la autonomía de sus territorios, la ocupación de sus campos por parte de los colonizadores, la destrucción de los bosques que les daban sustento, de sus cosechas, de sus ganados, la ocupación para abrir paso a la cruz y la espada, instalando fuertes y avanzadas invasoras.
 
Prosiguió en la época de la Guerra del Pacífico, cuando el Estado premio a sus oficiales triunfadores en el desierto con extensos territorios en el sur, a costa, por supuesto de los indígenas, víctimas de un segundo genocidio, la llamada Pacificación de la Araucanía, genocidio perpetrado por la República, y encabezada por el general Cornelio Saavedra, comandante en jefe del ejército de operaciones en territorio mapuche, en 1867, con la misión de ocuparlo y someter al “enemigo”,  donde volvió el fuego a terminar con los bosques, los bienes y las vidas  de la hermanos de Juan Lorenzo Colipí, soldado mapuche cantado en los textos históricos patrioteros, por su valentía en el combate del puente Llaclla, en el norte peruano, en el marco de la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1836-1839).
 
Fueron el general Cornelio Saavedra, en realidad  a partir de 1859, cuando fue designado Comandante de Armas de Arauco, el comandante José Manuel Pinto, y el coronel Gregorio Uriarte hasta 1884, cuando culmina lo que la historia militar chilena denomina Guerra de Arauco, los que aplicaron masivamente la estrategia de “tierra arrasada”, quemando aldeas y cosechas, asesinando a loncos y los weichafe patriotas de sus tierras ancestrales.
 
Saavedra fue nombrado en 1861 Comandante en Jefe del Ejército de Operaciones en territorio mapu8che y “encargado de la pacificación”.
 
Luego viene la etapa del uso criminal desembozado de las fuerzas represivas. El Estado crea en 1896 el ”Cuerpo de Gendarmería de las Colonias”- al mando del capitán, Pedro Hernán Trizano Avezzana, un aventurero y mercenario internacional, que participó en la Guerra del Pacífico, y que es recordado en la historia por su prontuario de pillaje, masacres, fusilamiento masivos de mapuches hasta 1905.
 
Carabineros de Chile lo recuerda como un héroe y uno de sus precursores, y en Victoria, remanentes de las organizaciones paramilitares terroristas que actuaron contra el gobierno constitucional de Salvador Allende, Patria y Libertad y del Comando Rolando Matus, han reivindicado su nombre para anunciar la “reagrupación”  del Comando Hernán Trizano, y “entrar en funciones”, para proseguir en el presente su sangriento reguero de sangre, anunciando que “harán volar por los aires” a los dirigentes mapuches.
 
Luego vino la instalación en sus territorios de los colonos extranjeros, (a partir de 1845,con grupos de emigrantes alemanes) que, obviamente con el beneplácito de las autoridades, asolaron los bosques para desarrollar una agricultura intensiva, lo que cambió el paisaje sureño, hasta llegar a los latifundios trigueros y ganaderos, que crearon una poderosa -económica y política- clase terrateniente. Nuevamente a costa de los habitantes  aborígenes, acorralados en las reducciones, o en los montes cordilleranos.
 
La cuna de la oligarquía rural vitivinícola y frutera chilena, de una naciente burguesía industrial y financiera, también tiene como partida de nacimiento las cenizas de los bosques  de Chile Central, destruidos a sangre y fuego.
 
La minería chilena, desde el salitre, el cobre, el carbón  otro hito de la economía del país, entregada a capitales privados desde un principio, y sobre todo a las empresas extranjeras, consumió otro tanto del bosque chileno.
 
¿Se tiene conciencia de que los bosques cubrían el hoy desierto nortino y las proximidades de Santiago, hoy en franco proceso de desertificación y desolación?
 
Y por cierto hay otros factores inherentes al modelo económico y social del país que han hecho su contribución a una destrucción desatinada de los bosques, que aparecen como inevitables, como el ferrocarril, la navegación, la construcción de viviendas.
 
Finalmente, en esta relación que no pretende ser exhaustiva, ha llegado la última plaga: la industria papelera, celulosa y su base la masiva forestación artificial de un territorio cada vez más extenso, robado, expropiado, otra vez a los mapuche y sectores empobrecidos del campo, que vieron destruidos sus bosques naturales y reemplazados por pinos y eucaliptos, y que además, destruyeron o empobrecieron la capa vegetal, y consumieron el agua que regaba sus siembras, sus huertos, acorralándolos en su miseria.
 
Los nuevos nombres de quienes han ganado con los beneficios de las leyes que les regalaron territorios y financiaron sus siembras (el Decreto Ley 701, de Pinochet, entre otros cuerpos legales) son, claro, los mismos de siempre, los Larraín Matte, los Angelini, Carey, y otros, que no han perdido sus bienes y sus casas bajo el fuego, y que verán rápidamente recuperadas sus inversiones, al ser protegidos por los oportunos seguros.
 
Hay que estar alertas: No les basta haber sido favorecidos con el subsidio estatal, es decir de todos nosotros, del 75 por ciento de los valores de los terrenos y de las plantaciones de pinos y eucaliptos. Ahora pedirán que el Estado les financie las “pérdidas”, y subvenciones la recuperación de plantaciones e instalaciones de la industria, con el viejo esquema del chantaje y la presión política y económica.
 
Estos son hechos de una realidad ocultada, disfrazada y desfigurada por la historia oficial, por la prensa oligárquica, por la clase política cómplice o representante  de esos poderes económicos que no solo han apuntado a supuestos terroristas (algún mapuche, anarquistas, las FARC, el Estado Islámico, comunistas, algún estudiante extranjero o algún cura rebelde, o cualquier otro “subversivo”, etc),  sino que pronto comenzarán a pedir el apoyo financiero del Estado para recuperar “sus” bosques, restablecer su industria, y poner de nuevo en orden sus finanzas.
 
Y ahí, veremos.
Por Marcel Garcés Muñoz
Director de Crónica Digital

Santiago de Chile, 11 de febrero 2017
Crónica Digital

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