Por Florencia Lagos N: NO SE TRATA DE DESCALIFICAR AL ENEMIGO, SINO DE PROPONER UNA ALTERNATIVA

La derecha tiene sus reglas del juego bien planteadas para frenar cualquier progresismo, entonces no­­­sotros como izquierda y espacio de resistencia cultural tenemos el deber de reaccionar, por eso la importancia de que surja un Plan de Acción para la izquierda latinoamericana, basado en la unidad y que contemple a la cultura como un área estratégica. Insisto, si nos dividen, nos aniquilan.

Nunca, ahora que la vida misma sucumbe, se ha hablado tanto de civilización y cultura. Y hay un raro paralelismo entre el hundimiento generalizado de la vida, base de la desmoralización actual y la preocupación por una cultura que nunca coincidió con la vida, y que en verdad la tiraniza.

Antes de seguir hablando de cultura, señaló que el mundo tiene hambre y no se preocupa por la cultura; y que solo artificialmente pueden orientarse hacia la cultura, pensamientos vueltos nada más que hacia el hambre.

Defender una cultura que jamás salvó a un hombre de la preocupación de vivir mejor y no tener hambre no me parece tan urgente como extraer de la llamada cultura, ideas de una fuerza viviente idéntica a la del hambre.

Tenemos, sobre todo, necesidad de vivir, de creer en lo que nos hace vivir, y que algo nos hace vivir; lo que brota de nuestro propio interior misterioso no debe aparecérsenos siempre como preocupación groseramente diges­tiva.

Quiero decir que si a todos nos importa comer inmediatamente, mucho más nos importa no malgastar en la sola preocupación de comer inmediatamente nuestra simple fuerza de tener hambre.

Si la confusión es el signo de los tiempos, yo veo en la base de esa confusión una ruptura entre las cosas y las palabras, ideas y signos que las representan.

No faltan, ciertamente, sistemas de pensamiento; su número y contradicciones caracterizan nuestra cultura, pero ¿dónde se advierte que la vida, nuestra vida, haya sido alguna vez afectada por tales sistemas?

(…) Hay que insistir en esta idea de la cultura en acción, que llega a ser en nosotros como un nuevo órgano, una especie de segundo aliento; y la civilización es la cultura aplicada que rige nuestros actos más sutiles, es espíritu presente en las cosas, y solo artificialmente podemos separar la civilización de la cultura y emplear dos palabras para designar una única e idéntica acción.

(…) Todas nuestras ideas acerca de la vida deben reformarse en una época en que nada adhiere ya a la vida. Y de esta penosa escisión nace la venganza de las cosas; la poesía que no se encuentra ya en nosotros y que no logramos descubrir otra vez en las cosas resurge, de improviso, por el lado malo de las cosas: nunca se habrán visto tantos crímenes, cuya extravagancia gratuita se explica solo por nuestra impotencia para poseer la vida.

(…) Dicho esto, podemos esbozar una idea de la verdadera cultura, una idea que es, ante todo, una protesta. Protesta contra la limitación insensata que se impone a la idea de ­cultura, al reducirla a una especie de inconcebible panteón. Protesta contra la idea de una cultura separada de la vida, como si la cultura se diera por un lado y la vida por otro; y como si la verdadera cultura no fuera un medio imprescindible de comprender y ejercer la vida.

Diría Antonin Artaud en El teatro y su doble: «Pueden quemar la biblioteca de Alejandría, pero por encima y fuera de los papiros hay fuerzas; nos quitarán por algún tiempo la facultad de encontrar otra vez esas fuerzas, pero no suprimirán su energía. Y conviene que las facilidades demasiado grandes desaparezcan y que las formas caigan en el olvido; la cultura sin espacio ni tiempo, limitada solo por nuestra capacidad nerviosa, reaparecerá con energía acrecentada. Y está bien que de tanto en tanto se produzcan cataclismos que nos inciten a volver a la naturaleza, es decir, a reencontrar la vida».

¿Qué hacer? Esta sigue siendo una pregunta con insuficientes respuestas. Lo primero es caracterizar el momento histórico que estamos viviendo, que es comparable con el fascismo que surgió en España con Franco. En este aspecto creo que lo que estamos viviendo es un reverdecimiento del neofascismo.

El término que se le ha dado a este proceso ofensivo del Gobierno de Estados Unidos aliado a la derecha latinoamericana: «restauración neoliberal», es suavizar la serie de delitos y crímenes que se han venido cometiendo. La derecha tiene sus reglas del juego bien planteadas para frenar cualquier progresismo, entonces no­­­sotros como izquierda y espacio de resistencia cultural tenemos el deber de reaccionar, por eso la importancia de que surja un Plan de Acción para la izquierda latinoamericana, basado en la unidad y que contemple a la cultura como un área estratégica. Insisto, si nos dividen, nos aniquilan.

La democracia re­presentativa, la realmente existente en la mayoría de nuestros países, todavía tiene una fuerte hegemonía cultural derechista y reaccionaria, que impide los avances, las rupturas, abrir las brechas. Ahí, junto con ganar las necesarias elecciones –dato clave–, es fundamental la participación activa en los procesos de los pueblos y las mayorías nacionales. Sin eso, hay derrota. Una vez alcanzado el poder, debemos trans­formar sustancialmente el sistema hegemónico y la cultura juega un rol fundamental.
Por eso, porque cada país y pueblo tiene su propia historia, sus particularidades, su estructura de clases, su formación de partidos y movimientos sociales y su propia cultura, tenemos que ayudarnos y dilucidar –en primer lugar– los caminos que nos permiten resistir, en conjunto, la agresión de Estados Unidos y revertir los procesos que tratan de parar.

Lo primero es escucharnos, podremos tener diferencias de opinión, pero sería fatal intentar confrontar y eventualmente tensar las relaciones políticas y culturales entre nosotros por eventuales diferencias de diagnóstico.

El primer desafío de la izquierda latinoamericana es ejercer una verdadera influencia; las izquierdas de Latinoamérica estamos dispersas en lo que vamos a hacer y cómo lo vamos a hacer. Debemos unirnos, los problemas de América Latina y el Caribe son comunes, tenemos que hacer una alianza entre la Cultura, el Arte, la Comunicación Política y las Ciencias Sociales, donde la batalla no puede ser descalificando al enemigo, sino proponiendo otra alternativa.
Como lo señalara Fidel en el acto del aniversario 40 del asalto al cuartel Moncada: «Resistir y hacer todo lo necesario con tanta firmeza como inteligencia, para salvar la patria, la revolución y las conquistas alcanzadas (…). Si resistimos, tendremos solidaridad».

«Tenemos  que ayudarnos y dilucidar –en primer lugar– los caminos que nos
permiten resistir en conjunto, la agresión de Estados Unidos y revertir los procesos que tratan de parar»
«La derecha tiene sus reglas del juego bien planteadas para frenar cualquier progresismo, entonces nosotros como izquierda y espacio de resistencia cultural tenemos el deber de reaccionar»

Nota:
Intervención en el taller de Arte y Cultura realizado en La Habana el 16 de julio de este año, como parte del xxiv Encuentro Anual del Foro de Sao Paulo.
La autora es actriz y gestora cultural.

La Habana, 29 de agosto 2018
Crónica Digital / granma.cu

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