Desde La Moneda se ha notificado a los chilenos, “El Mercurio” mediante (02.09.2018), que el Gobierno divide a los chilenos entre “patriotas”- ellos- y “antipatriotas”- la oposición-.
Esta confesa actitud, que puede transformarse en aviesa intención, y que no puede sino ser caracterizada como totalitaria, amerita reflexiones en el ámbito político nacional, que se ha ido crispando por el lenguaje y las descalificaciones que se profieren desde La Moneda y desde la derecha.
En realidad se trata de una advertencia siniestra, cuyas consecuencias pueden ser fatales para la democracia y la convivencia nacional.
Es de una lógica perversa y resultan inquietantes las consecuencias que puede tener el asignarse desde el poder, el carácter de patriotas, de “los buenos”, a quienes lo administran circunstancialmente y descalificar al resto de los chilenos como antipatriotas, los “malos”, los “enemigos“, en un escenario maniqueísta de “blanco y negro” que intentan imponer en la retórica por ahora, pero quizás mañana puede ser en la práctica represiva.
Desde luego ya cuentan con una legislación antiterroristas, una Doctrina de la Seguridad Nacional, y una práctica de la guerra sucia, de la manipulación propagandística de la Opinión Pública, unos instrumentos represivos institucionales tipo Batallón Jungla y otros entes de inteligencia y vigilancia ideológica que no se perciben a simple vista, o bandas paramilitares provocadoras, como el Movimiento Social Patriota, y bandas privadas (“ciudadanas”) a los que municipios como el de La Reina, pretenden entrenar para que puedan disparar con eficiencia las sofisticadas armas de su arsenal personal.
De acuerdo al criterio oficialista solo son aceptables entonces, se les concede el derecho a ser considerados en la mesa, a los que aplaudan los planes, dichos y hasta payaseos de Palacio y se subordinen a las políticas oficiales. A estos, el presidente, les sonríe y les invita, lo que no es nuevo, por lo demás, señalando que : ”Las puertas de La Moneda van a estar abiertas siempre a la búsqueda de acuerdos”.
Algo de eso vivimos , este escenario , a partir del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y la implantación de la dictadura cívico-militar, de la tiranía de las Fuerzas Armadas , la derecha política y los clanes empresariales del país y los poderes imperialistas de Estados Unidos, con las consecuencias de muerte y dolor que conocemos.
Una primera observación: el Presidente Sebastián Piñera muestra su verdadera faceta política y deja de lado el juego demagógico de dialogante, que ensayó al asumir su mandato, que resultó asi ser más un subterfugio que una verdadera intención de unidad nacional , de apertura o sincera invitación al diálogo cívico.
En la entrevista periodística, lo que busca el Mandatario, lo que trata de encubrir son un par de semanas de desastre político, de cifras negativas de opinión pública y de resultados económicos, una crisis política interna, o lo que El Mercurio caracteriza como “desprolijidades” ( el caso del ex ministro Mauricio Rojas, “el breve” y la crisis ambiental y social en Quinteros, Puchuncaví, declaraciones zafias de personeros de su administración y otras torpezas) .
En segundo lugar, se constata un desconocimiento o lisa y llanamente una falta de compromiso y vocación con la esencia del sistema democrático o de la realidad de un escenario político, que no es tan extraño , o inusitado en una democracia, y que es el hecho de que el país eligió a un Presidente, con una legitima mayoría de votos, con su autoridad constitucional, facultades y prerrogativas. Pero también, eligió con mayoría de oposición, a un Poder Legislativo, con sus correspondientes facultades y prerrogativas, un cuerpo colegiado, representativo de la voluntad democrática de los ciudadanos , con una misión legislativa y de control indiscutible e irrenunciable,
El potencial conflicto de poderes lo desató, hay que recordar lo objetivo, cuando el presidente Piñera ya en los primeros días de su mandato, en marzo del presente año 2018, inició una estrategia de superación de las normas constitucionales y pensó que podía establecer una institucionalidad legislativa paralela a través de “comisiones”, a las que llamó incluso a personeros proclives de la oposición, para simular la imagen de representatividad para elaborar políticas y dar imagen de elaboración colectiva a proyectos de layes ya elaborados con anticipación por los equipos propios de la Fundación Chile Avanza, creada en marzo de 2014, y que luego fueran remitidas al parlamento, al que se le asignó, con la correspondiente presión mediática y chantaje político, para una mera tarea de “toma de razón”.
