Las fuerzas navales israelíes hirieron hoy a 51 palestinos mientras reprimían a manifestantes que se reunieron a la orilla del mar en el norte de la Franja de Gaza, en protesta contra la ley israelí de Estado-Nación.
De acuerdo con las autoridades locales, la marina israelí disparó balas reales y proyectiles de acero recubiertos de goma, así como latas de gas lacrimógeno.
Entre los lesionados, 10 fueron impactados con balas reales, lo que requirió su traslado a hospitales para recibir tratamiento médico, donde sus condiciones se describieron como moderadas.
Las fuerzas navales atacaron igualmente las ambulancias que acudieron al lugar para ofrecer ayuda a los lesionados.
Varios casos de asfixia debidos a la inhalación de gas lacrimógeno también fueron reportados .
Palestinos en Israel y los territorios ocupados protagonizaron este lunes una huelga general en contra la ley israelí de Estado-nación, aprobada en julio pasado.
La nueva legislación elimina el idioma árabe de su designación como idioma oficial junto con el hebreo, recibiendo un ‘estatus especial’ como el segundo idioma oficial de Israel, pero la ley no requiere que los servicios estatales estén disponibles en árabe.
También consagra el estatus de Israel como el estado nacional del pueblo judío; incluye preservar legalmente sus símbolos estatales (himno nacional, bandera, ícono); reconoce a Jerusalén como la capital de Israel, y le otorgar el derecho de retorno de la diáspora judía.
Ramallah, 1 octubre 2018
Crónica Digital /PL
Lun Oct 1 , 2018
El histórico y trascendental plebiscito del cinco de octubre, sólo pudo ser posible por el incremento de las multitudinarias protestas sociales que exigían, unánimemente, el fin de la dictadura cívico-militar encabezada por el tirano Augusto Pinochet. Lo anterior no es una interpretación, es un hecho histórico. Las protestas ascendentes, que tapizaron el país, desde comienzos de la década de los ochenta, y que se expresaban con formas de luchas multifacéticas, lograron acorralar a la dictadura y sus poderes, especialmente en relación con el objetivo de perpetuarse en el poder absoluto. Esas demandas y protestas sociales exigían, insisto, unánimemente, la salida de Pinochet, y el retorno a la democracia. Las movilizaciones y luchas de la década de los ochenta tuvieron, incluso, diversos precedentes en los años anteriores, todos de un inmenso valor; de una gran epopeya; de un gran heroísmo humanista y generoso. Y sería de una injusticia y prepotencia insostenible, hoy, este año especialmente, desconocer todo ese proceso muchas veces anónimo. Las luchas del pueblo chileno recibieron el apoyo y la solidaridad del mundo entero. La asamblea general de las Naciones Unidas, hace varios años que venía condenando a la dictadura y exigiendo su término, explícitamente. El terrorismo de estado; los crímenes de lesa humanidad; la hambruna que una parte importante del pueblo chileno vivía (35% de cesantía) eran motivo de una preocupación mundial y de un rechazo a un régimen que muy pocos se atrevían a defender, en el mundo entero. El experimento neoliberal extremista y brutal aplicado en Chile, no era motivo de ninguna defensa, y menos de algo cercano a la admiración. Pinochet y su dictadura ya habían realizado un plebiscito trucho, amañado, mentiroso, a fines de la década de los setenta, para imponer su constitución política que, en algunos aspectos, sigue vigente hasta hoy. Ese plebiscito fue hecho bajo el dominio del terror, y dejó sentado un precedente terrible, y es que la dictadura tenía la capacidad represiva de imponer un evento de esa naturaleza. Como toda situación política, en Chile se generaron y se proyectaron diversas salidas o alternativas a la dictadura fascista. Desde el exterior, en particular el poder norteamericano, consideró que era real el riesgo de que la dictadura de Pinochet fuera superada por las luchas populares. Incluso más, el embajador de los Estados Unidos, en Chile de esa época, Harry Barnes, comentó tras el paro nacional del 2 y 3 de julio, que su gobierno temía “una nueva Nicaragua” y haría todo por evitar ese desenlace. Por cierto, Barnes no estaba pensando en mantener el apoyo a Pinochet y su intento de perpetuación. Otro dato importante para el análisis: En Chile, en ningún momento la lucha armada, como forma principal, fue la predominante. Lo que se abría paso, en rigor, era una ola popular de rebelión y desobediencia civil, que imponía elecciones en frentes sociales, territorios y universidades; que imponía controles de espacios territoriales (aunque limitados y temporales); que hacía huelgas de hambre; marchas y protestas públicas; actos callejeros; cacerolazos; que superaba al factor […]
