Solo la belleza salvará al mundo, cito estas palabras de Dostoievski para despedir a nuestro compañero de la música y las artes Max Berrú, las traigo a mi memoria porque el arte tiene la particularidad de trasladarnos a espacios donde la belleza transita, a veces solitaria, como queriendo detenerse entre nosotros y educarnos en la emoción y el asombro de quienes se observan a sí mismos y se descubren a través de las notas musicales que hoy, en este primero de mayo día de los trabajadores, pareciera que las escucháramos con más nitidez aún. Éramos muchos los que marchábamos con la emoción contenida, fue el mejor homenaje que te pudimos dar, marchar junto a aquellos por quienes siempre luchaste, por sus derechos y demandas sociales, las cuales atendiste desde el compromiso y los valores humanistas que te caracterizaron en cada instante de tu vida. Así transcurre otro primero de mayo, un primero de mayo que quedará grabado en la memoria emotiva de cada uno de nosotros, porque, además de reivindicar los derechos de los trabajadores, defendemos también cada momentos donde estuvimos junto a ti escuchando tu música y también escuchando tu palabra certera, tu mensaje lleno de optimismo, esas palabras hoy nos golpean fuerte, más allá de tu voz para decirnos que tu música es una melodía abrazando toda nuestra América Latina más allá de las fronteras que nada dividen cuando hay voces como la tuya que supieron construir paisajes, allí donde la memoria siempre vuelve a enseñarnos el verdadero significado de las cosas.
Max llega a Chile el año 1962 e ingresa a la Universidad Técnica del Estado, donde conoce a Coulón y Salinas, junto a ellos forma el grupo Inti-Illimani, dándole un carisma particular al grupo a través de la incorporación de sonidos de la música traídos de otras latitudes. A través de su música, permitió la comprensión de la sociedad desde una mirada de profunda reflexión de lo que en Chile y Latinoamérica estaba ocurriendo. El arte siempre lo consideraste como una acción ética y moral de un altísimo valor identitario para explicarnos las cosas que estaban sucediendo en nuestros pueblos, desde una mirada crítica que nos ayudara y nos guiara en la reconstrucción de los espacios sociales, es allí donde pusieron todos los esfuerzos muchos artistas de la época.
Max Berrú deja un legado inconmensurable para la canción popular chilena y latinoamericana, siendo una de las figuras más relevantes de la música en nuestro país que cruzó las fronteras y se instaló en escenarios internacionales mediante un amplio bagaje de expresiones musicales donde grabó un sello particular que unió a dos pueblos, el chileno y el ecuatoriano, a través de la música y el arte que fueron refundando los imaginarios latinoamericanos desde el canto de todos y todas. Nuestro compañero actualmente era parte del grupo Los Insobornables y presidía el Centro Extensión e Investigación Luis Emilio Recabarren.
Su profundo apego con las causas sociales hizo que fuera un artista muy presente en los años de la Unidad Popular, época en la cual tuvo gran protagonismo en la construcción de un modelo político, cultural y social que recogía el programa de Salvador Allende y que a la postre lo llevaría al exilio, como un chileno más, se ve involucrado en estos años negros de la dictadura cívico militar. Sin embargo desde el exilio continúan las luchas por construir un país más justo y solidario, ideario que no abandonaría jamás, transformándose su música en un baluarte de la resistencia.
Hoy, sin duda tu música seguirá expresando la dignidad de los pueblos, porque perteneces a esa generación de artistas cuyo eje motor siempre fue construir arte allí donde más lo necesitaban, en las calles, en los barrios, en las poblaciones donde transita el hombre común, aquel que escuchó con atención tu arte desde su hacer silencioso, adherido al abrazo donde la cotidianeidad pervive en lenguajes donde todos nos reconocemos como un solo pueblo que agradece el haber sido interpretado más allá de sí mismo.
Por Isabel Gómez
Escritora
Crónica Digital
Santiago, sábado 5 de mayo de 2018