Por Fausto Triana
El incesante bombardeo de críticas al papel de los ministros de la Iglesia católica chilena, del Vaticano en primer plano, acrecienta la idea de que los oscuros expedientes de abusos sexuales servirán de escarmiento mundial.
La más reciente carta del papa Francisco abordó el espinoso tema de forma vertical, estaba dirigida Al Pueblo de Dios que peregrina en Chile, y llegó a la Conferencia Episcopal del país austral con la sola instrucción de darla a conocer.
De igual forma, el Vaticano informó sin ofrecer detalles a las autoridades eclesiales chilenas de la visita del obispo de Malta, monseñor Charles Scicluna, y el sacerdote español Jordi Bertomeu, directamente a la ciudad de Osorno.
Scicluna, considerado fiscal de la Santa Sede, y Bertomeu, estrecho colaborador, fueron los encargados de investigar en Chile las denuncias de trasgresiones sexuales y abusos de poder de obispos y curas en la nación sudamericana.
A estas noticias se añade la acción de dos senadoras que presentaron un proyecto de ley en el Congreso para revocar la nacionalidad por gracia del cardenal de Santiago, Ricardo Ezatti.
Acusan a Exatti, de origen italiano, de haber bloqueado las denuncias de una víctima de abusos sexuales (Juan Carlos Cruz) del cura Fernando Karadima.
Precisamente el obispo de Osorno, Juan Barros, es señalado de ser cómplice y encubrir los desmanes del defenestrado Karadima.
Las legisladoras Adriana Muñoz (Partido por la Democracia) y Ximena Rincón (Democracia Cristiana) sindicaron a Ezatti por en razón de sus gestiones para evitar la declaración en 2014 del periodista Cruz, denunciante de abusos sexuales sufridos por Karadima.
El proyecto de ley señala que Ezatti impidió que Cruz declare ante la Conferencia Episcopal Anglófona en Roma sobre los abusos sufridos y el supuesto encubrimiento del alto clero chileno de estos hechos.
Con la renuncia en sus manos de los 34 obispos de Chile, el papa Francisco avanza en el proceso, probablemente con la idea de que los sucesos de esta nación sudamericana sean vistos en el mundo como un cambio de actitud del catolicismo en cuanto a su condena.
La víspera, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, un ferviente católico, valoró de forma positiva la intervención del papa Francisco en los casos de abusos sexuales en la Iglesia católica del país austral.
‘Me alegro de lo que está pasando hoy porque si bien es tremendamente doloroso para una persona cristiana como soy yo, creo que era absolutamente necesario para limpiar la Iglesia y que pueda iniciar una nueva etapa’, apuntó.
Santiago de Chile, 5 de junio 2018
Crónica Digital /PL