Por Vicente Vásquez
Los mundiales de fútbol siempre tienen un valor agregado con los equipos sudamericanos. Por lo general se mueven muchas expectativas respecto al rendimiento que éstos tengan en dichos torneos, gracias a su calidad técnica, física y pasión inherente. No es casualidad que nutran a los mejores clubes de Europa y estén dentro de los jugadores top a nivel mundial.
A diferencia de Brasil 2014, lo que pasa en Rusia es una decepción para las selecciones de esta parte del orbe. No es un descalabro total aún, pues sólo estoy hablando de la primera fecha. Aun así, se esperaban buenos resultados y planteamientos competitivos. Sólo Uruguay logró ganar, lo cual se traduce en que la Conmebol tiene el segundo peor desempeño a nivel de confederaciones en esta rueda. Los charrúas lucharon mucho para obtener un triunfo agónico ante Egipto, por lo que enfrentan a Arabia Saudita -dirigida por Pizzi- con algo más de “holgura”. Aunque no estuviera Mohammed Salah, los africanos podían ser un escollo para querer clasificar y la República Oriental sacó la tarea adelante.
Los eternos favoritos no pasaron del empate, algo que no estaba en los cálculos. Argentina fue incapaz de superar un esquema defensivo y limitado -aunque aguerrido- de Islandia, uno de los debutantes en la Copa del Mundo. Los trasandinos no muestran claridad en su búsqueda de romper sus maleficios y presentan una tremenda incertidumbre que rodea a Lionel Messi, el que no puede alcanzar su nivel en Barcelona. Su técnico, Jorge Sampaoli, es cada vez más cuestionado sobre su forma de conformar el equipo y debe jugarse la vida ante Croacia. Si obtiene otro resultado negativo, la posibilidad de clasificar y su puesto en la albiceleste estarán en entredicho. En la otra vereda, los brasileños mostraron muy poco ante el complejo cerrojo suizo y están obligados a mejorar su estrategia ofensiva colectiva. Por momentos abusaron del individualismo respaldado por sus cracks, lo que no aportó al engranaje y los desafía a ratificar su favoritismo dada su “hipotética” solidez en todas las líneas. Los fantasmas de la edición anterior (derrota histórica en semifinales por 7-1 ante Alemania) pesan en la afición y hay una necesidad de retomar los resultados que acostumbró a lograr el país de la samba.
Perú y Colombia son los más complicados. Esto porque perdieron inesperadamente en su debut y si no ganan el siguiente encuentro estarán muy cerca de decir adiós al objetivo de clasificar a octavos de final. Después de 36 años sin decir presente en una cita mundialista, los peruanos desaprovecharon innumerables ocasiones de gol -un penal incluido- y la oportunidad de vencer a Dinamarca, el rival directo para acceder a la siguiente fase. Su derrota por la cuenta mínima hipoteca sus sueños de cara a su partido con Francia, aunque ya no es sensato dejarse llevar meramente por la lógica. El Perú del “Tigre” Gareca tiene argumentos para pelear algo más que una derrota digna ante los subcampeones de Europa, pero la presión y la tensión acumulada son elementos importantes a considerar en esta instancia “definitiva”.
Un problema similar vive Colombia, que en su derrota por 2-1 ante Japón registró un hito histórico: es la primera vez que un país asiático vence a un representante de Sudamérica en toda la historia de los mundiales. Jugar con un hombre menos casi todo el encuentro fue el factor de desequilibrio y sin dudas es un golpe duro para las aspiraciones cafeteras, más aún con la derrota de Polonia, el otro candidato del grupo y con el que se enfrenta en la segunda rueda en una “final”. Los dirigidos de José Pekerman deben dejar atrás rápidamente este traspié, recuperar su confianza en sus elementos futbolísticos y pensar en cómo dar vuelta el panorama imprevisto.
¿Está todo perdido para Sudamérica? Claro que no, esto recién comienza. Sin embargo, fuera de lo partidista que podría ser el chovinismo en cada uno de los casos descritos, la realidad no puede ser obviada. Desde 2002 que la región no gana un Mundial y desde entonces el resto han sido expectativas cortadas de golpe. La misión de hacer frente a estos obstáculos inesperados requiere cambiar el switch en todos los sentidos, pues del tropiezo al remezón hay pocos pasos. Aunque suene simplista, la Copa del Mundo se hace corta y no hay tantas chances de “darlo vuelta”. A veces, es necesario enojarse más y apelar al amor propio que a la “venta de humo” al por mayor con tácticas que no convencen a nadie.
Santiago de Chile, 21 de junio 2018
Crónica Digital