La ciudadanía ha sido sorprendida por la pretensión de un sector de la centro izquierda, particularmente por parte de las directivas actuales del PDC y del Partido Radical, que pretende excluir a sectores de la política nacional y de la lucha contra la dictadura cívico militar-encabezada por Augusto Pinochet, de la conmemoración del triunfo del “NO” en el Plebiscito del 5 de octubre de 1988, concretamente al Partido Comunista de Chile.
Claramente, equivocan el enemigo principal, de ayer y de hoy.
Se trata de dejar fuera de los actos conmemorativos de ese acontecimiento en la recuperación democrática del país, a una de las fuerzas políticas protagonistas de la lucha contra la dictadura de Augusto Pinochet y factor importante en la recuperación y la gobernabilidad democrática de Chile.
Obviamente no es solo la mera reproducción de un viejo prejuicio utilizado por la derecha reaccionaria para justificar su odio a los principios de la democracia y su embate a los derechos ciudadanos y la reproducción- en clave de tragedia- de una argumentación que sirvió a la dictadura para justificar sus crímenes contra la humanidad y la violación de los Derechos Humanos.
El significado de la victoria del NO al intento de eternizar a Pinochet en la usurpación del gobierno va mucho más allá de una estrategia coyuntural y es producto de un proceso de lucha anti dictatorial, que se desarrolló en el país y en la esfera internacional de la solidaridad y el apoyo a la democracia en Chile, desde el mismo 11 de septiembre de 1973 y al que contribuyeron diversas fuerzas políticas, sociales, ideológicas y hasta religiosas , nacionales e internacionales.
Nadie tiene el derecho de pretender administrar para sí, monopolizar, los tres millones 967 mil 569 de chilenos que dijeron no a Pinochet, y que en la gesta inolvidable del 5 de octubre de 1988, se rebelaron, vencieron el miedo, superaron la comprensible desconfianza en las intenciones del régimen de violentar la voluntad popular.
Ya estaría bueno que los dirigentes políticos de las fuerzas democráticas, de entonces y de ahora, dejaran de enredarse en la polémica absurda, inútil de quiénes, y con qué métodos, iniciativas, formas de lucha, vencieron a Pinochet y a la derecha política y económica nacional y a las fuerzas del imperialismo que lo instalaron en el poder del 11 de septiembre de 1973.
Fue la fuerza, en primer lugar de la voluntad popular, la magnitud abrumadora de los que se expresaron en las urnas, cierto es que con un lápiz y un papel, la que inclinó la balanza de la historia.
Pero fueron las múltiples expresiones de la masiva lucha popular, incluso la que se expresó en las barricadas y la insurgencia, a las que se sumaron decisiones políticas, sociales, culturales, en el seno de la ciudadanía, las que confluyeron en la lucha contra el régimen dictatorial y por la democracia, hasta el triunfo del 5 de octubre de 1988.
En el espacio político, fue la unidad de todos en torno a objetivos democráticos centrales, la generosidad de deponer diferencias y proyectos sectoriales o personales la que abrió la ruta, compleja sin duda, pero esperanzadora para los chilenos, hacia la transición a la democracia, y al aprendizaje de la tolerancia mutua, a la restauración de la confianza mutua, y del realismo político.
Pero la fecha, que es indispensable conmemorar y cuya trascendencia no se puede disfrazar, no fue el único combate. Hay muchas páginas de heroísmo que en su momento deberán también ser recordadas.
En la lucha contra el régimen, se dieron diversas tácticas de lucha, incluso formas de lucha insurgente, de rebelión, tal como lo permite y legitima el Derecho Internacional y la lucha por la libertad, y hasta la Doctrina de la Iglesia Católica, con el derecho a la rebelión de Santo Tomás de Aquino y la Doctrina Social de la Iglesia.
Ellas respondieron a momentos concretos que se dieron en las complejas situaciones de la dictadura, y seguramente deberán ser examinados por la historia en una discusión serena sobre la justeza doctrinaria, los deberes revolucionarios, las condiciones objetivas v subjetivas y la oportunidad histórica.
