En estos días de septiembre se despliegan invocaciones a la Patria, a la chilenidad, a las tradiciones nacionales, como interesados eslongan publicitarios para incitar a consumir los platos típicos, los tragos de moda, y celebrar con mucho vino, salir de viaje por el extranjero, además de visitar balnearios del país, bailar cuecas, (además de cumbias, guarachas y corridos), visitar las fondas, y gastar ojalá todo el dinero posible, aumentado por los también “tradicionales” aguinaldos.
En fin más que una celebración patriótica, el recuerdo de una historia, generalmente deformada por intereses ideológicos y políticos, la medida del éxito que recogen las publicaciones está en el efecto de las lluvias y temporales en la cuantía de las ganancias, el crecimiento de las ventas , los accidentes carreteros y su balance de muertos y heridos, sobre la asistencia y entusiasmo de los parroquianos (lo que se denomina espíritu festivo nacional) y los balances exultantes, modestos, o simplemente quejosos, de los concesionarios de fondas o productores de espectáculos.
Ciertamente es un momento de jolgorio colectivo. Y no es fácil sustraerse al aroma de una parrilla, un vaso, o un poco más, de vino, una “chichita” baya y curadora, o un “terremoto” y su correspondiente “réplica”, o para un deseo de “Felices Fiestas Patrias, vecino”.
Es un momento propicio para una serie de rituales sociales- las más de las veces despojados de sustancia, sinceridad, y indispensable complejidad política, social e histórica, y para el despliegue de una retórica generalmente afincada en una simbología patriotera, que se supone común, al origen de la Nación, tanto como la reiteración de lugares comunes con los que se intenta ocultar aspectos sustanciales de hechos determinantes de nuestra raíz nacional, de episodios que fueron creando lo que somos y de las contradicciones y confrontaciones (crímenes, genocidios, represiones) que ensangrentaron, repetidamente las páginas de nuestra historia y que historiadores y políticos conservadores o subordinados al poder, han preferido invisibilizar.
Lo argumentó en El Mercurio, de este 18 de septiembre, la historiadora, catedrática, y periodista, Ana María Stuven , otorgando un fundamento académico a un debate que han instalado este año, la Derecha chilena, las Fuerzas Armadas y el gobierno del presidente Sebastián Piñera en la estrategia de dar vuelta la página, dejar en el olvido lo que nos divide y enfrenta como sociedad, mirar hacia adelante, sustraerse del conflicto.
En un artículo clave de la página editorial de El Mercurio, que marca una importante inflexión política e ideológica para la etapa- es decir orientación propagandística para la Opinión Pública , los protagonistas y el escenario político-, y cuando se cumplen 45 años del Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, una fractura brutal y profunda en la historia contemporánea del país y su sociedad, la historiadora, asumiendo el rol de comentarista política, propone una fórmula, con ribetes de regla moral, para la convivencia futura de la sociedad chilena.
Apelando al historiador y filósofo francés Ernest Renan (1823-1892) Stuven sostiene que “así como la nación necesita de principios de unidad también requiere de una dosis de amnesia¸ del olvido, que le permita no vivir en permanente roce con sus traumas, sino con sus afirmaciones vitales. Requiere tomar conciencia de su historia para iluminar un recorrido que es siempre tránsito hacia e l futuro, pero también expurgarse de aquello que la remece con violencia y que esconde el sentido del recorrido”.”
La oportunidad de los festejos patrios, de las conmemoraciones de hechos dramáticos de nuestra historia reciente, es aprovechada así para relativizar la experiencia dramática del asalto a la democracia y de crímenes contra la humanidad perpetrados por protagonistas relevantes de la sociedad chilena: las fuerzas políticas y económicas de la Derecha chilena, Generales que pusieron a las Fuerzas Armadas al servicio de un proyecto político genocida bestial, anticonstitucional y antidemocrático, violador de los Derechos Humanos, y subordinados a intereses e intereses imperiales.
Entonces se plantea “una dosis de amnesia”, como la fórmula política, institucional y académica, para eludir la verdad, justicia, memoria y reparación.
