Chile vive días decisivos. La democracia se está poniendo a prueba en una elección presidencial y legislativa, cuya impronta parece ser la incertidumbre y plantea desafíos a la institucionalidad democrática y ponen en duda las certidumbres doctrinarias y partidistas.
El signo de los tiempos parece ser la desconfianza en la política y las sospechas de corrupción, inconsistencia e incapacidad de los políticos, mientras se constatan frenéticos esfuerzos por encontrar respuestas al rechazo ciudadano, el repudio, el desencanto con la práctica social y política, una franca actitud de desapego al ejercicio vital de la ciudadanía y de la participación social.
Es decir, lo que está en juego este 19 de noviembre, y muy probablemente el 17 de diciembre, es más que una definición presidencial o parlamentaria, una mayoría o minoría en el escenario político formal, sino una definición de carácter estratégico respecto del futuro de la democracia, de la profundidad de las reformas que permitan una sociedad justa, donde sus hijos tengan garantizado sus derechos fundamentales de libertad y justicia, trabajo, educación, salud, pensiones, y se abran las perspectivas de progreso económico, cultural, social para las grandes mayorías, en una sociedad de fraternidad y seguridad.
Los liderazgos políticos, los partidos y las instituciones deben asumir que la participación y el protagonismo de los ciudadanos en el gobierno de la polis, ha estado en deuda. Y ellos tienen una responsabilidad por acción y por omisión. Según parece ha prevalecido la tentación de las elites ejercer la representación popular, pero sin garantizar la participación del pueblo, que prevalezcan las decisiones, las demandas de los ciudadanos, de la gente.
No de otra manera se puede entender la abstención y desafección política que parece instalarse como un fenómeno ineludible, pero irreversible en la sociedad.
Como es obvio, una campaña electoral, por más estratégica que sea la disyuntiva, no da el tiempo suficiente para revertir estos fenómenos, Pero es indispensable, que las elites políticas hagan, al calor de las cifras que arrojen los escrutinios, y los acontecimientos, el examen severamente autocrítico de las circunstancias, interpreten el mensaje y saquen las debidas consecuencias.
En todo caso, el tiempo apremia y pone un sentido de urgencia a los últimos esfuerzos electorales.
Por ello cabe esperar, y hay algunos signos de ello, una responsabilidad política de los distintos liderazgos o sectores de la centro izquierda.
La Derecha económica, polítyi9ca y fáctica Ha desarrollado una campaña electoral abrumadora. Ha utilizado todos los recursos económicos, los mecanismos de su poder político y mediático, y los poderes facticos que maneja- morales, religiosos, militares- , y se ha jugado el todo el todo para restablecer su predominio político sobre el país.
La centro izquierda- es preciso reconocerlo- ha mostrado su incapacidad para jugar ubna estrategia unitaria, creadora, original que de perspectiva a su discurso, y fortaleza a una posición única y cobn perspectiva.
Ha preferido el camino del sectarismo, de las divisiones, de la fragmentación, del fuego amigo, del camino propio, y hasta ahora en muchos casos le ha hecho el juego a quienes buscan desplazar al pueblo, a los ciudadanos, del ejercicio de los poderes políticos, y devolver el poder a los grupos económicos, a las oligarquías políticas, a los corruptos.
Pero aún es tiempo. La centroizquierda, los sectores progresistas, tienen ante sí una disyuntiva crucial.
La confrontación no es entre las distintas sensibilidades del sector. La amenaza es la Derecha económica, político y fáctica.
Según parece, algo de este buen sentido se ha visto en los últimos días en los comandos políticos de la centroizquierda. Es de esperar que prevalezca este realismo y responsabilidad en los últimos días de campaña, y sobre todo en el futuro inmediato.
Debe ser comprendido, que más allá de los objetivos particulares de partidos o sensibilidades, reflejados en la contiende legislativa lo que importa es el gran objetivo de la Patria, de Chile, de su pueblo, de las mayorías, de sus perspectivas, de su futuro, la definición por la Presidencia.
Y para decirlo sin ambages, junto con acelerar a fondo el trabajo para el 19 de noviembre, hay que tomar posiciones para una –según se ve- inevitable segunda vuelta presidencial.
Y en esa perspectiva hay que reconocer que lo indispensable es encontrar un lenguaje común, un compromiso patriótico entre toda la Nueva Mayoría (incluyendo naturalmente a democratacristianos y comunistas, por lo mismo sin exclusiones odiosas), el PRO, el Frente Amplio, el PAIS, sectores independientes y regionalistas y sus electorados.
Un compromiso democrático, generosidad y amplitud, profundización de las reformas, progreso económico y social son el fundamento de esta nueva alianza para avanzar.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 9 de noviembre 2017
Crónica Digital