Pero lo sustancial es el compromiso de la colectividad con la recuperación democrática, y el realismo político que ha inspirado sus acciones y posiciones de fondo, incluyendo la superación de las reticencias y la desconfianza en los propósitos de la dictadura, partiendo del hecho objetivo de su participación en el Plebiscito del 5 de octubre de 1988 y su definición por el NO a Pinochet y su compromiso con la recuperación democrática.
Por ello es lógico y coherente su decisión de participar en todos los actos en que se conmemore este triunfo democrático de Chile y los chilenos. Tiene el completo derecho a hacerlo.
La historia registra que la participación comunista en la transición a la democracia y en la defensa de todo el proceso, fue determinante.
Nadie dice que este camino sería fácil, sin tropiezos, pero en definitiva, es el que condujo al triunfo del proyecto de conducir al país hacia la reconstitución democrática. Un camino que, según muestra la realidad política de hoy sigue estando en desarrollo Y en riesgo.
Y lo natural es que cada fuerza política que pretenda ejercer liderazgo en esta tarea histórica, examine , la magnitud del desafío que impuso el resultado electoral último que, objetivamente, llevó a La Moneda a fuerzas que representan el intento del retroceso de la democracia, el intento de restaurar las fuerzas políticas y sociales, que buscan demoler frustrar los avances de cambio y profundización democrática que han impulsado la Concertación, la Nueva Mayoría y sus partidos, los gobiernos de Aylwin, Frei, Lagos, y Bachelet. Y donde se advierten además tentaciones de criminalizar a la oposición y las luchas sociales, incluyendo a la del pueblo mapuche, amenazados por la legislación antiterrorista, y la fuerza policial militarizada.
Esa es la verdadera disyuntiva ante las fuerzas progresistas, Y no conduce a su indispensable unidad un afán mezquino, sectario y agravante de reproducir en la realidad del siglo 21 los viejos prejuicios de la “Guerra Fría”, la tentación de excluir y demonizar a sectores que representan a legítimos sectores políticos e ideológicos de la sociedad y ostentan legítimos atributos democráticos y patrióticos como el que más.
No hay que ser ingenuos, Chile se enfrenta a peligrosas amenazas para su democracia, su convivencia y su estabilidad política y social. Los viudos de Pinochet están en pleno proceso de reorganización y hasta rearman sus bandas terroristas.
José Antonio Kast busca convertirse en caudillo del pinochetismo militante ( civil y militar), y en la UDI y Renovación Nacional, hay dirigentes, legisladores y hasta “autoridades” de gobierno que no ocultan sus afanes de convertirse en fuerzas políticas para enturbiar el escenario político nacional.
Si alguien quiere entretenerse en cabildeos divisionistas en el sector de centroizquierda, y pretender excluir a comunistas, socialistas, democratacristianos , o a cualquiera, deberá asumir su responsabilidad en el debilitamiento del único proyecto capaz de defender la democracia y el progreso, y las reformas,
No hay que olvidar la historia que condujo, a la división de las fuerzas democráticas en los años 70, al encono fratricida que abrió el camino, facilitó, permitió la conspiración golpista, alimentó la “guerra sucia”, instaló el prejuicio anticomunista, en el fondo antipopular y antidemocrático, y exacerbó el odio al pueblo.
Ello, la caricaturización y demonización del otro, fue un mecanismo de la “guerra interna” , de la Doctrina de la Seguridad Nacional, que se mantiene como ideología en las esferas castrenses y policiales, la que llevó al golpe del 11 de septiembre de 1973, y los crímenes del régimen dictatorial de las Fuerzas Armadas y los clanes económicos y financieros, y de la CIA y la Casa Blanca que encabezado por el criminal y corrupto general Augusto Pinochet, ocupó y asoló Chile con un balance de asesinados, detenidos desaparecidos , torturados, exiliados, prisioneros políticos en campos de concentración, robo- saqueo- de las empresas estatales, y de las riquezas estratégicas nacionales.
Y hoy el aporte del PC para recuperar la unidad, la orientación del sector progresista y democrático en el rumbo político y social del país, también es determinante.
La ciudadanía espera que la sensatez se imponga en las cúpulas del progresismo, de la centroizquierda. Lo que está en juego es más que un cálculo electoral subalterno. Es el futuro de Chile, de su democracia, de su progreso lo que debería marcar el rumbo.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 30 de agosto 2018
Crónica Digital