O como, instó (es casi lo mismo), el presidente Sebastián Piñera , a la salida del accidentado Te Deum dieciochero en la Catedral de Santiago ( sin Ezzati y con Roxana Miranda ), a “no quedarnos en las mismas divisiones y querellas del pasado”.
Por otro lado se inundan en los medios, las alocuciones castrenses, las declaraciones políticas, con invocaciones al patriotisimo.la identidad, el destino de la Patria, llamados a “la unidad nacional”, aunque desde La Moneda vociferan sobre patriotas y antipatriotas.-
En los tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet y la derecha empresarial y política, se justificaron las violaciones a los derechos humanos y los crímenes con esta división de chilenos y anti chilenos, y a muchos, se les quito la nacionalidad y los derechos ciudadanos, además de la vida.
Este es entonces un momento propicio para reflexionar sobre estos temas.
Nadie tiene derecho a monopolizar o auto atribuirse el ser los depositarios y administradores del concepto de la Patria, de carácter y los valores del patriotismo, reduciendo su significado, complejidad y amplitud social, territorial y étnica .
La dimensión de Patria, de Nación, de pueblo, es mucho más amplia y son sujetos de su definición histórica, desde los trabajadores, los campesinos, los intelectuales, los jóvenes, las mujeres , los pueblos originarios, tanto como los políticos, científicos, los artistas ,los militares, cada uno en su lugar, responsabilidad y roles.
Nadie puede sentirse “”garante” de la institucionalidad democrática, o pretender un rol tutelar como se pretende, una vez más, atribuir provocativamente a las Fuerzas Armadas, desde círculos políticos o ideológicos de la derecha pinochetista parapetada en el Congreso, medios de comunicación y “centros de estudio”.
Y además hoy la Patria tiene significado indisolublemente junto a su calidad institucional democrática, lo que implica el respeto de los Derechos Humanos, a la convivencia ciudadana, junto a los derechos sociales , políticos, culturales, étnicos, de género, religiosos , a la salud, a la previsión y la educación.
En este sentido hay que reconocer que el libreto- es decir el sentido del mensaje- que acompañó la Parada Militar 2018, tuvo un matiz interesante y un tanto ajeno al tradicional acento político militarista de arengas castrenses anteriores.
”El Ejército no puede ser visto como perteneciente a un sector político o a una parte de la sociedad”, declaró el Comandante en Jefe del Ejército, general Ricardo Martínez Menanteau en vísperas de la sobria Parada Militar 2018, buscando despejar pretensiones de manipulación política o legitimas dudas que existen en la sociedad chilena.
Hoy día entendemos que Patria es historia, pasado, presente y futuro. Y que nadie se puede sentir propietario o administrador de su significado, su esencia o su contenido.
La Patria , según dijo Víctor Jara, antes que un miserable oficial del ejército de Chile a quien seguramente no le enseñaron lo que era ser patriota, lo acribillara para terminar con su canto, es tanto amor, sueños, compromiso, como dignidad .
Cuatro días antes del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, la revista “Ritmo” le preguntó a Víctor, ¿”Que es Patria?”, y el respondió, lo que apareció en la edición del 25 de septiembre de 1973.
La Patria, dijo Victor Jara, «es el amor a mi hogar, mi mujer y mis hijos. Es amor a la tierra que me ha ayudado a vivir; es el amor a la educación y al trabajo; es amor a los demás que trabajan por el bienestar común; es amor a la justicia como instrumento del equilibrio para la dignidad del hombre; es el amor a la paz para gozar de la vida; el amor a la libertad, no al libre albedrío, no a la libertad de unos para vivir de otros; sino la libertad de todos. La libertad para que yo exista y existan mis hijos, y mi hogar y el barrio y la ciudad y los pueblos y todos los contornos donde nos ha correspondido forjar nuestro destino. Sin yugos propios ni yugos extranjeros”.
Por Marcel Garcés Muñoz
Periodista
Director de Crónica Digital
Santiago de chile, 20 de septiembre 2018
Crónica Digital