¡Y si a algún parlamentario , o algún partido de oposición se le ocurre ejercer su derecho a disentir del proyecto gubernamental, entonces se transforma , en titulares, análisis políticos, discursos, campañas delirantes, en “antipatriotas”, en negar la sal y el agua”, a un auto victimizado ejecutivo, que demuestra ser incapaz o reacio a soportar la crítica, la confrontación, el diálogo o una opción diferente..
Toda una jauría de editorialistas, comentaristas, opinólogos al servicio de la Derecha y el Gobierno, políticos, opinantes a través de las redes sociales, se lanzan en una encarnizada campaña de desprestigio a crucificar a los disidentes, a ponerlos en el banquillo de los acusados o condenarlos a la hoguera , utilizando improperios, descalificaciones, o simplemente injurias del mas bajo calibre.
Los roles en La Moneda, y en esta pantomima están bien distribuidos. Luego viene el señor Gonzalo Blumel, que incluso hace creer a algún personero opositor que es el dialogante, el “buena onda”, el que pone mesura a la jauría y sigue invitando al diálogo. Solo que a reglón seguido aparece la señora Cecilia Pèrez, que en su calidad de portavoz oficial refrenda las acusaciones de “antipatriotismo” de Piñera contra los políticos de oposición.
El hecho es que el Gobierno no tiene solo que buscar imponer un programa de Gobierno que era una pieza de campaña , mensaje pensando a comunicar un slogan destinado a captar votos, una consigna propagandista que pretende ser rimbombante, tanto como falta de contenido (algo así como “vienen tiempos mejores”) pero que pudiera movilizar una voluntad electoral.
En la realidad de un gobierno cuyo Poder Legislativo es mayoritariamente y por la voluntad electoral de la ciudadanía, de color opositor, el Ejecutivo tiene que dialogar de verdad, convencer, llegar a acuerdos con una oposición que ejerce un rol legítimo y básico para la gobernabilidad democrática del país, la institucionalidad y para su estabilidad. No hay espacio para una pretensión hegemónica, o una gestión tipo monopólica en la que el objetivo es no solo deslegitimar sino eliminar a la competencia.
En la esencia de la estructura de la democracia está la necesidad y la obligación de reconocer la voluntad del Soberano, el pueblo, los ciudadanos, tanto como de compatibilizar los poderes constitucionales, establecer como mecanismo de la resolución de conflictos o contradicciones, el dialogo respetuoso, la consulta a los ciudadanos, por ejemplo a través de plebiscitos. No hay espacio para la pretensión de haber recibido poderes absolutos para no moverse de un esquema dado, sobre todo cuando la política es el arte de la negociación, de la persuasión y el acuerdo.
De lo contrario, una actitud obcecada de desprestigio, caricaturización, demonización de la oposición , de desconocimiento de los Poderes del Estado, solo puede llevar a un conflicto de graves consecuencias para la estabilidad democrática y una crisis de gobernabilidad que desemboque en un conflicto terminal para ella.
Por muchas invocaciones a Dios, de la que está llena la retorica presidencial, su autoridad no es un poder entregado por la Divina Providencia, sino una delegación de su soberanía por parte de los ciudadanos, mediante la legitimidad de su decisión electoral y para el efecto de gobernar, no para ejercer un poder monárquico absolutista.
En el escenario chileno no tienen cabida los “reyecitos”, como el del humorista estadounidense, Otto Soglow, que no tenía súbditos sino sirvientes.
En democracia, y lo hemos vivido en un pasado no tan lejano, y es una dramática experiencia que no es deseable revivir, no se juega con fuego, y deben evitarse tanto las descalificaciones políticas como llevar los conflictos y contradicciones, a situaciones límites.
Ello puede llevar al país a transformarse en un escenario político social en donde pueden proliferar las tentaciones populistas y francamente golpistas, es decir a la destrucción , una vez más de la vida democrática del país.
La tentación totalitaria de algunos , la creencia de que alguien tiene una misión bíblica de traernos “tiempos mejores” pese a quien pese y al precio que haya que pagar , y donde se vuelva a justificar la aniquilación de ideas y proyectos diferentes a las que ostenten desde el poder no solo no es aceptable, sino que exige a los políticos y a la ciudadanía una reflexión serena, pero al mismo tiempo severa sobre tales pretensiones.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de Chile, 5 de septiembre 2018
Crónica Digital